CAPÍTULO 27

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Narra Camilo.

Y el resto del día transcurrió extrañamente tranquilo, demasiado. Pero no iba a quejarme pues yo encantado de que todos estén tranquilos y ____ se haya calmado un poco. El problema es que seguía dándole vueltas a que era lo que la hacía sentirse mal.

El caso es que el día pasó y a la mañana siguiente tras hacer nuestras tareas en el pueblo me hallaba en casa, dando vueltas por la casa, picando algo en la cocina mientras daba vueltas en mi cabeza al plan tan elaborado que había estado preparando con mi hermana y mis primas. Era muy complicado que algo tan complejo saliera bien.

La puerta sonó sacándome de mis pensamientos. ¿Quién sería que no tuviera llaves?

Me acerqué a la puerta y la abrí. No sé como sería mi cara cuando le vi, pero al rubio que ahora se encontraba frente a mí sosteniendo una cajita con una tarta y un gran lazo rosa, se le quedó tremenda cara de imbécil cuando me vio abrirle la puerta. 

Nuestras miradas se cruzaron y cuando lo miré de arriba a abajo se me pasó por la cabeza cerrar la puerta y darme media vuelta. El rubio cambió su expresión a una de fastidio cuando comenzó a hablar.

-Marco- Agg, eres tu...

-Camilo- Si... vivo aquí, por si no sabías.

-Marco- No esperaba que estuvieras.

-Camilo- Créeme que yo tampoco te he echado de menos...

-Marco- ¿No puede recibirme cualquier otra persona de la casa?

-Camilo- No.

Sonreí de forma forzada y sarcástica para luego volver a mi rostro serio.

-Camilo- ¿Qué quieres?

-Marco- Vengo a ver a ____.

Era una pregunta retórica, yo ya sabía a lo que venía pero aún así me molestó escucharlo salir de su boca.

-Camilo- Ah.

-Marco- Tu abuela me dijo que podría encontrarla aquí y que siempre sería bienvenido.

-Camilo- Ah, que bien.

Me miró incómodo cuando cambió el peso de una pierna a otra.

-Marco- Entonces... ¿Está? Le traigo un obsequio.

Miró hacia la caja que portaba en sus manos y mi sarcasmo salió de nuevo.

-Camilo- ¿Le traes un postre?

Me miró con fastidio de nuevo.

-Marco- ¿Puedo verla?

-Camilo- Me parece que está ocupada, pero puedo dárselo yo, de tu parte claro. Le diré que te has pasado.

Extendí una de mis manos hacia él esperando que me tendiera la caja. Pero él no se inmutó.

-Marco- Preferiría dárselo yo mismo si no te importa.

Suspiré para apoyarme en el costado de la puerta mientras me cruzaba de brazos.

-Camilo- ¿No te fías de mí?

-Marco- Oh no, no me malinterpretes. Solo quiero ver su reacción.

-Camilo- Créeme que yo también estoy impaciente...

Una sonrisa se instauró en sus labios haciéndome irritar.

-Marco- ¿Celoso, Madrigal?

-Camilo- Oh, no, no podría. Adoro tus ya recurrentes visitas...

Un corazón helado. Camilo Madrigal y tu (Encanto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora