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A última hora de la tarde del domingo, SeHun detuvo su camioneta en el aparcamiento y apagó el motor. Sin embargo, no se detuvo porque quisiera admirar la espectacular puesta de sol, sino porque se había quedado horrorizado con el edificio que se alzaba al este; quizá, la casa peor diseñada que había visto en su vida.

Como ingeniero y amante de la arquitectura que era, aquel engendro de edificio ofendía su sentido de la estética, de las proporciones y hasta del color.

La vivienda, que probablemente había sido una bonita casa campestre, se extendía por una estrecha lengua de tierra de Ulsan. Pero la habían ampliado sin orden ni concierto, ajustándola a los obstáculos naturales que habían encontrado en el camino.

Una de las alas giraba a la izquierda para evitar la abrupta curva de la playa y otra, se desviaba un poco para sortear un árbol. En cuanto a los tejados, ni siquiera se encontraban al mismo nivel. Y el color no podía ser más singular: una mezcla de tonos salmón, azul grisáceo y amarillo que, lejos de resultar relajantes, ofendían a la vista.

SeHun sacudió la cabeza y pensó que era digno de su dueño, Kim JunMyeon

Lo había conocido durante la boda de uno de sus mejores amigos, Chanyeol, y le había causado una impresión dudosa. JunMyeon era un tipo hermoso, bajito y cuyo corto cabello castaño parecía víctima de un cortacésped. Además, su concepto del maquillaje se reducía a un toque de carmín en unos labios generosos que no dejaban de moverse, porque JunMyeon hablaba sin parar y parecía estar siempre con una sonrisa tierna en el rostro. Y, por si eso fuera poco, tenía opiniones rotundas sobre todos los temas imaginables.

Opiniones que raramente coincidían con las suyas, eran polos opuestos que casi no coincidían en nada.

Entonces, ¿qué estaba haciendo allí? ¿Cómo era posible que Chen y Xiumin lo hubieran convencido? La idea de pasar varios meses en la casa de una persona como Kim JunMyeon era sencillamente disparatada. Pero debía de estar tan loco como sus amigos, porque había aceptado su sugerencia.

Pues en su defensa, no tenía muchas opciones. Habían contratado su constructora para la construcción de un centro comercial en Ulsan, una localidad cercana a Seúl. Pero enero era un mes difícil en corea del sur por lo que no podía simplemente viajar de Seúl a Ulsan todos los días a supervisar los trabajos de su empresa de construcción. Para su mala suerte los hoteles, hostales y pisos de alquiler estaban abarrotados de turistas, y los pocos sitios que seguían disponibles solo admitían estancias cortas y SeHun necesitaba estar en Ulsan por unos meses en lo que acababan la construcción.

A pesar de ello igualmente los visitó todos, pues había una posibilidad de pasar una estancia corta y luego irse a otra. Sin embargo, descubrió que la mayoría eran habitaciones pequeñas con una ducha igualmente minúscula donde un hombre tan alto como él habría sufrido un ataque de claustrofobia.

Por supuesto, todavía quedaba la alternativa de alojarse en Asan y viajar en auto por 2 horas todos los días a Ulsan. Pero SeHun conocía sus limitaciones. El tráfico era infernal en aquella época del año, y no soportaba la perspectiva de condenarse a un atasco diario entre un montón de turistas que conducían fatal porque prestaban más atención al paisaje que a la carretera. Después de todo, esa era la razón por la que no quería viajar desde Seúl a Ulsan, quería estar cómodo sino haría el viaje de 4 horas a Ulsan desde su Seúl.

Cuando ya empezaba a estar desesperado, Xiumin le informó de que JunMyeon estaba dispuesto a ofrecerle una habitación en su casa y a prepararle incluso las comidas sin más condición de que hiciera su parte de la compra de víveres semanales para la casa.

SeHun se quedó tan sorprendido que miró a Xiumin con desconfianza y preguntó:

¿Por qué me ofrece una habitación? No se puede decir que yo le cayera precisamente bien cuando nos presentaron.

Seis niños y medio~SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora