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Una hora después SeHun entró en la cocina con la esperanza de que JunMyeon ya se hubiera acostado, y se sorprendió al ver que estaba limpiando el fregadero y que se había cambiado de ropa. Ahora llevaba una camiseta tan grande que le tapaba los muslos, y unos calcetines amarillos que ocultaban sus pantorrillas.

SeHun pensó que admirarle las piernas a JunMyeon era demasiado peligroso, así que desvió la vista hacia sus manos. Pero fue un error. SeHun se imaginó sometido a las caricias de aquellos dedos y se excitó de tal forma que tuvo miedo de lo que pudiera pasar. Si JunMyeon no se marchaba en menos de cinco minutos, renunciaría a sus buenas intenciones y le haría el amor allí mismo.

JunMyeon se dio la vuelta de repente y lo miró con inseguridad, como si hubiera adivinado sus pensamientos.

—Pensé que te habías ido a la cama SeHun. —dijo JunMyeon.

SeHun se acercó como atraído por un imán y le acarició el cabello.

—¿Sabes lo que me estás haciendo, conejito? —pregunto con sensualidad

Y JunMyeon asintió.

—Te deseo tanto conejito. —siguió SeHun—. Quiero que seas mío conejito. Ahora. Esta noche.

JunMyeon asintió de nuevo y SeHun perdió el control. Se inclinó, le acarició el cuello y besó a JunMyeon con apasionamiento, arrancándole suaves gemidos de placer que destrozaron sus últimas defensas con la fuerza de un maremoto.

—Será maravilloso, conejito. Te lo prometo...

—Lo sé SeHun-ha. —susurró JunMyeon contra sus labios.

SeHun llevó una mano a los pezones de JunMyeon y le frotó un pezón, que se endureció enseguida a su tacto. Después, se lo mordió con dulzura y le acarició entre las piernas, rítmicamente. JunMyeon gimió y se arqueó contra sus dedos.

Entonces, SeHun alzó la mirada. JunMyeon había echado la cabeza hacia atrás, ofreciéndole su cuello desnudo, y respiraba con la boca abierta, casi jadeando. Consciente de su excitación, SeHun insistió de nuevo en las caricias; pero, esta vez, por debajo de la camiseta y sin más barrera que la seda de las braguitas.

Al sentir la pequeña erección de JunMyeon, SeHun se estremeció y supo que, si no se detenían, harían el amor en la cocina de la casa. Y quizás fue eso lo que le detuvo. O quizás, la breve expresión de pánico de JunMyeon, que desapareció enseguida.

SeHun apartó la mano y le bajó la camiseta.

—¿SeHun? —preguntó JunMyeon con perplejidad.

SeHun suspiró y le dio un beso en la frente, arrepintiéndose de haber roto la magia.

—No te preocupes, conejito. No pasa nada.

—Pero quiero hacer el amor contigo SeHun...

—Lo sé. Y quiero lo mismo que tú. —admitió SeHun

—Si eso es cierto, ¿por qué has parado? —protesto JunMyeon.

—Porque sería un error. Sé que no estás buscando una aventura amorosa conejito. —explico SeHun—. Buscas una relación larga, y yo no te la puedo dar.

—Soy un adulto SeHun. —le recordó SeHun con firmeza—. Soy perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones, y te aseguro que no espero nada de ti. Solo quiero tu afecto.

SeHun sonrió.

—Puede que lo creas ahora, pero sospecho que mañana por la mañana te arrepentirías de haber hecho el amor conmigo conejito. Los dos nos sentiríamos culpables. —dijo SeHun—. Anda, acuéstate antes de que cambie de opinión.

Seis niños y medio~SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora