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Al día siguiente JunMyeon echó un vistazo a la consulta y se maldijo en voz alta, consciente de haberse metido en un buen lío. Ya no podía negar que estaba perdiendo la partida. Lo sucedido la noche anterior eliminaba cualquier duda al respecto.

Había llegado al extremo de sentarse delante del televisor, ver un partido de fútbol americano y, por si eso fuera poco, de sorprenderse animando a los jugadores mientras bebía cerveza y comía papitas. Más tarde, permitió que los chicos pidieran pizza para cenar. Y no contento con concederles el capricho, también permitió que pidieran de salchichas y pepperoni.

Pero nada era tan terrible como el disgusto de tener que admitir que se lo había pasado en grande. O, para ser más exactos, que se lo pasaba en grande con SeHun.

Su vida había dado un vuelco. Ya no se imaginaba sin salir a correr con SeHun por las mañanas. Cuando se despertaba y salía de la habitación, descubría que SeHun ya había preparado el café y que lo estaba esperando en el porche. Y se divertía tanto que los ocho kilómetros se le pasaban volando.

Por eso seguía en la consulta. Porque sabía que SeHun estaría en la casa, tan seguro y sexy como siempre, dispuesto a someterlo a otra tentación en la que, sin duda alguna, caería. De hecho, parecía no tener más propósito que el de hacerle olvidar sus antiguas y más que racionales creencias. Y estaba haciendo un gran trabajo. Era la prueba evidente de que los contrarios se atraían.

Desesperado, JunMyeon miró las fichas de los pacientes y consideró la posibilidad de revisarlas de nuevo para quedarse un poco más en el trabajo. Justo entonces, sonó el teléfono.

—Consulta del doctor Kim...

—Hola, JunMyeon, soy Lay. ¿Tienes tiempo libre esta noche? ¿Te apetece cumplir con tus deberes cívicos?

JunMyeon sonrió al oír la voz del alcalde. Aparentemente, los dioses se habían apiadado de él.

—Por supuesto que sí lay. —respondió con entusiasmo.

Lay rio.

—¿Ni siquiera vas a preguntar de qué se trata? —cuestiono detrás de la línea.

—Confío en ti, Lay. Sé que, si no fuera algo importante, no me lo pedirías. —respondió JunMyeon riendo.

—Bueno es saberlo... Pero ¿por qué no eres tan complaciente cuando te pido que salgas conmigo? — se oyó un leve suspiro detrás de la línea

—Porque, si saliera contigo Lay, tendría que competir con toda la población femenina y masculina de la cuidad.

—No tendrías que competir con nadie. Te aseguro que renunciaría al resto de las mujeres y hombres si me hicieras caso JunMyeon. —afirmó Lay.

—Solo dices eso porque sabes que no corres el peligro de que te tome la palabra. Si te la tomara, te daría un infarto Lay. — declaró JunMyeon en tono de broma—. Pero ¿qué quieres que haga exactamente?

—Esta noche hay un acto en DoWest sobre prospecciones petrolíferas en la costa. ¿Puedes ir? Te llevaré en mi coche... —conto lay—. Necesitamos que vaya gente.

—¿Solo para hacer bulto? Eh. —bromeo JunMyeon.

—Sabes perfectamente que no. —respondió rápidamente Lay.

—En ese caso, cuenta conmigo. —afirmo JunMyeon—. Tengo que llamar a casa para hablar con mis niños y organizar algunas cosas, pero te estaré esperando en la consulta.

—Excelente JunMyeon. Pasaré por allí dentro de diez minutos... Y discúlpame por haberte avisado tan tarde. —explico Lay—. Pensaba que sería un acto sin importancia, puramente informativo; pero me acaban de decir que van representantes del Estado.

Seis niños y medio~SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora