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—¿En tu casa? ¿Contigo? Eso es imposible, conejito. —explico SeHun—. No me he aburrido ni una sola vez desde que llegué. 

SeHun lo dijo con tanta seguridad que JunMyeon estuvo a punto de creerlo. Sin embargo, seguía convencido de que SeHun no estaba hecho para una relación seria.

—No, SeHun. Y no me vuelvas a ofrecer el matrimonio. —advirtió JunMyeon—. Si lo haces, no tendré más remedio que echarte de mi casa.

SeHun no pareció afectado por sus palabras. Se limitó a levantarse guardar la cajita que no había llegado a abrir y a ofrecerle una mano.

—Vamos, conejito. —animo SeHun a correr como si no hubiera pasado nada.

JunMyeon empezó a correr a buen ritmo, sintiéndose súbitamente triste.

—¿conejito? —cuestiono SeHun al verlo triste.

—¿Sí?

SeHun lo miró a los ojos y dijo:

—Por mucho que corras, no podrás huir de mí conejito. —amenazo—. Ni de tus sentimientos y terminaras aceptándolos quieras o no.

SeHun no sabía qué hacer. Había pensado que la oferta de matrimonio serviría para convencer a JunMyeon de que iba en serio, pero no había conseguido nada. De hecho, JunMyeon se mostró más asustadizo que nunca durante los días posteriores.

¿Qué podía hacer? JunMyeon no se parecía nada a las personas con las que había salido hasta entonces. Con JunMyeon no valían los ramos de rosas ni los vinos caros ni las cajas de bombones de chocolate. Para empezar, porque tenía un jardín lleno de rosales; para continuar, porque el vino no le gustaba demasiado y, para terminar, porque era un fanático de la comida sana.

Eso complicaba mucho las cosas. Regalar zumo de naranja o un paquete de copos de avena no habría sido precisamente romántico. Y si lo invitaba a cenar, seguramente insistiría en que los chicos los acompañaran. Y no le desagradaba llevarlos, pero en esta ocasión tenia que ser un momento intimo entre ellos dos.

Por lo visto SeHun, no tenía más opción que dar tiempo al tiempo. Le demostraría a JunMyeon que no se iba a ir a ninguna parte, que su felicidad y la felicidad de los chicos eran lo más importante para él, que sus días de solitario empedernido habían terminado y era época de un hombre centrado, enamorado completamente y los suficientemente maduro como para cuidar de esos seis chicos.

Lamentablemente, esos días no eran lo único que había terminado. El proyecto de Ulsan estaba prácticamente concluido, y tendría que volver a Seúl si no encontraba una buena excusa para quedarse.

SeHun estaba pensando en la solución a su dilema cuando Ryujin salió de la casa y se acercó a la hamaca donde estaba sentado pensando.

—¿SeHun? —susurro Ryujin con cautela.

—Hola, Ryujin... Siéntate un rato conmigo. —oferto SeHun con paciencia.

La chica se sentó.

—¿Qué ocurre? —cuestiono SeHun al observar la cara de nerviosismo en la niña.

—¿Me podría llevar el coche? —anuncio Ryujin tomando valor.

—Eso se lo deberías preguntar a JunMyeon... —respondió SeHun señalando el interior de la casa.

—No puedo preguntárselo a mamá. —replico Ryujin ofuscada.

—¿Por qué no? —cuestiono SeHun entrecerrando los ojos—. No será la primera vez que se lo pides, y nunca te lo ha negado. ¿Es que piensas ir a un sitio que no le gusta?

Seis niños y medio~SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora