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JunMyeon sacudió la cabeza y echó un vistazo a lo que SeHun había comprado. Había donuts, bolsas de patatas fritas, ganchitos y un montón de cosas así.

–Eso no puede estar en la casa. Tíralo a la basura –le ordenó JunMyeon cruzándose los brazos.

Y SeHun lo miró con espanto.

–¿Que lo tire a la basura? ¿Por qué? –pregunto SeHun horrorizado abrazando sus chucherías–. Xiumin dijo que comprara comida y la he comprado...

–Has comprado comida basura, que es muy distinto. –regaño JunMyeon–. No puedo permitir que los niños se atiborren de productos que son adictivos y muy malos para la salud.

–Pues no lo permitas –ataco SeHun como un niño–. Me los comeré yo.

JunMyeon jadeo rodando los ojos.

–No sabes lo que dices. No puedes traer esas cosas a la casa y esperar que los niños no se las coman –afirmó JunMyeon.

–Entonces, las esconderé en mi habitación. –dijo SeHun.

–¿Lo ves? –ataco JunMyeon con una sonrisa triunfal–. Justo lo que yo te decía. Son adictivos. Eres adicto a la comida basura SeHun y ni siquiera te has dado cuenta.

–Yo no soy adicto a nada se. –defendió SeHun–.Simplemente, me gustan.

–Oh, vamos...

SeHun frunció el ceño y miró a JunMyeon con tanta intensidad que JunMyeon retrocedió.

–Te pongas como te pongas. –anuncio SeHun con vehemencia–. no lo voy a tirar a la basura.

–Muy bien, como quieras. –accedió JunMyeon–. Pero que no lo vean los chicos.

SeHun sonrió.

–Trato hecho.

la actitud de SeHun era tan arrogante y desenfadada a la vez que JunMyeon sintió el deseo casi irrefrenable de abofetearlo. Y se maldijo para sus adentros. JunMyeon no era de las personas que perdían los estribos. JunMyeon era psicólogo, una profesional que creía en la importancia de la comunicación y en la necesidad de solventar los conflictos de forma civilizada y armoniosa.

¿Qué demonios le estaba pasando ahora?

–¿Algo más? –preguntó SeHun.

JunMyeon respiró hondo e intentó recordar que estaba con un amigo de Xiumin y Baekyun. Además, su presencia sería temporal. Con un poco de suerte, se cansaría enseguida y se marcharía a otra parte.

–Ahora que lo dices, sí. –admitió JunMyeon–. La cena es a las siete, y todos ayudamos en lo que podemos.

–¿Eso es todo?

–Ni mucho menos. Aquí viven menores que no están acostumbrados a que les marquen los límites, así que necesitan normas –respondió JunMyeon–. Pero ya las aprenderás en los días siguientes.

–Está bien... –respondió SeHun moviendo las manos.

JunMyeon no esperaba que SeHun se mostrara tan razonable. Y, por algún motivo, eso aumentó su irritación.

–Bueno, te acompañaré a tu dormitorio.

Antes de que SeHun pudiera recoger su equipaje, oyeron gritos procedentes del otro extremo de la casa. JunMyeon salió corriendo y SeHun lo siguió.

–¿Qué acaso aquí grita todo el mundo? –preguntó SeHun por el camino.

–Solo en caso de desastre. –respondió JunMyeon subiendo las escaleras.

Seis niños y medio~SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora