Narrador.
Ha pasado mucho tiempo desde que Christopher supo lo que se sentía ser amado, para ser más exactos ha pasado un año y dos meses.
Muchas noches se pregunta si debería seguir con su vida, si debería olvidar a aquella mujer de ojos cautivadores y rostro angelical, sin embargo la respuesta es inmediata.
Emma James, quien ha pasado lo peor de la clínica, donde se sentía prisionera, pero tiempo después entendió que solo la estaba ayudando, que le estaban quitando un poco de dolor.
Emma se encuentra en su habitación, guarda su ropa en la maleta color rosa. No puede evitar sentir la punzada de adrenalina, y es que después de tanto tiempo lo verá a él. Verá al hombre que la ayudo de una u otra forma, verá sus ojos grises, y quizás una sonrisa, tiene la esperanza.
Tocan la puerta, es Alexander quien se encuentra en el margen de la puerta. Emma vive agradecida con él, pues le ha ayudado en este duro proceso de recuperación y ha evitado todas sus angustias.
—¿Estás lista, Emma? —pregunta Alexander.
—Jamás estuve tan lista —sonríe la sargento.
Toma su maleta, empezando a caminar, delante de ella se encuentra Alexander, quien la acompañará en su viaje. Se encuentra nerviosa y algo ansiosa por la llegada a Londres, y es que teme que él esté con alguien más, teme que ya no sea correspondida por el hombre que ama, porque si de algo Emma estuvo segura en todo su proceso fue que amaba a Christopher Morgan, sin importar sus facetas. Amaba al coronel, al asesino, al borracho, al cariñoso, al sonriente, al amargado, al mandón, lo amaba a él.
Abortan el jet de los Morgan, sus manos están pegajosas y mojadas. Los nervios. Juguetea con sus dedos. Se sobresalta cuando tocan su hombro.
—Todo está bien, Emma —le recuerda el menor de los Morgan.
—Ya lo sé. Son solo los nervios —asegura la mujer.
Nervios que no puede controlar. El viaje se torna largo, juguetea con sus dedos, con su labio inferior, pasa su mano por la melena azabache. Está desesperada por llegar, ó quizás por no llegar.
—Deberías dormir —sugiere el menor.
—No tengo sueño.
Sin embargo esa frase es una mentira, ya que en unos minutos sus ojos pesan y el sueño la vence. Espera que el coronel se alegre de su llegada.
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Están aterrizando, ahora sí está más que nerviosa. Su corazón va a toda prisa y teme morir por ello. En cuanto aterrizan, baja del jet sin siquiera bajar su maleta. Al primero que ve es a Patrick, quien se encuentra con el capitán Parker y Lewis. No entiende por qué no está Christopher.
—Está en su oficina —parece que Patrick lee mentes.
Sin esperar mas, empieza a desplazarse, corre como si su vida dependiera de ello. El camino es largo hasta el edificio, por lo que corre media hora, respira profundamente. Se adentra al ascensor, su ritmo cardíaco es una locura, y todo de ella también. Sus manos tiemblan al igual que sus piernas. Por suerte nadie más entra al ascensor. En cuanto llega al segundo piso, se dirige a su oficina.
La secretaria del coronel se encuentra allí, sin embargo Emma ruega para no decir nada al coronel de su llegada. Luego de unos minutos casi rogando, al final la dejan pasar sin ser avisado al coronel.
Toma respiraciones profundas, intenta calmarse, sin embargo no funciona. Su rostro arde, se toca con el torso de la mano y está caliente todo su rostro, incluso sus orejas. Respira, una, dos y tres veces. Luego de casi quince minutos, entra.
—¡Dije que nadie me int- —la mirada del coronel se alza, sus ojos conectan con los de Emma.
—Hola —saluda en un susurro.
Está tal como lo recordaba. Sus orbes grises, tan profundos. El uniforme pegado a su pronunciada musculatura, hay barba de días en su rostro, sus espesas cejas. Todo de él parece volver loca a Emma.
Los ojos del coronel se abren, dándose cuenta de lo que pasa, y es que no puede negar que ha esperado este momento por mucho tiempo. Ha esperado que un día le digan que debe ir a la pista de aterrizaje porque su Emma está por llegar.
El corazón del coronel parece salirse. Su cabeza es un desastre y es que nadie le dijo que hoy llegaría su alma, la dueña del corazón que tanto llevaba abandonado. Nadie le dijo que llegaría quien humano lo hace, quien emociones fuertes le causa.
—Emma —es lo único que dice.
Se pone de pie, y camina hacia ella, con miedo a que no sea más que una tonta alucinación, con miedo a que ella no vaya a volver. Él tiene miedo a quedarse sin su casa, sin su hogar, sin su Emma, y es que para Emma esto parece un sueño, una película romántica donde ella llora porque el protagonista aún ama a la protagonista.
El coronel se acerca hasta ella, baja su cuerpo, aún sigue siendo muy pequeña. Con sus grandes manos toma su rostro, con la yemas de sus dedos contornea cada parte. Sus ojos, aquellos ojos con lo que sueña cada noche. Ya no son opacos por la tristeza, ahora brillan con ilusión. Contornea su nariz, sus labios, sus orejas, sus definidas cejas. Para el coronel es imposible de creer que ella está ahí, de nuevo, con él.
—¿Eres tú? —pregunta incrédulo.
—Lo soy, Christopher —Emma lo toma del rostro, juntando sus frentes—. Volví a casa, volví a mi hogar.
Y es que el coronel es muy agrio para siquiera llorar, sin embargo Emma no es así. Las lágrimas bajando por sus definidos pómulos, y es el coronel quién con sus pulgares limpia aquellas jotas. Parece irreal aquello.
Agrio, sin sentimientos, esas son palabras que definen al ministro Morgan, sin embargo no al Christopher que hace Emma. Su cuerpo cae al suelo, de rodillas ante Emma, quien llora posicionándose como Christopher.
—Por fin… —gruesas e incontrolables lágrimas salen de sus grises ojos—… volviste.
—Para jamás irme —asegura Emma.
Toma su rostro, la barba cosquillea en sus palmas. Conectan sus labios, y no es un beso cualquiera. Es uno cargado de nostalgia, de tristeza, de alegría, de felicidad. Es un beso de un Christopher que por fin… que por fin es humano, porque quien lo hace vulnerable volvió, y es que para él no existe otra palabra que no sea felicidad. Pues ser vulnerable parece algo simple solo cuando se trata de Emma James, la pequeña que destruyó cada barrera que el coronel tenía, la misma que lucho contra un trastorno, contra alucinaciones, contra si misma. Aquella Emma que ha demostrado que tiene todo el coraje del mundo, no solo para conquistar, también para matar, y sanar.
Emma por fin está sintiendo que su felicidad está completa, y es que Christopher sabe que su alma volvió al cuerpo. Sabe que ya no habrán noches heladas, que ya no habrán noches dónde anhelen sus brazos, porque ahora ella está devuelta. Ella regreso a casa.
Nota.
No me toquen, soy lágrimas:cc
Estoy tan feliz y conmovida por este momento.
¿Qué les pareció?
Chao.
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Empher#1 (Christopher X Emma)
Fanfiction🔥Fanfic de la trilogía pecados placenteros y la bilogia dominio. De Eva Muñoz 🔥 Emma James, la menor de la James. Ella sabe que su vida tiene un rumbo, rumbo que sus padres decidieron, no hay mucho que hacer. Aunque siempre llega alguien que te ha...