"Bienvenida"

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Íbamos de camino a casa, mamá conducía a una velocidad razonable por miedo a que los rebotes del coche me dieran dolor de cabeza. La verdad es que era cómodo hablar con ella, casi natural, y si lo sé, era mi madre. Sólo había tenido tiempo de hablar con ella en las mañanas y en las noches ya que trabaja por las tardes. En el poco tiempo que conversamos, pude apreciar que es paciente y un tanto graciosa, me estuvo contando muchas cosas sobre mí, aunque también diré que es un tanto olvidadiza, así que lo que me relata tiene varios hoyos por rellenar.

Según ella era o soy, o lo que sea, alegre, divertida y carismática (no lo digo yo, sino mi mamá) casi nunca estoy triste porque veo el lado gracioso de las cosas. Mis mejores amigas son Gaby, Alexa, y en fin, varias más, también amigos como Charles, Santiago, Marcos, Mateo, Juan y todos los apóstoles de la última cena que falten. Me sorprende tener varios amigos especialmente chicos. En cuanto a comida, en eso le tomo la palabra, mis platos preferidos, Pique Macho y Lasaña, jugo de frutilla y limonada, Coca Cola, en tragos está por verse, ya que ella no sabía si bebía a escondidas. Con respecto a los chicos, ahí no la culpo de que no sepa, me daría vergüenza que me moleste, y conociéndola recientemente como es de chinchosa peor aun. Soy buena en deportes y literatura, suelo escribir un diario que según mi madre no es más que una caja con un montón de papeles, tal vez ahí pueda recordar parte de mi pasado...

Aparcó frente una casa de dos pisos de color crema, tenía un pequeño balcón con vigas de madera tallada y un patio de película, con muchas flores y el pasto de un color verde claro, la casa era muy bonita y de aspecto acogedor. Mamá me ayudó llevando la pequeña maleta mientras yo tenía la caja de obsequios, llegamos al umbral y ni bien pasé la puerta...

— ¡Sorpresa! — Grito una pequeña multitud desde la sala, yo quedé con la cara llena de sorpresa, anonadada; eran demasiados, y no solo por las personas, sino también la misma situación, habían muchos globos y la estancia era pequeña. Mi cabeza empezó a doler, fue entonces que empezaron saludarme uno por uno diciéndome sus nombres y dándome un abrazo como apoyo. ¡Rayos! ¿Cómo se supone que me iba acordar de todos esos nombres? Mi cabeza daba vueltas. Una vez terminada la afectuosa escena mi madre me salvó con la excusa de que había tenido un largo día y tenía que descansar, le agradecí con un leve asentimiento, les di las gracias a todos y me retire a donde se supone era mi habitación.

Subí al segundo piso y en la puerta estaba colgado un letrero que citaba "Bienvenido haz de estar, si nada llegas a tocar, en serio no toques nada" seguida de unas letras de colores con mi nombre. Abrí el pomo y me quedé boquiabierta, era bastante amplia y daba al balcón que había visto fuera. En el centro había una cama grande, al acercarme le di un pequeño toque, era muy suave y tentadora, a los lados de esta estaban dos pequeños muebles, uno con una lámpara y el otro con tres retratos. En la pared derecha había un tocador con varios frascos de lo que parecían cosméticos y un gran joyero. Al frente de ella habían una puerta pequeña y otras dos compartidas, en la primera estaba el baño y en la segunda un amplio y lleno ropero. Me encantaba mi habitación, era amplia y cómoda.

Lo primero que hice fue tomar un baño con agua caliente, me ayudó a calmar mis huesos agarrotados y a quitarme las manchas de las muñecas, donde se encontraban conectadas las jeringas. Salí y me puse a buscar algo cómodo, con un buzo y una desgastada camiseta bastaría, no me fue difícil encontrar las cosas ya que estaban ciertamente conectadas a mí. Tocaron la puerta y mamá entro.

—Descansa mi niña, fue un día muy largo, ya habrá tiempo para todo —decía mientras depositaba un beso en mi frente, no pude evitar sentirme rígida ante tal situación, ella lo sintió y dio un paso atrás.

—Gracias mamá y... lo siento, es que todo es... demasiado- y no mentía, estaba esperando a explotar cuando me encontrara sola y descansada. Mientras tanto guardaba todo lo que sentía en un cofre con todas las cerraduras pegadas en algún lugar de mi subconsciente.

—No te preocupes, entiendo— en su rostro había dolor, y no la culpaba, tener una hija durante 17 años y que luego ella te olvide era triste—nos vemos más tarde, dulces sueños.

Ni bien salió, me metí en la cama, cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño,esperando poder encontrar en ellos piezas del rompecabezas... 



EfervescenciaWhere stories live. Discover now