➝ 26 장

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➝ Capítulo 26

Me desperté somnoliento por las melodías de los pájaros en las copas de los árboles. Respiré profundo y abrí de a poco los ojos mirando hacia la pared de cristal. Estuve varios minutos tratando de darle orden a mis pensamientos, mirando hacia la mañana del cielo gris y temperatura helada, viendo como corría el agua por el arroyo golpeando las piedras. Que relajador. Esto se parecía como a uno de esos videos que Mía solía poner en la pared para levantarme, la diferencia era la realidad en la que se observaba el paisaje al otro lado del muro cristalino.

Un gemido cansado me hizo estremecer haciéndome comprender que no estaba aquí solo y que no era algún tipo de sueño o alguna proyección mañanera de Mía. Fruncí las cejas por la claridad de la habitación cuando me moví un poco dándome cuenta del cabello rubio que descansaba sobre mi pecho con una mano fuerte abrazándome por la cintura. Abrí los ojos estupefacto y se me cortó el aliento mirando nuestra desnudez debajo de las sábanas. De acuerdo, yo tenía que estar tranquilo. Sí, Jimin y yo estábamos desnudos en la misma cama, su cama, y era muy probable que hubiera sucedido eso la noche anterior.

Respiré profundo como Umma me lo había enseñado ayer: nariz, boca, nariz, boca.

Los recuerdos de la noche pasada me golpearon tan fuerte que me hicieron sonrojar de pies a cabeza. Temblé cerrando los ojos y dándome por vencido, una pizca de alivio recorrió en mi cuerpo cuando recordé que mi hermano de alquiler y yo no habíamos tenido sexo, razón por la que no me dolía el trasero en este preciso momento. No era como si yo no estuviera preparado para que él estuviera dentro de mí, al carajo, yo había jugado con mis juguetes en estos últimos años y eso era lo de menos; estaba más que preparado, pero... sentía que todavía no era el momento. No lo sabía. Nunca antes me importó joder con el primer chico que se me cruzara encima, no obstante, los años de encierro me hicieron algún tipo de monje que sólo esperaba ser jodido por el amor de su vida y nadie más.

—Buenos días, Jungkookie —jadeé un poco cuando la voz ronca y somnolienta de Jimin me trajo de nuevo a la realidad. Mi cuerpo comenzó a temblar cuando él se levantó un poco acariciando cada parte de mi cintura, sus manos subiendo por mis pezones y acariciándolos. Mierda.

—Hum, buenos días —murmuré entrecortado, cerré los ojos tratando de alejar todo pensamiento pervertido en mi mente y pensando en correr hasta al baño para darme una ducha, se suponía que hoy estaría de regreso a mi departamento y no tenía idea si me encontraría a mi tía allí esperando por mí. Sin embargo, no podía hacer nada de eso porque tenía a Jimin encima de mí, escalando por mi pecho y dejando pequeños besos en mi cuello y mandíbula.

Me sobresalté cuando abrió mis piernas y se metió en medio de ellas, la punta de su erêcción dura rozando mi agujero sensible dejándome jodidamente sin aire e inmóvil como una muñeca de trapo.

—Jungkookie, quiero estar dentro de ti ahora mismo —gimió moviéndose de arriba abajo y apretando mis muslos alrededor de su cintura—, por favor.

Mis labios mojados temblaron y tragué saliva girando mi cabeza para que continuara mordiendo mi cuello. Estaba a punto de decirle que sí y que me jodiera fuerte, al carajo el momento adecuado. Desafortunadamente la magia matutina caliente se marchó cuando abrí los ojos y miré la hora en el portarretrato digital sobre la mesa de luz.

Diez y media de la mañana, lunes.

Ceñí mis cejas amortiguando un gemido cuando el placer comenzó a consumirme. Pronto me di cuenta que algo no estaba bien con la hora.

—Hum, Jimin —entre jadeos, logré moverme un poco y levantar su cabeza con mis manos.

—¿Ajá?

Eoduun • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora