➝ 30 장

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➝ Capítulo 30


Miré la hora en el vidrio de la ventana y regresé a observar hacia la puerta en frente de mí. Impaciente, mordí mi labio inferior con fuerza y moví mi pie derecho contra la madera del suelo, golpeándola una y otra vez. Mi brazo izquierdo descansaba sobre la pared y mis manos temblaban ansiosas esperando por tocarlo. Una gota de sudor se deslizó desde mi frente y cayó sobre el piercing de mi nariz, rápidamente la quité y me volví para ver la hora, cinco y cincuenta y ocho de la tarde.

Sólo dos minutos más.

Dos minutos más y podría ver a Jimin de nuevo.

Febrero había trascurrido horroroso. Luego de que recibí ese misterioso cuaderno mío por parte de Siu y Jimin me confesó sobre su lucha contra su depresión, las cosas comenzaron a ponerse pesadas. No entre ambos, para ser preciso, pero el rubio regresó a su vida en el campo y a la fundación, también fue asignado como hermano de alquiler de alguien más, ahora cuidaba a cuatro ermitaños al mismo tiempo —contándome a mí también—. Jimin ya no podía venir todos los días a verme como lo había estado haciendo y mucho menos podíamos hablarnos por la HoloApp antes de irnos a dormir, apenas nos manteníamos en contacto por KakaoTalk y yo no quería molestarlo mucho; él llegaba cansado a su casa e inmediatamente se acostaba a dormir.

Jimin me había dicho el viernes pasado que estaba haciendo todo esto y poniendo un gran esfuerzo para juntar dinero y remodelar la fundación, que soñaba con construir más habitaciones, comprar más mercadería e instalar una IA. Me dijo que no dejaría de trabajar hasta poder darle todas las comodidades a los chicos que estaban en Rayo de Sol.

Y me parecía perfecto.

Sólo... que yo me sentía un poco egoísta querer que Jimin dejara sus otros trabajos para poder volver a lo que éramos antes, como cuando él se quedaba todas las noches a dormir aquí y desayunábamos juntos. Me había acostumbrado tanto a esa idea, que tener que esperar siete días para poder verlo me estaba matando. Y estaba mal. Muy mal. Esta codependencia inútil y ridícula me hacía sentir como un niño necesitado de atención, haciéndome suplicar una maravilla de poder verlo, aunque fuera diez minutos, sintiéndome solo y aburrido pese a que últimamente Umma y yo nos habíamos estado viendo demasiado y todos los días charlaba con Joel por llamada.

Era ridículo.

Si me sentía de esta forma ahora, ¿cómo me iba a sentir cuando Jimin se fuera para siempre?

Ni siquiera podía imaginarlo.

Le había dicho a Umma que iría a terapia la semana próxima porque las palabras de la psicóloga que tenía por parte del gobierno ya no me parecían suficientes y yo creía que, si cambiaba un poco el aire como mirar pajaritos por aquí y por allá, quizás podría superar esta codependencia y avanzar, aunque fuera un poco.

Un poco.

Un poco hasta que Jimin sólo se convirtiera en un recuerdo y no volviera a verlo nunca más en mi vida.

Un recuerdo lejano y borroso de un hermano de alquiler entrando por la puerta de mi antiguo departamento.

Un recuerdo del amor de mi vida.

Mis ojos se acumularon de lágrimas y comencé a ver borroso cuando el picaporte de la puerta se giró por fin, Jimin entró y rápidamente cerró la madera detrás suyo. Corrí hasta él tirándome en un abrazo apretado y rodeé mis brazos en su espalda como si mi vida dependiera de él en lo absoluto. Realmente lo hacía en este momento. Él aroma a miel inundó mis fosas nasales y enterré mi nariz en el hueco de su cuello respirando aire puro después de sietes días ahogándome en el helado y solitario mar.

Eoduun • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora