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➝ Capítulo 32


No estaba.

El anillo que Jimin me había regalado para mí cumpleaños no estaba. Estuve toda la mañana buscándolo por todas partes de mi departamento con la esperanza de que se hubiera caído en alguna parte, pero no lo encontré; incluso con el sistema de búsqueda inteligente de Mía no pude encontrarlo.

Literalmente no estaba.

Recorrí las escaleras fuera del edificio, el lago y busqué en el camino hasta el laboratorio del programa de hikikomoris con la ilusión de encontrarlo tirado por ahí en el suelo, temiendo que se me lo hubiera caído cuando choqué con el extraño que se parecía a mí, pero no encontré nada. Incluso buscarlo en la calle era ilógico, cualquier persona cuerda que encontrara un anillo de aquella calidad que tenía el de Jimin se lo quedaría y no lo dejaría allí tirado, de ninguna manera.

Lo perdí.

La única cosa que me mantenía unido con fuerzas a Jimin, se había ido también. Me sentía vacío y expuesto ahora. ¿Cómo pude haber perdido el anillo y no haberme dado cuenta de su ausencia en el momento que se cayó? Yo era un estúpido con todas las letras, había ansiado demasiado ese anillo y era el objeto más valioso que tenía, ¿Cómo pude descuidarme? Me hervía la sangre con tan sólo pensar que Kim, mi ex encargado, me lo hubiera robado en un descuido. Y si ese era el tema, ¿Cómo lo recuperaba? Tenía sentido, después de todo; ellos no querían que yo tuviera ningún tipo de contacto con Jimin.

Que ridículo que era todo esto.

Qué ridícula que era la situación en sí.

Encontrándome rodeado de todas mis cosas por doquier, sentado en suelo del pasillo con las luces apagadas y la música sonando tan fuerte que estaba a punto de romperme los tímpanos, me abracé las piernas y descansé mi frente sobre las rodillas. Estaba cansado de llorar y de sentirme miserable, de seguir siendo un peón para estas personas que habían perdido la cabeza por completo y que me manipulaban hasta en la muerte, siendo sometido a ceder sus órdenes por el resto de mi vida.

Tan cansado, que por un momento consideré realmente ceder a esas órdenes. ¿Qué más daba? Todo estaba arruinado en mi vida, ya no había un futuro ni una esperanza a la cual aferrarme, ya no tenía dinero tampoco. ¿Qué iba a hacer afuera sin hogar? ¿Vivir como un maldito vagabundo durmiendo en los bancos de las plazas y bañándome en sanitarios públicos todo el tiempo? ¿Perderme entre la multitud sin saber a dónde ir?

O...

Sólo...

¿Volver inscribirme en el programa de hikikomoris? Kim había dicho que ya no podía volver a hacerlo, pero quizás si lo convencía a quedarme diciéndole que estaría abierto a cualquier tipo de experimento que quisieran probar, podría quedarme en este departamento para siempre hasta que me muriera de un paro cardíaco y alguien encontrara mi cadáver semanas después de morir. Continuaría viviendo cómodamente, tendría a Mía y mucho tiempo para buscar un empleo online y satisfacer mis necesidades de supervivencia. No tendría que vagar por las calles buscando consuelo ni morirme de hambre, yo podría seguir teniendo un techo y toda la tecnología del mundo aquí dentro.

Yo podría entregarme a lo oscuro por completo.

Levantando la cabeza y mirando a través de la poca luz tenue, pude ver la puerta de entrada. Tal vez si yo me ponía de pies ahora mismo y corría hasta ella, podría escapar de esta tentación que me obligaba a mantenerme muerto en este lugar. Quizás si yo me quedaba sentado y hundido en el suelo, podría escapar de la realidad hórrida que me esperaba afuera. Mi mente luchó por escoger una de las dos salidas, mis brazos se levantaron en búsqueda de su propia libertad y mis muslos temblaron cuando empecé a levantarme, dolía.

Eoduun • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora