5. Otra vez nosotros.

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21 años | Anggele

Abril



El trabajo se hace más pesado con el pasar del tiempo, pero amo hacer lo que hago, amo ganarme la vida haciendo lo que me gusta. Dios, ¿seré masoquista? Porque me encanta que me dejen trabajo por montones. Creo que soy la única persona que le gusta eso.

Bueno, en fin, por mucho que ame mi trabajo y que me sobrecarguen del mismo, amo más la comida, por lo que mi parte favorita del día es la hora del almuerzo. Había encontrado una cafetería cerca del trabajo y eso me facilitaba mucho las cosas, pues me gustaba salir de aquí por una hora al menos.

—¡Hola! —exclama Ángelo al verme en el primer piso—. ¿Ya te vas a almorzar?

—Sí, ya me toca —señalo el reloj en la pared—. ¿Y tú?

—Acabo de llegar de mi descanso —me informa—. Oye, ¿tienes planes para el sábado?

—Ehm, no sé —me rascó la sien, arrugo la nariz—. Aún no lo sé, no me gusta hacer planes de manera precipitada.

«Lo que quiere decir: ¡No me invites a salir!», exclama mi yo interno.

—Bueno, por si cambias de opinión, todos iremos por unos tragos y estará divertido —murmura con una sonrisa—. Me encantaría verte ahí.

—Oh, claro —sonrío falsamente—. Lo pensaré, pero gracias. Bueno, ya se me hace tarde. Nos vemos.

—Adiós.

Ruedo los ojos al cielo, odiaba ya esto, creo que era lo único que detestaba de mi trabajo. Ángelo y su constante insistencia. ¿No se cansa o qué?

Salgo de la editorial y voy directo a la cafetería de siempre, cruzo la calle cuando no viene ningún vehículo y camino por la calle tranquilamente, hasta que una rubia alta empieza a caminar junto a mí.

Mi ceño se frunce sin entender el por qué de su actitud y de sus actos, camina con alegría, casi dando saltitos, luego se adelanta y entra a la misma cafetería a la que yo voy. Inhalo profundamente y le resto importancia, ingreso al lugar y el olor a café me calma un poco.

—Hola, Anggele —me saluda Sarita, la chica que siempre me atiende—. ¿Lo mismo de siempre?

—Sí, Sara, gracias —le sonrío y voy a una mesa alejada de la rara chica de hace unos minutos.

Trato de ignorar a la chica con bastante esmero, pero fallo por mucho. Me pregunto si tal vez le gusté, y no sería la primera vez que pasa. Sin embargo, algo en sus facciones se me hace vagamente familiar... ¿Qué será?

—Nuggets de pollo, ensalada de lechuga con brócoli y una Coca-Cola bien fría —la voz de Sara me saca de mis pensamientos, me sobresalto, pero le agradezco antes de que se retire.

Me concentro en comer lentamente, sin darle importancia al escudriño que me está haciendo la bonita chica al otro lado del local. Vamos, siendo sincera, si me gustaran las mujeres, esa rubia sería una candidata ideal.

Me distraigo dándole una revisada rápida a mis redes sociales, quedándome en Instagram más tiempo del necesario.

—Disculpa —dice una voz femenina a mi lado, pero cuando estoy por soltar el teléfono y dejar de beber la gaseosa, ella pregunta—: ¿Tú eres la mujer que se está follando a mi hermano?

Y eso fue suficiente para atragantarme y hacerme toser hasta el hígado.

—¡Oh, por Dios, lo siento! —exclama ella riéndose, llevándose las manos a la boca mientras me ve ahogarme con desesperación—. Cielos, creí que sería divertido, pero veo que no. Lo siento mucho, en serio. Perdón.

Solo porque sí (Saga D.W. 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora