28 años | Anggele
Noviembre
Demián me sostiene contra su pecho mientras sus dedos le dan lentas caricias a mi espalda. El calor de su cuerpo traspasa el mío haciéndome olvidar que estamos en Rusia y que afuera esta haciendo un frío que te congela hasta los pensamientos.
No me quiero mover ni un solo centímetro, quiero permanecer quieta y quedarme aquí para siempre. Este es mi lugar feliz.
—Tienes fiebre —sus labios se presionan contra mi frente.
—Debe ser el frío —susurro, cerrando los ojos.
—O puede ser que estás estresada —reitera.
—Tal vez —oculto una sonrisa—. Puede ser por todo lo que pasó esta semana.
Echo la cabeza para atrás, me pierdo en sus ojos marrones un segundo, antes de que sus labios se encuentren con los míos en un casto beso. Una sonrisa de boba enamorada se forma en mi boca, sin que pueda hacer algo para evitarlo. Estoy enamorada de él desde el primer instante, solo que antes no lo veía de esa manera, justo ahora, no quiero ocultar ese hecho.
—Te amo —digo por millonésima vez en todo el día.
Habíamos vuelto al hotel a eso de las dos de la tarde, almorzamos en la habitación y ninguno habló más de la cuenta. Hasta que, en algún momento, nos abalanzamos sobre el otro y no supe nada más hasta hace unos treinta minutos.
Lo había extrañado en todos los sentidos, además, no paré de decirle lo mucho que lo amaba. Sí, amo a Demián Whittemore, en cuerpo y alma.
—Y yo te amo ti —me dice de vuelta, haciéndome reír.
Sus dedos le hacen caricias a mi pelo, sin apartar sus ojos de los míos.
—¿Cómo supiste que estaba aquí en Rusia? —le pregunto—. No recuerdo habértelo dicho y a Aiby estoy segura de que no le conté.
—Aiby no me lo habría dicho, aunque lo supiera —me dice—. Ella muy leal.
—Eso es verdad —la rubia era una de las pocas personas a las que le confiaría mi vida entera si fuera necesario—. ¿Entonces?
—Miranda me lo dijo —sonríe.
Me incorporo apoyando en un codo, subiendo la sabana por mi cuerpo.
—¿La llamaste? —lo miro con el entrecejo fruncido.
—No sabía dónde estabas —me acaricia la mejilla con los dedos—, debía jugar mis cartas.
—Mamá es una chismosa —hago un puchero, él sonríe.
—Fue de mucha ayuda, en serio.
—Tú le dijiste lo que pasó entre nosotros —lo acuso, entrecerrando los ojos.
—Algo así —ahora recuerdo sus palabras ayer—. Valió la pena venir hasta aquí.
—Tienes razón —me inclino hacia él y le doy beso—. Me alegra que vinieras a buscarme.
—Quise buscarte antes, pero sabía que necesitabas tiempo —su mirada brilla, mientras se dedica a detallar todo mi rostro—. Solo que ya no voy a darte más tiempo.
—No me des más tiempo —me rio ante sus palabras.
Está asustando. Teme que cambie de opinión. Puedo ver todas las emociones y los sentimientos encontrados que pasan por su mirada. Me hace sentir horrible saber que mi actitud es la causante de su miedo, pero pretendo cambiar eso de ahora en adelante.
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Solo porque sí (Saga D.W. 3)
Roman d'amourAnggele y Demián. Demián y Anggele. Del mismo modo y en sentido contrario. Separados son un caos; juntos, una catástrofe. Son el uno para el otro. Están hechos para complementarse mutuamente. Pero, ¿lograrán darse cuenta a tiempo? Ninguno quiso que...