31. Te quiero, así sin más.

967 94 26
                                    

26 años | Anggele

Diciembre 24

Cuando me desperté Demián seguía dormido, supongo que el cansancio del viaje lo venció tanto que ni siquiera sintió los besos mimosos que dejé en sus mejillas y eso que los ama. Así que salí de la cama a eso de las diez de la mañana, tomé su teléfono y las cosas que tenía preparadas para su regalo de cumpleaños y me escabullí fuera de la habitación.

La casa estaba silenciosa, supongo que todos duermen aún, así que provecho y me siento al principio de la escalera y empiezo a guardar todo en la pequeña cajita que compré un día antes de venir aquí. No sabía que comprarle a Demián por su cumpleaños, le había estado preguntando y él solo se negaba, porque, según, yo era regalo suficiente.

Muy tierno, sí, lo sé, pero eso no me detuvo.

Hace como un mes atrás, sin querer dejé caer su teléfono y le quebré la pantalla, él decía que no importaba, que casi siempre hacia todo por medio de su iPad, pero no me importaba. Decidí comprarle un teléfono nuevo, fue la única idea brillante que se me ocurrió.

—Buenos días —me sobresalto al escuchar esa voz, Anne me sonríe cuando nuestros ojos se encuentran—. ¿Qué haces ahí?

—Buenos días —trato de ralentizar el ritmo de mi corazón—. Estoy envolviendo el regalo de Demián —le sonrío de vuelta cuando se sienta junto a mí.

—¿Un teléfono?

—Sí, sin querer le rompí la pantalla al suyo hace como un mes, creí que sería un buen regalo —observo en el fondo de pantalla nuestra foto. Yo tenía mis ojos cerrados y una sonrisa, mientras él me besaba la mejilla. Sonreí como idiota inevitablemente—. Me dijo que no había problema, pero de igual forma se lo compré.

—Demián es así —ella suspira—. Cuando era adolescente y se le dañaba algo, solo esperaba a que eso dejara de servir por completo para poder cambiarlo.

—Es bastante terco —me rio.

—Es idéntico a su padre —la sonrisa en sus labios me dice que está recordando algo—. ¿Qué te sucedió en la mano?

—Oh, tuve un pequeño accidente con la impresora en el trabajo —muevo mi mano aún cubierta con la muñequera—. El doctor dijo que solo serían quince o veinte días con esto, pero aún no se desinflaman los tendones, así que aún debo tenerlo.

—Ay, linda, cuando yo tenía tu edad vivía con moretones, todo porque usaba anteojos —se ríe—. Dominic decía que iba a terminar dañando los muebles de tanto tropezarme —sacude la cabeza, divertida y su energía es contagiosa—. ¿Y cómo van ustedes dos?

—Vamos bien —admito, bajo la mirada y juego con mis dedos—. Decidimos tomar las cosas con calma esta vez, creo merecemos que nos vaya bien.

—Cariño, cuando la persona es la correcta, no importa que tan difícil se pongan las cosas si se puede luchar junto a ella —coloca su mano sobre la mía y le da suaves palmaditas—. No sé si lo sabes, pero mi matrimonio no fue color de rosa. Ambos sufrimos mucho, pero al final todo tuvo su recompensa. ¿Sabes que fue? —negué, ante sus ojos azules brillantes como lao de su hija—. Dos pequeñas personitas que son parte fundamental de cada uno, nuestros hijos —sonríe y puedo ver el amor infinito e incondicional que tiene por su familia—. El amor dura tanto como lo cuides y si le pones mucha atención, durará para siempre. Créeme, te lo digo por experiencia propia.

Se pone de pie y acaricia mi cabello antes de bajar las escaleras. Me quedo pensando en sus palabras y en cuánta razón tiene, porque sí, el amor necesita mucho cuidado para que pueda perdurar.

Solo porque sí (Saga D.W. 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora