38. Necesitamos hablar.

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28 años | Anggele

Noviembre

Luego de insistir, insistir, insistir... y seguir insistiendo, por fin... ¡Al fin! Demián y yo nos hicimos el puto tatuaje. ¡Ah! Es que no puedo estar más emocionada. Había pasado dos semanas desde que mi novio accedió a esta pequeña locura conjunta. Decidí no dejar de hablar en todo el procedimiento, esperaba que Damián se quejara para burlarme de él, pero no lo hizo, se comportó muy bien.

Dios, ¿cuánto hace ya que le propuse esta loca idea? ¡Tres años! ¿Quién diría que la estrategia para que Demián haga lo yo quiero es hablar sin parar? Mmh, lo tendré en cuenta de ahora en adelante.

Repaso el tatuaje completamente sano en la parte superior de su brazo derecho, las líneas y los bordes. Dos manos entrelazadas por un hilo rojo. Ese era nuestro tatuaje. Nuestra marca. El destino nos había unido mucho antes de que nosotros nos diéramos cuenta. No había mejor manera de explicarlo.

Observo a Demián dormido junto a mí luego de una larga noche, sonrío al recordar las risas estúpidas en medio de sexo desenfrenado. ¿Quién hace algo así? Nosotros tenemos una idea errónea de lo que es el erotismo. Creo que esto nos sienta bien, simplemente sabernos el uno con el otro para ser felices.

Ha pasado tanto tiempo que me da miedo todo lo que siento, pero aún así hay que ser optimistas. Adoro a este hombre con todo mi corazón, no podría estar más feliz de estar con alguien.

¿Esa soy yo? Esa que habla con tanto amor, con tanto romanticismo. ¿Qué me pasó? Bueno, yo sé la respuesta.

Es el efecto: Demián Whittemore.

—Deja de mirarme, me pones nervioso —su ceño se frunce, aún con los ojos cerrados y una risa escapa de mis labios.

—Sabes que te gusta —beso su mejilla, dejando caer mi mano en su pecho. Los pausados latidos de su corazón me dan tranquilidad—. Buenos días, amor.

—Buenos días —me acaricia el cabello con parsimonia, dándome un beso en la frente—. ¿Dormiste bien?

—Muy bien —confieso levantando la cabeza para mirarlo a los ojos, arrastrando mis dedos por su abdomen, incapaz de alejarme—. Me gusta dormir contigo. Además, despertar juntos tiene sus ventajas.

Sigo bajando la mano, mis intenciones son bastante obvias, pero Demián me detiene, sofocando una risita en mi mejilla.

—¿Qué intentas? —besa mi mandíbula, enredando su mano en mi cabello para inclinar mi cabeza hacia un costado, dándole acceso a mi cuello.

—Darte los buenos días —me muerdo el labio inferior cuando sus dientes rozan la piel sensible de mi clavícula—. Demián...

—Ahora yo quiero darte los buenos días a ti —murmura con la voz cargada de deseo.

En algún momento que no vi venir en lo absoluto, él ya se encontraba encima de mí. Solté una risita antes de que sus labios tocaran los míos, la falta de ropa se hizo notar con rapidez, invitándome a rodearlo con las piernas. Sus manos le dieron fuertes apretones a mi cintura, mientras se presionaba contra mí sin pudor alguno.

—Demián...

—Tienes razón —se llevó mi labio inferior entre los dientes, ubicándose en mi entrada—, despertar juntos tiene muy buenas ventajas.

Con un ligero empujoncito se perdió en mi interior. Todo mi cuerpo tembló en consecuencia, debajo de él, era un manojo de terminaciones nerviosas que se aferraban a la poca cordura que me quedaba. Mis manos se perdieron en su cabello castaño, tiré del mismo entre mis dedos y lo besé como si no existiera un mañana.

Solo porque sí (Saga D.W. 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora