V e i n t i o c h o.

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El chico tierno, detallista, sensible, divertido y apuesto, sacado de todas aquellas comedias románticas era una completa mentira. Ese chico perfecto no existía. El Harry que parecía serlo, tampoco.

Como todos los hombres, Harry también podía ser un patán y egocéntrico, opacando por completo todas sus demás virtudes.

Esa misma noche después del concierto, hablé con Em y el resto de los chicos, todos, sin excepción, me desearon lo mejor en mi nueva etapa aunque se lamentaron un poco ya no tenerme durante el resto del tour. Decidí dejarlo ahí, a mitad de todo como toda una irresponsable, pero después de la discusión con Harry, estaba cien por ciento segura de que no me sería posible mirarlo a la cara sin querer estrangularlo y echarme a llorar como Magdalena.

No le diría adiós, no quería verlo, no quería escucharlo, no quería ni siquiera olerlo.

Fue una fortuna para mí que decidiera dejar todo estando en Londres, me evité la pena de tener que correr al aeropuerto y viajar no sé cuántas horas para volver a casa. Y entonces, me di cuenta que tendría que ver a Harry de nuevo esa misma noche. Prácticamente yo vivía en su casa, todas mis cosas estaban ahí. Quise golpearme la cabeza contra el concreto al no pensar en ese pequeñísimo detalle, debía volver a su casa por mis cosas indispensables al menos.

Antes de volver a casa de Harry, llamé a Niklas y le hice saber que ya había renunciado y que era libre, que no tendría que quedarme para el resto de las presentaciones en la Arena O2. Omití la parte de la discusión con Harry pero le pedí quedarme con él en su hotel hasta que tuviéramos que partir a California. Le prometí que llamaría un Adison Lee para llegar al hotel. Lo que menos me apetecía esa misma noche era que Harry y Niklas se vieran a la cara.

Llegué a la casa con las esperanzas de que Harry aún no hubiese vuelto del show, le recé a todos los santos y más Dioses para que Harry no se encontrara en casa. En realidad no tenía las más mínimas ganas de verlo, recordar sus palabras crueles me dolían en el alma y me hacían encender de nuevo la chispa de furia en mi pecho. No lo podía creer aún que él hubiera dicho semejantes barbaridades.

Para colmo de males, en cuanto el auto se estacionó frente a la casa, me percaté de las luces encendidas adentro. Tendría que enfrentarlo.

Entré a la casa y me seguí de largo sin mirar a otro lado, directo hacia mi habitación para comenzar a empacar lo más esencial. Ya me preocuparía luego por envíar a alguien que recogiese el resto de mis cosas. Saqué una maleta grande del clóset y comencé a arrojar todo adentro sin cuidado alguno, lo único que quería era marcharme lo antes posible.

- ¿Qué estás haciendo? - su voz, ronca como nunca, me sobresaltó pero después de recomponerme seguí con mi tarea sin prestarle atención alguna. -Eleanor. - llamó de nuevo y entonces lo sentí acercarse a mis espaldas, hasta pararse a mi lado. - ¿Qué demonios estás haciendo, Eleanor? - espetó y me tomó la muñeca con brusquedad.

-Suéltame, Harry. - siseé. -Me iré.

- ¿A California? ¿Ahora?

-No seas idiota. Pasaré el resto de la semana con Niklas. Ya no tengo nada que hacer aquí.

Su mano grande se apartó y entonces reanudé mi tarea. Las ganas de golpearlo de nuevo por comportarse como si nada hubiese pasado horas atrás, me picaban en ambas palmas de las manos.

-Por Dios, Eleanor, no seas tonta. No puedes irte a estas horas de la noche. No te he corrido.

-Seré una tonta, pero ya no puedo estar aquí contigo después de todo lo que dijiste.

Starstruck | h. s. | a. u. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora