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—¡Mierda!  Llaves, llaves

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—¡Mierda! Llaves, llaves... ¿Llaves? ¿Dónde están las llaves? —el sonido de pasos alejándose y una maldición jurada en voz irritada consiguió que la mujer arqueara una ceja, todavía con la mirada fija en el teléfono, mientras su novio tropezaba irritable por el departamento.

Sonrió divertida ante el mensaje de Adalf, el guapo pintor que su prima le había presentado y con el que llevaba coqueteando algunas semanas, sin saber si podría llegar a algo más con el rubio, por no querer fallarle a aquel que era su eterno novio. Su confirmación y pase libre había llegado en forma de una burlona sonrisa, una ceja arqueada con arrogancia y un "¿Desde cuándo necesitas mi permiso?" que el rizado había pronunciado para después responder desinteresado al beso que ella le dio y enfrascarse en el trabajo, por una campaña que exigía su completa atención.

—¡Llaves! El portafolio, ¿el portafolio? — un bufido y pasos que iban de regreso a la habitación sonaron, antes de que un Harry Styles con traje y la corbata mal anudada debido al apuro, cruzara el dintel de la puerta y sin mirarla, empezó a rebuscar entre sus pertenencias — ¿Nerea?

—Hmmm...—apartó la mirada de su teléfono un segundo para mirarlo algo hastiada — No, Harry, no sé dónde demonios has dejado tu portafolio, tu teléfono o tus llaves.

—Podrías ayudarme a buscarlos. —siseó entre dientes.

—Sí, podría, pero no quiero. —hizo una pausa para mirar por la ventana, con solo las cortinas de seda cubriéndolos del exterior — Hace demasiado frío y no quiero enfermarme; además eres un adulto autosuficiente.

—Claro...

—¡Vamos, hombre! — se rio de forma ronca — Seguro que un par de tonterías perdidas no te van a vencer.

En contra de su voluntad, las comisuras de Harry se tensaron en una sonrisa y rodando los ojos, retomó su búsqueda redoblando sus esfuerzos e ignorando tranquilamente las risitas tontas que su novia le dedicaba al teléfono.

No era algo que le preocupara o tan siquiera le interesara, ya que no se consideraba un tipo celoso y no tenía problema alguno con los rollos en los que se involucrara Nerea o con quien quisiera pasar el rato, ambos estaban demasiado conscientes de sus roles y de lo que se esperaba de ellos como para agregar problemas a su cuestionable relación, exigiendo algo que pedía a cambio más de lo que él podía dar. Mientras la pelinegra fuera discreta y no cometiera la estupidez de enamorarse por un par de polvos, no sucedía nada.

Heterosexuality [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora