Heterosexuality [l.s]

Día 23

La luz se filtró a través de las cortinas, despertándolo de golpe; al abrir los ojos, lo primero que vio fue la pequeña mancha de humedad que había en su techo blanco. Se quedó quieto, aguantando la respiración al notar la gran mano que lo tenía sujeto de la cadera y lo pegaba al cuerpo que estaba detrás de él.

—No, no, no, no. —susurró en una letanía desesperada.

Cerró con fuerza los ojos, sin siquiera tratar de convencerse de que no había pasado lo que pasó la noche anterior y sintiendo un desagradable déjà vu, se removió delicadamente para apartarse del agarre de Harry.

Con cuidado de no despertarlo, trató de salir velozmente de la cama, pero una estela de dolor en sus músculos lo detuvo. Hizo una mueca por el leve ardor que sentía en su trasero y el claro desgaste que los demás músculos de su cuerpo resentían.

Volvió a moverse, pero un resoplido en su nuca lo detuvo nuevamente. Sin querer girar para comprobar si Harry seguía dormido, se quedó estático, tratando de captar con sus demás sentidos el estado de su compañero de cama.

Estuvo en silencio por largos minutos, atento a cualquier ruido que pudiera salir del mayor, pero tras algún tiempo, decidió que este seguía dormido y podría huir a la comodidad de su cocina con tranquilidad.

Con movimientos lentos, apartó los cobertores y sábanas que estaban enredadas en él y con mucha delicadeza tomó la enorme mano que reposaba en su vientre, apartándola inmediatamente. Una vez libre de ese mortal agarre, se sentó en la cama y trató de estirar sus músculos, soltando un quejido por el dolor que sintió.

—¿Todo bien por ahí? —la divertida voz de Harry lo hizo dar un respingo y girarse a mirarlo con sorpresa y una mueca descontenta.

—Oh, estás despierto. —Louis trató de forzar una sonrisa mientras miraba al hombre que había pasado la noche en su cama.

Los ojos de Harry lucían más verdes que de costumbre, brillantes, divertidos y atentos a cualquier movimiento del más pequeño; sus rizos eran un desastre sobre la almohada, enredados entre sí y aplanados por partes; su cara estaba hinchada y con marcas de la almohada que le daban un aspecto gracioso y, sin embargo, lo que el castaño no pudo evitar notar eran las marcas oscuras que de nuevo adornaban el cuello del rizado.