El espíritu del anochecer

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Quedé dormido entre sollozos, alguna lágrima que no pude contener aún humedecía mi rostro. Las pesadillas se sucedían una tras otra en mi mente, alterando mi sueño.

Ella se me acercaba, yo intentaba correr, pero no podía reaccionar, mis piernas no respondían. ¡Vamos! Sí, por fin pude escapar, pero Elisabeth me seguía de cerca, cada vez más cerca... Tropecé con una raíz. ¿De dónde demonios había salido? ¡Hace un instante no había arboles! Elisabeth seguía acercándose a mí, pero gradualmente sus rasgos fueron cambiando para convertirse en Vince, que me gritaba cosas ininteligibles, lo único que podía entender era la palabra "despedido", la cual repetía constantemente.

De repente apareció una especie de ser vaporoso. Sus ojos cristalinos atravesaban los míos y de sus labios salía una sonrisa maligna que iba subiendo de volumen, hasta que me despertó. No sé si eran imaginaciones mías pero la seguía oyendo. Un brillo purpúreo comenzó a salir de una de las esquinas y justo ahí se materializó el mismo espíritu de mujer de mi sueño y que ya había visto anteriormente. Me froté los ojos. ¿Seguía dormido? ¿Me estaba volviendo loco?

-¡Te dije que lo buscases! El hombre de las mil verdades.-Su voz mística sonaba furiosa.

-No lo conozco, no sé quién ese hombre.

-Pues encuéntralo.

-¿Por qué debería hacerlo?

-Si sabes lo que te conviene lo harás.

La mujer parecía furiosa y amenazante. Su aspecto era por una parte frágil, y de alguna forma sentía la obligación de protegerla; por otra parte era firme y fuerte, casi todopoderosa, como si sólo con desearlo pudiese acabar conmigo. Sería mejor no cabrearla demasiado.

-¿Para qué tengo que encontrarlo? ¿Y cómo sabré que es él?

-Tú mismo lo descubrirás. Cuando lo encuentres sabrás que es él, sus palabras son casi tan sabias como las mías. Después, él te dirá qué hacer.
No entendía nada, pero algo dentro de mí aceptó ir en busca del hombre de las mil verdades.

-Ahora duerme.-me dijo más dulcemente.

Acarició mi mejilla con su incorpórea mano, sentí un placentero escalofrío con su roce y después caí inconsciente en el suelo.

Cuando desperté me encontraba en un lugar extraño en el que olía a suero. Estaba rodeado de más personas, algunas no paraban de gritar. Según me contaron después, era la enfermería. Dijeron que me había dado un golpe en la cabeza y me había abierto una herida que tuvieron que curar con grapas.

-Has estado algo más de un día inconsciente, ¿estás bien?-preguntó Sami, que había venido a visitarme.

-Sí, estoy bien, creo recordar que me tropecé y caí al suelo-mentí-¿Y tienes algún plan para, ya sabes?-Susurré.

-Sí, pero mejor si lo hablamos en un lugar más privado.

Me condujo a una sala un poco sucia y en la que predominaba el gris y que apestaba a lejía. En una de las esquinas estaba apoyada una fregona que se remojaba en un cubo.

-El plan es un poco arriesgado, pero creo que nos puede salir bien.-Se pasó una mano por el pelo.- Bueno, lo que tenemos que hacer es...

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Se acabó este capítulo. A partir del lunes ya no podré publicar capítulos muy seguidos, apenas tendré tiempo, pero espero publicar el siguiente pronto.

Espero que os guste mi historia, la verdad, no sé si lo estoy haciendo muy bien porque es de las primeras novelas que escribo (en la que más tiempo he conseguido escribir).

Hasta el próximo capítulo, besos y que os vaya bien.

Obsesión (Dean Ambrose Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora