La sala

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Abrí los ojos lentamente, mis párpados parecían de plomo, al igual que el resto de mi ahora pesado cuerpo. Me encontraba en una sala hecha entera de hormigón e iluminada por unos halógenos pegados al techo. Yo estaba en el centro de dicha sala atado a una silla. Esa situación ya me era familiar, era como aquella vez que aparecí en medio del desierto también atado a una silla, pero en esta ocasión en vez de con cuerdas estaba atado con cadenas de hierro.

Me moví levemente para intentar despejarme un poco, la cabeza me dolía como nunca. Escuché el sonido de una puerta abriéndose a mi espalda y alguien más entró en la sala.

—Parece que ya te has despertado. Como ves, esta vez he tomado más precauciones que la vez anterior, creo que no fue muy buena idea dejarte en el desierto, pero tus amigos fueron muy pesados y no tuve otra opción—la mujer de pelo negro y ojos verdes se colocó frente a mí—. Ahora que has despertado podemos empezar, tenemos muchas cosas que hacer, amor.

La miré inquisitivamente, todavía me encontraba un poco adormecido y desconcertado.

—Ya sabes, las dos horas que me prometiste.

—No, no voy a dejarme violar por ti—negué con la cabeza.

—Tranquilo, no será violación porque tú me has dado tu consentimiento, ¿recuerdas?

—¿Y lo que yo te hice sí que fue violación? Vamos, anda.

—Dean, tienes que aprender a dejar de vivir en el pasado, pero tranquilo, cuando vivamos juntos yo te enseñaré a ser feliz, todo será diferente.

—¿¡Qué!?

—Vamos, ¿no pensarías que me iba a olvidar de ti tan fácilmente?

—¡Me lo prometiste!

—¿Y dónde está eso escrito?

—En ningún sitio—bajé la mirada—. Pero Renee lo vio—dije con una sonrisa en la cara.

—Ya he hablado con Renee, y creeme que no dirá nada.

Entonces recordé todo lo que había pasado antes en la enfermería. Abrí los ojos como platos.

—¿Qué le has hecho a Renee? ¿Dónde está?—dije nervioso.

Elisabeth dio la vuelta a mi silla y salió de la habitación cerrando la puerta a su paso.

—¿Dónde está?—grité.

Diez minutos después la obsesa volvió ha entrar en la sala. Se puso enfrente de mí y me di cuenta de que tenía algo, o mejor dicho, a alguien el sus brazos, envuelto en un saco.

—Aquí la tienes—desató el saco, sacó de él a Renee y la lanzó contra el suelo.

La rubia gimió y se removió, intentando liberarse de sus ataduras.

—¡Déjala!

—Ella no es suficientemente guapa para ti, deja que antes le haga un buen tratamiento de belleza—sonrió.

Volvió a salir de la habitación y enseguida entró con una mochila de la que sacó unas enormes tijeras de podador. Volvió a sonreír.

—¡No! No le hagas nada. Hazme a mí lo que quieras, pero a ella no le toques ni ub pelo.

—Si es por su bien y el tuyo, ya verás como va a estar mucho más guapa así. Ya me lo agradeceréis.

Cogió un mechón del pelo de Renee y se lo cortó con las tijeras, y uno a uno fue cortando de forma desigual el resto de mechones mientras la rubia se quejaba.

—¿Por qué haces esto?

—Estoy asegurándome de que nunca la amarás. ¿Nunca has deseado que tuviese la piel más blanca?

Obsesión (Dean Ambrose Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora