Capítulo 9: Lección aprendida

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Un bocinazo procedente de la calle puso a Bill en movimiento. Recogió la mochila que tiró en un rincón el día que le dieron las vacaciones por Carnaval  y se la colgó al hombro, salió de su habitación sin molestarse en cerrar la puerta, y mucho menos en hacerse la cama.

Alcanzó a Tom en el rellano de la escalera y entrelazando el brazo en el suyo se despidió de su padre con una mano y ni miró a Alice.

—Bill, el desayuno...—empezó a decir Jörg con cansancio.

—Ya tomaré algo dulce por el camino—gritó Bill guiñándole un ojo a Tom.

Tom trató de zafarse, pero sintió que le clavaba las uñas y se mordió el labio por no gritar, no por el poco daño que le estaba haciendo, si no porque una imagen había atravesado su mente. Se lo imaginó con las piernas entrelazadas a su cintura, los dos desnudos, y como le clavaba en la espalda las uñas mientras aceleraba el ritmo de las embestidas.

—Tom—llamó Bill desesperado.

— ¿Qué? —preguntó Tom parpadeando.

—Papá te pregunta que si lo llevas todo—repitió Bill las palabras de su padre.

Dirigió su confusa mirada a su padre y asintió. Claro que lo llevaba todo, o más bien ese todo le llevaba a él....fuertemente agarrado para que no escapara...

Se despidió de su madrastra, que tras el periódico de la mañana le daba igual si se iban o se quedaban. Se dejó arrastrar por Bill y cogió aire antes de salir por la puerta, con miedo de lo que iba a pasar tras ella.

Aparcado en la calle y bien cerca de la valla del jardín, les esperaba un flamante deportivo rojo. En el asiento de conductor iba Georg, y cómodamente sentado detrás y dirigiéndole una amplia sonrisa, Gustav le saludaba con la mano.

—Vamos, tú primero—dijo Bill empujándole.

Georg le abrió la puerta sonriendo y Gustav echó el asiento que iba a ocupar Bill hacia adelante. Resopló y se sentó en el sitio que le habían dejado, pensando que si por él fuera iría a clase andando.

Antes de que se hubiera sentado el asiento fue puesto en su sitio y Bill subió al coche gritando emocionado.

— ¡Arranca, Georg! —gritó Bill ampliamente sonriendo.

Georg no se hizo de rogar, sabía que nunca debía hacerle esperar. Arrancó el coche de nuevo y enseguida la radio se puso en marcha a todo volumen. Pisó a fondo el acelerador y salió derrapando a la carretera, haciendo pegar un frenazo al coche que venía detrás.

— ¡Mira por dónde vas, joder! —gritó un chico agitando su dedo.

— ¡Que te den! —respondió Bill sin volverse.

—Por favor, quiero llegar vivo a mi primer día de clase—no pudo evitar suplicar Tom.

—Relájate y disfruta del paisaje—dijo Georg guiñándole un ojo a través del retrovisor.

¡Relajarse! ¿Cómo hacerlo con Bill delante? ¿O su amigo sentado a su lado demasiado cerca?




El camino era algo largo, y durante el puede ser testigo de algo que Bill le dijera la noche anterior en la cocina. Si, verdaderamente cantaba bien, y tenía una bonita voz, muy dulce. Cantaba la canción que en esos momentos sonaba en la radio, y lo hacía realmente bien.... ¿qué más cosas sabía hacer tan bien?

Llegaron al instituto y tras salir como pudo del coche, Bill le volvió a coger del brazo y echó a andar con paso decidido, llevándole a él a rastas y con sus amigos pisándoles los talones.

Con la cabeza bien alta, Bill Kaulitz presentó en sociedad a su hermano. Con la cabeza le señalaba a la gente con la que debería juntarse y con el dedo a los que ni en sueños debería mirarles.

Todo el camino fue escuchando su risa. Era realmente popular, era como si todos estuvieran pararos y en cuanto él llegaba se ponían en marcha, incluso pasaba lo mismo con los profesores. Se extrañó saber que a pesar de parecer que no daba un palo al agua, sus notas eran excelentes y los profesores tenían muy buena opinión de él.

Su primera clase fue un horror. Fue presentado a todos sus compañeros y obligado a sentarse al lado de Bill, cuyo asiento le cedió amablemente Georg.

—Así te pondré al día—dijo Bill con una sonrisa.

Prefirió no preguntar que le quería poner al día y pasó el resto de la mañana tratando de llevar el ritmo de la clase. Se sorprendió ver que estaban un poco retrasados en cuanto al plan académico que seguía. Todo lo que estaban explicando el ya lo sabía, y cuando contestó a una pregunta que uno de los profesores le hizo, se llevó un halago que no le gustó para nada.

—Excelente, Tom—le felicitó el profesor—Como se nota que tu hermano te ha enseñado muy bien la lección.

No necesitaba que Bill le enseñara nada, por mucho que lo deseara....




El primer día se pasó volando, pero lo peor vino después de clase. Por lo visto era normal que Georg y Gustav se pasaran la tarde metidos en la habitación de Bill haciendo los deberes y estudiando. Su padre estaba trabajando y Alice en sus cosas, a saber que hacía fuera de casa todo el día.

Por supuesto que le invitaron a estar con ellos, pero se negó con la excusa de que él si iba a estudiar en serio. Se encerró en su habitación, y sentado ante el escritorio de caoba que había delante de la ventana trataba de concentrarse sin escuchar la música alta que le llegaba a través de las paredes.

Aunque prefería que fuera eso y no otra cosa, como gritos y gemidos....

Lo dejó al cabo de dos horas y sacó por primera vez su preciada guitarra. Al final la escondió bajo la cama por si a su madrastra le daba por decirle que trastos viejos en la casa no.

Se tumbó con ella en la cama y rasgó sus desgastadas cuerdas. Estaba muy vieja, pero jamás la cambiaría por nada. A lo mejor poniendo unas cuerdas nuevas sonaría mejor, decidió pedírselo a su padre esa noche en la cena, sabiendo que no se iba a negar.

La estaba tocando concentrado que no se dio cuenta de que tenía público. Alzó la mirada y se encontró con Georg apoyado en el marco de la puerta mirándole asombrado. Dejó de tocar y le miró esperando a que dijera algo, o se fuera sin más. Pero no contaba con que entrara del todo en la habitación y se le sentara en la cama bien cerca.

— ¿Sabes que Bill canta como los ángeles? —preguntó en voz baja.

—Si, lo escuché en el coche—respondió Tom de la misma manera.

—Oh, eso no es nada. Cuando quiere, canta mucho mejor. Y tú tocas muy bien la guitarra—le halagó poniendo una mano sobre ella.

Se puso tenso de inmediato, recordando lo que pasó cuando fue Gustav quien se le acercó tanto.

—Bill y tú haríais muy buena pareja—dijo Georg mirándole con firmeza.

—Que va, solo sabemos discutir y no llegaríamos a cantar dos notas seguidas sin tirarnos de los pelos—sonrió Tom con nerviosismo.

—Os he visto, os lleváis muy bien, como si nunca os hubieran separados—dijo Georg con firmeza—Es como si estuvierais predestinados a estar juntos el resto de la vida.

—Pero qué dices—murmuró Tom logrando levantarse de la cama—Bill tiene su vida y yo la mía, Bill te tiene a ti y yo a...

— ¿Si? —le animó Georg a seguir.

Pero negó con la cabeza. Le dio la espalda y se apoyó en la ventana suspirando. Había estado a punto de decirle que él tenía a Andreas, cuando no era cierto. Nunca habían estado juntos de esa íntima manera, y sabía con certeza que nunca lo estarían.

Sus caminos se separaron cuando decidió coger el autobús y conocer a su familia tal y como le había prometido a su abuela....cuando conoció a Bill y decidió que sería suyo costase lo que costase...

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora