Capítulo 12: Se terminaron los juegos

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Las semanas siguientes se esforzó en no estar a solas con Bill, siempre que veía que se le acercaba con una pícara sonrisa en los labios, huía sin poder evitarlo, escuchando sus carcajadas en la distancia.

No le había contado que Alice les había pillado, y por lo visto tampoco ella le había informado, como si fuera la víctima y él su verdugo, un acosador de su propio hermano cuando estaba claro que era al revés.

Una noche mientras cenaban su padre les anunció que se tenía que marchar de viaje.

—Por negocios—aclaró Jörg.

— ¿Tú solo? —preguntó Alice tratando de mostrar el mínimo interés.

—Si, Gordon no puede acompañarme, alguien tiene que cuidar del negocio—explicó Jörg.

—Le invitaré a comer para que me ponga al día, cuando tú faltas alguien tiene que velar por la economía de esta familia—dijo Alice muy seria.

Tom dejó de cenar y miró a Alice con el ceño fruncido. No hacía falta que se metiera en los negocios, nunca había mostrado ningún tipo de interés y ahora que su padre anunciaba que se iba de repente era responsabilidad suya.

Intercambió una mirada con Bill y le vio asentir con la cabeza. Estaban pensando lo mismo, que las comidas con Gordon se harían eternas.




Al día siguiente era sábado y no tenían clases. Se despidieron de su padre y continuaron con el desayuno. El verano había llegado y pronto tendrían vacaciones.

—Iros a hacer los deberes—ordenó Alice sin mirarles—Esta tarde no estaré en casa y fijo que haréis lo que os dé la gana, así que antes de irme quiero ver vuestra tarea terminada.

La obedecieron sin rechistar, incluso Bill, que se mordió la lengua para no contestar. Se encerraron cada uno en su habitación y no salieron de ellas hasta que Edgar les anunció que su madre les buscaba. Bajaron con sus cuadernos de la mano y entraron en la sala donde Alice descansaba.

Bill fue el primero en enseñar sus deberes hechos. Alice los leyó por encima y chasqueó la lengua. Le riñó por tener una letra tan poco clara y pequeña y le devolvió el cuaderno sin mirarle.

Llamó a Tom y esperó hasta quedarse a solas. Se levantó pero no le cogió el cuaderno que le tendía.

—Voy a salir y regresaré tarde—anunció Alice con voz dura—Espero que sepas comportarte. Es la tarde libre del servicio y estaréis los dos solos en casa. Sé que me arriesgo pero no pienso cancelar mis planes para vigilar al pervertido de mi hijo.

Se mordió los labios para no contestarle. A él tampoco le hacía gracia saber que iban a estar los dos solos en casa, a saber que se le ocurría a Bill.

Salió del salón cuando Alice le despidió con un gesto de la mano. Subió corriendo a su habitación y se encerró en ella hasta que escuchó cómo Alice se despedía de Edgar y abandonaba la casa.

Solo entonces suspiró aliviado. Se levantó de la cama en la que se había tumbado a esperar y se quitó la camiseta. Hacía mucho calor y le apetecía bajar a la piscina y nadar un poco hasta la hora de la comida.

Se desnudó del todo y se puso su bañador de media pierna y con un estampado floreado. Lo compró hacía una semana junto con Bill. Estaban de compras en un centro comercial con su padre y a Bill le pareció una idea graciosa que los bañadores fueran iguales, solo que el suyo llevaba las flores en azul y las de Bill eran rojas.

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora