Capítulo 14: Puñaladas por la espalda

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Tras acordar con Sophie el menú con el que quería "conquistar" a su víctima, corrió escaleras arriba y entró en su habitación. Habían quedado en menos de 2 horas y tenía el tiempo justo de ducharse y arreglarse. Quería recibir a su invitado lo más sexy posible, cortarle la respiración nada más verle y que cayera a sus pies suspirando su nombre.

Se desnudó y entró en el baño, comenzando a cantar mientras se lavaba el pelo con esmero. Quería que reluciera, que sus color azabache brillara más que nunca. 

Cortó el agua y se ajustó una toalla a la cadera. Cogió otra y sin dejar de tararear cada vez más alto se secó el pelo. Sonrió al recordar como la otra noche cantó al compás de la guitarra de Tom. Cuando le dijo que quería probar algo con él, bueno no tenía en mente que fuera una canción, pero le gustó como quedaba su dulce voz con la manera tan suave que tenía Tom de rasgar unas cuerdas y hacer que saliera de ella una melodía tan magnífica.

Pasó al dormitorio y dejó caer la toalla al suelo. Se paseó desnudo por la habitación mientras abría cajones y escogía la ropa adecuada. Abrió el gran armario que ocupaba casi una pared y eligió entre los cientos de pantalones que tenía colgados, maldiciendo por lo bajo que se le echara encima la hora, si tuviera más tiempo habría salido a comprarse unos nuevos. La ropa que tenía estaba pasada de moda, pero sabía que Alice no le iba a comprar nada por mucho que le suplicase.

"Ahorra" —le dijo una vez entre risas.

¿Ahorrar? No conocía el significado de esa palabra. Recibía una pequeña paga por parte de su padre y se la fundía en cuanto podía. Sus gastos eran elevados, el maquillaje era caro y no se conformaba con burdas imitaciones.

Suspiró mientras negaba con la cabeza y devolvió a su sitio una percha. Deseaba cumplir los 18 cuanto antes. Cuando murió su abuelo, le dejó una gran fortuna pero de momento no podía tocarla. Le esperaba en el banco, junto con los beneficios obtenidos y también las acciones de la empresa de su padre que su abuelo también le cedió.

Ahora que lo pensaba con más detenimiento, debía ser cuidadoso. Si Tom se enteraba, fijo que le pedía su parte. Y no se la pensaba dar, era todo suyo, y como ya le dijo la primera noche que le vio y que graciosamente le confundió con una chica, que alejara las manos de sus cosas. Él no compartía, ni le pertenecía a nadie.

Terminó de elegir la ropa y se vistió suspirando. Se tendría que conformar con sus viejos harapos. Entró en el baño y se alisó el pelo para empezar a maquillarse con esmero. Se aplicó una sombra azul a juego con el estampado de su camiseta y en sus labios se puso una nota de color frambuesa, lo que los hacía más jugosos y apetitosos.

Miró la hora en el reloj de pared y soltó un grito al ver lo tarde que era. Su invitado estaba a punto de llegar y él aún decidiendo si echarse perfume o dejar que oliera su aroma natural.

Se decidió por eso último y salió del baño para calzarse sus botas de punta ancha y tacón alto. Cuando estaba terminando de subirse la cremallera escuchó el timbre de la puerta y se levantó de golpe. Con los ojos buscó por la cómoda hasta que la encontró. Una pequeña cajita plateada de la que sacó su pulsera de la suerte y se puso emocionado.

Salió de la habitación suspirando y al pasar por delante de una de las mesitas que adornaban el recibidor cogió un caramelo de menta que a Alice le gustaba dejar en pequeños cuencos de cristal. Lo desenvolvió y tirando el papel al suelo se lo metió en la boca y lo lamió con avidez para refrescarse. Quería tener un buen aliento por si su plan se ponía en marcha antes de la comida.

Se paró a escasos metros de la puerta mientras saboreaba el dulce en su boca y le hizo una señal a Edgar, quien le miraba con el ceño fruncido. Sabía que hasta el mayordomo se había dado cuenta de sus intenciones, pero no le importaba, llevaría a cabo su plan aunque le costara sudor y lágrimas.

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora