Capítulo 13: Planeando la venganza

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Jadeando sin haberse aún repuesto, Bill se acomodó el bañador de nuevo y se sumergió bajo el agua hasta que pasado un tiempo sintió que le iban a estallar los pulmones y salió a la superficie lanzando un grito al tiempo que cogía una profunda bocanada de aire.

Maldijo por lo alto y tomando impulso se apoyó en el borde de la piscina con las dos manos y salió. Cogió la toalla que ya dejara Tom preparada y se secó a ella sintiendo hervir la sangre.

Se sentía humillado, y de qué manera. Nadie nunca le había calentado para luego dejarle a medias, era él quien lo hacía y disfrutaba de ello. Quería vengarse, y no le importaba tener que dañar a alguien. Tom lo iba a pagar muy caro, y luego no le dejaría ni mirarle.

Entró en la casa sin haberse secado del todo, dejando que su húmedo pelo goteara por el mármol del que tan orgullosa estaba Alice. Subió su habitación y se desnudó del todo para darse una ducha, sabiendo que Tom estaba en igual situación en esos momentos, pero siendo la suya de agua bien fría.

Si las cosas no se hubieran torcido en la piscina, ambos disfrutarían de una ducha compartida mientras lavaban y acariciaban el cuerpo contrario. Pero Tom la cagó y ahora cada uno se tenía que satisfacer a su manera. Uno con una ducha fría y otro masturbándose mientras se mordía los labios para no gritar desesperado.




Cuando regresó Alice al cabo de unas horas, se extrañó de encontrarse en silencio la casa. Edgar le anunció que sus hijos no habían bajado a cenar ninguno de los dos y que Sophie esperaba para servirla la suya.

Pero antes de poner un pie en el comedor, Alice subió las escaleras lo más rápido que pudo, entrando en la habitación de Bill sin molestarse en llamar primero. Se sorprendió de verlo, solo y ante los deberes.

Tumbado de espalda desde la cama en la que estudiaba gramática, Bill alzó la mirada del libro que tenía entre sus manos y miró a Alice con una ceja alzada.

— ¿Ocurre algo? —preguntó algo preocupado.

Alice ni se molestó en contestarle. Abandonó la habitación y entró en la del otro hermano, encontrándolo también en la cama solo que tocando su vieja guitarra.

— ¿Ocurre algo? —repitió Tom la pregunta de Bill.

Le miró fijamente a los ojos, pero no pudo ver nada en ellos. No sabía si eso era bueno, no podía adivinar sus pensamientos...

—No ha pasado nada—tranquilizó Tom con una amplia sonrisa a Alice—Te lo puedo jurar sobre una pila de biblias, si quieres.

Maldiciendo por lo bajo, Alice dio media vuelta y entró en su habitación. Pediría que le subieran la cena, y un analgésico, sus dos díscolos hijastros le estaban provocando una terrible jaqueca.

Mordiéndose los labios para no reír en alto, Tom acomodó la guitarra sobre su regazo y siguió con la pieza que estaba tocando, tarareando por lo bajo. Pero al parecer no era el único con ganas de cantar. A través de la puerta que Alice dejó abierta escuchó el dulce sonido de la voz de Bill. Estaba cantando,...no, más bien le estaba cantando a él.

Paró de tararear mientras seguía tocando como si nada, tratando de no escuchar lo que su hermano le cantaba.


Oigo cuando gritas silenciosamente

Respiro cada respiración tuya

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora