Capítulo 10: ¿Qué voy a hacer contigo?

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El tiempo voló rápido y de pronto ya habían pasado 3 meses desde que descubriera que tenía una familia nueva. La vida con Bill era la misma que el primer día. Se pasaba los días esquivando sus miradas y las noches sin apartar la suya de esa puerta que les separaba, rezando para que no se volviera a colar en su cama....deseando no ser su hermano para que lo hiciera sin ningún tipo de remordimiento....

Su padre hacía lo posible para que se sintiera cómodo en la casa, pues le notaba distraído y como tenso, y pensaba que todo era producto de sus nervios. Su madrastra....simplemente le ignoraba, al igual que a Bill. Solo le hablaba si era para echarle algo en cara o reñirle sin importarle estar delante del mayordomo, cocinera o criada. Parecía que le divertía hacerle quedar en ridículo delante de la gente.

Y una noche descubrió algo que le partió el corazón. Acababan de reñir a Bill por una tontería, pero las palabras usadas fueron muy crueles. Él no estaba presente, pero desde el rellano de la escalera vio como Bill huía del salón y salía al jardín.

No quería meterse donde no le llamaban, pero algo le decía que debía ir tras él. Y así lo hizo, para descubrirle llorando de rodillas en el suelo, abrazándose a si mismo porque no había nadie dispuesto a darle consuelo.

Se moría de ganas por ir, pero pensando que podía ser uno de sus trucos y liarle para abrazarle o volver a besarle, decidió quedarse con las ganas y escabullirse antes de que se enterara.

Pero esa no fue la única ocasión que le vio "raro". Un mes después de su llegada a la casa, conoció en persona al socio de su padre, Gordon. Les hizo una visita una tarde en la que su padre estaba fuera y su madrastra se hallaba en casa. Salía en esos momentos de la cocina cuando le vio llegar y ser recibido muy efusivamente por su madrastra.

Se quedo parado sin poder moverse, logrando que le pillaran y que su madrastra le dirigiera una fría mirada.

—Tú debes ser Tom—dijo Gordon con una sonrisa.

Asintió en silencio, pensando que se estaba poniendo rojo como un tomate al recordar las palabras de Bill. Le dijo que entre su madrastra y Gordon había algo, entonces no le creyó, pero en esos momentos pensaba que tenía toda la razón.

— ¿No tienes deberes que hacer? —preguntó con dureza Alice.

Asintió de nuevo en silencio y pasando por su lado echó a correr escaleras arriba. Se encerró en su habitación pero no se separó de la puerta, agudizando el oído cuando escuchó el timbre del teléfono. Esperó unos minutos y entonces se asomó al pasillo, viendo como Gordon estaba solo y paseaba por el recibidor, hasta que Bill llegó y se cruzó con él nada más abrir la puerta.

—Hola, Bill— saludó Gordon con un extraño tono.

Desde donde se encontraba pudo ver como se encogía Bill y le cambiaba la expresión de la cara. Veía en ella un gesto incómodo y hasta juraría que el miedo brillaba en sus ojos. Supo que debía hacer algo, para eso era su hermano. Salió de su escondite y bajó como si se le hubiera olvidado algo.

—Bill, ¿hacemos juntos los deberes? —preguntó al llegar a su altura.

Bill asintió levemente con la cabeza y en un impulso le tendió la mano que él cogió con firmeza. Tiró con suavidad de él y le alejó de Gordon todo lo que pudo, mientras le dirigía una mirada que lo decía todo...

"¡No mires así a mi hermano!"

Desde esa tarde, pudo comprobar que Bill vivía asustado, pues cuando llegaron a su habitación le abrazó con fuerza y le dio las gracias con voz entrecortada. Ni le quiso meter mano ni se aprovechó para besarlo. Simplemente, estaba asustado. No hacía falta preguntarle el porqué, sus ojos lo decían todo.

Pero con el paso de los días, volvió a ser el mismo de antes. Una tarde aprovechando que estaban solos en casa, invitó a Georg y a Gustav a su habitación. Él estaba tratando de estudiar en la suya, pero sus risas se lo impedían.

Cerró con fuerza los libros y se cruzó de brazos sentado delante de su escritorio. Miraba por la ventana hasta que le llegó un olor extraño.

Se puso en pie de inmediato y saliendo de su habitación entró corriendo en la de Bill, encontrándoselo en muy mal estado.

— ¿Qué demonios le habéis dado? —preguntó enojado a Georg.

—Tranquilo, que solo es un porro—contestó Georg riendo.

Gustav le imitó desde el suelo en el que tumbado de espalda daba una profunda calada y expiraba con una sonrisa tonta dibujada en la cara. Miró a Bill, tumbado en la cama con los ojos fuertemente cerrados.

— ¿Quieres una calada? —ofreció Georg tendiéndole su porro.

—No, gracias—contestó Tom con dureza— ¿Qué le pasa?

—Bill....todo se le sube enseguida a la cabeza—contestó entre risas Georg.

Maldijo por lo bajo y se le acercó, sentándose en la cama y cogiendo con suavidad su cabeza.

—Bill, despierta—llamó Tom retirándole el pelo de la cara.

Pero Bill no reaccionaba. Llevó la mano a sus labios y la dejó sobre ellos, sintiendo contra su palma su cálido aliento. Al menos, respiraba...

—Cuando Alice le vea en este estado...—comenzó a decir en voz alta.

—Vaya, no habíamos pensado en eso—respondió Georg ya serio.

—Lo sé, solo pensáis en pasarlo bien sin ateneros a las consecuencias—dice Tom con rudeza.

—Tenemos que hacer algo por él, vamos a...—comenzó a decir Georg.

—Deja, ya me encargo yo—cortó Tom enojado—Coge a Gustav y llévatelo de aquí.

Georg le obedeció a regañadientes. Quería quedarse y ayudar a Bill, que para eso era su novio, ¿no? 

Se inclinó y cogió del brazo a su amigo, forcejeando con él hasta que logró ponerle en pie. Le cogió por la cintura con firmeza y despidiéndose con la mano se lo llevó y salió de la casa, dejándole a solas con ese gran problema.

— ¿Qué voy a hacer contigo? —se peguntó Tom en un suspiro.

Se incorporó en la cama y le cogió con firmeza. Le obligó a caminar hasta el baño, en donde le inclinó sobre la bañera. Abrió la ducha y cogiéndola la puso sobre su cabeza, mojándosela con agua fría hasta que le escuchó protestar y tratar de apartarse.

Entonces cortó el agua y cogiendo una toalla le secó el pelo con firmeza.

—Así aprenderás—murmuró Tom entre dientes.

Le ayudó a incorporarse y le sentó en el borde de la bañera, esperando a que alzara la cabeza y le mirara.

— ¿Qué pasó? —preguntó Bill en un susurro, retirando de su cara el húmedo pelo.

—Tus amigos no se acordaron de que no te sienta bien fumar porros—explicó Tom con dureza.

—Es verdad, se me había olvidado—rio Bill en voz alta.

—Lo que faltaba—murmuró resoplando Tom.

Le obligó a levantarse, pero al dar dos pasos le tuvo que volver a coger con fuerza antes de que aterrizara en el suelo del baño.

— ¿Estás mareado? ¿Tienes nauseas? —preguntó Tom preocupado.

—Se me va la cabeza—contestó Bill en un débil susurro.

Maldijo por lo bajo y le ayudó a salir del baño, pero decidió llevarle a su habitación. Le dejó con suavidad sobre su cama y regresó a la suya para abrir las ventanas y airear la estancia. Cogió los restos de los porros y los tiró al inodoro antes de que Alice regresara y les riñera a los dos. A Bill por fumar esa mierda en casa y a él por no haberlo impedido. Era como si de repente estuviera al cargo de Bill, ya que era el mayor su obligación era velar por él y tratar de impedir que se metiera en problemas.

Pero Alice no veía una cosa. Al obligarle a estar pendiente de Bill, le obligaba a pensar cada vez más en algo que no debiera....no estaba bien que se fijara en su hermano de esa manera, mas teniéndolo en esos momentos medio inconsciente en su cama, pudiendo aprovecharse de él sin que se diera cuenta....pudiendo saborear sus dulces labios como tantas noches soñaba....

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora