Capítulo 15: Un golpe inesperado

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Llevaba toda la mañana fuera de la casa, necesitaba tiempo para pensar si estaban haciendo lo correcto o lo mejor sería olvidarlo todo, pero por más que se lo propusiera, no podía sacarse a Bill de la cabeza.

Se encontraba en un centro comercial, frente al escaparate de una joyería. Su padre había tenido el detalle de proporcionarle una tarjeta de crédito para que se comprara todo lo que necesitara o se le antojara, como Bill hacía cada día aunque no necesitara nada. Le daba pudor usarla en un capricho para su hermano pero...delante de sus ojos había una pulsera de plata, una esclava que nada más verla se la imaginó adornando la suave muñeca de Bill.

Pensaba en lo romántico que sería comprársela y dársela esa misma noche mientras cenaban, otra vez solos pues Alice nunca acostumbraba a hacerlo con ellos de las pocas veces que regresaba a casa antes del anochecer.

Sonreía al imaginarse la cara que pondría Bill, los ojos le brillarían al ver la joya y fijo que se lanzaba a su brazos y le llenaba de besos la cara. Y....

— ¡Tom!

Esa voz le hizo parpadear. Miró a su alrededor y maldijo por lo bajo al ver quienes se acercaban. Por muy grande que fuera el centro comercial, o la maldita ciudad, había tenido que encontrarse con las personas que menos deseaban ver en esos momentos. El supuesto novio de su hermano y su amiguito del alma.

Cambió como pudo la expresión de la cara y esbozó algo parecido a una sonrisa de bienvenida.

—Que sorpresa—dijo Georg riendo.

— ¿Está Bill dentro?—preguntó Gustav señalando la joyería con la cabeza.

—No, está en casa—contestó Tom entre dientes.

—Que raro, con lo que le encanta que le lleven de compras—rio Gustav guiñándole un ojo.

— ¿No te ibas ya? —cortó Georg con brusquedad.

Entendiendo el mensaje de su amigo, Gustav se despidió de Tom con un gesto de la mano y desapareció escaleras mecánicas abajo.

—No le hagas caso, es un cretino cuando quiere—dijo Georg acercándose al escaparate.

Tom le imitó pero se quedó unos pasos atrás, esperando que no le preguntase que era lo que hacía....pero en vano...

—A Bill le encantaría—murmuró Georg de repente.

— ¿Lo qué? —preguntó Tom carraspeando.

—La pulsera que estabas mirando—contestó Georg volviéndose—De todo lo que hay en el escaparate, es lo que Bill llevaría.

Tom no pudo más que darle la razón. Solo había relojes con una gruesa cadena y la dichosa pulsera. Bill nunca usaba reloj, como él, así que solo quedaba la otra opción.

— ¿Se la vas a comprar? —insistió Georg.

— ¿Y por qué debiera? No ha hecho nada para merecérsela—contestó Tom de malas maneras.

—Es tu hermano, no tiene porqué—dijo Georg encogiéndose de hombros—Me gustaría que la tuviera, sé de fijo que le encantaría. Así que...si tú no se la compras, tal vez yo....

No esperó ninguna contestación, el verle correr a la puerta de la tienda era de por sí una respuesta. Esperó fuera hasta que 5 minutos después salía Tom con una pequeña bolsita con el nombre de la joyería en ella impresa.

—Una buena elección—dijo riendo Georg—Venga, tengo el coche fuera. Te llevo, quiero ver la cara que pone Bill cuando se la vea.

Tom le siguió en silencio, mordiéndose la lengua para no gritarle que no pensaba dársela con él delante. Subió a su coche y por el camino Georg le preguntó que más compras había hecho al verle dejar dos pequeñas bolsas más.

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora