╚» CAPITULO DOS «╝

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『[LA IGLESIA] 』
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LA INAUGURACIÓN DE LA IGLESIA DEL PUEBLO ERA UN TEMA DE HABLAR.
Bruno aún no había ido, a pesar de la insistencia de su familia con recordarle que era un evento importante, y por lo tanto, debía asistir. Por dentro, tanto el como las mujeres, estaban de acuerdo con pensar que no era buena idea que el se presentara ese mismo día.

Sus ideologías en contra de la mala suerte lo arrastraron a ese lugar sin darse cuenta.

Fue recibido por el cura, un hombre de cabello brilloso y postura erguida, quien le hizo una señal para darle la bienvenida. Bruno le dió una reverencia, en señal de respeto, aunque quizás ese hombre no era mucho más viejo que él.


Cuando entró, se dedicó a observar con detenimiento, el lugar era amplio, con muchas sillas en comparación a los habitantes de Encanto.
Una enorme cruz colgaba al final, detrás de un escritorio de madera con una fina tela blanca decorándola. Desde su posición no podía fijarse en lo que había encima de esta, pero se hacía la idea.

Estaba casi vacía, alrededor de cinco personas estaban ahí sí lo contaban a él.
Buscó un lugar apartado de todos, y empezó a orar.

Jamás había cuestionado sus creencias, así que si había alguien capaz de escuchar sus plegarias y perdonar sus pecados, era ese ser al que le rezaría.

"Te pido Señor- Empezó, juntando sus manos luego de arrodillarse en el frío suelo-, que haya alguien en el mundo que no me trate como si fuera un leproso, que mi familia me ame, tanto como yo las amo. Te pido Señor, alguien que me comprenda, y no me tache de demente por mi don, que sé que, a pesar de lo que pueda llegar a pensar, es una bendición que me haz dado.
También te pido que me perdones si he pecado en el momento de alzarle la voz a mi hermana o al huir de mi madre.
Por favor, Dios misericordioso, concede las plegarias de tu fiel servidor, amén".

Finalizó apretando sus nudillos con el fin de poner toda su energía en ese rezo.
Se preguntó,casi por un instante, si Dios también lo había echo a un lado, como los demás.

Salió de la iglesia con la cabeza baja, a punto de subirse de nuevo el gorro que tenía cosido a su ruana.
Pero algo, más bien alguien, se interpuso en su camino.

No pudo evitar el ceño fruncido por la confusión de ver al cura en frente de el, con su biblia en mano y una sonrisa en su rostro.

—¡Bruno Madrigal! Eres él hombre que quería ver.—Antes de que pudiera hablar - o siquiera hacer un gesto con la boca- el sujeto siguió hablando.— Nuestra iglesia es grande, y es seguro que tiene la bendición de Dios, pero tú, como un hijo de nuestro creador, ¿Crees que se te sería posible el hacer una visión para saber el futuro de esta?

Torció la boca, a punto de negarse. Pero terminó aceptando por la presión que sintió al ver tanta gente reunida detrás del pelinegro.
¿Qué podría salir mal en una iglesia, después de todo?

En el pasado, Bruno no era un hombre tan supersticioso, por lo que su ritual antes de hacer una visión - que según él, también ayudaba a alejar las malas vibras- aún no existía.

Tomó con fuerzas las manos del hombre y les dió un leve apretón antes de sentir como su realidad se distorsionaba y sus ojos ardían por el fuego verde que emanaban.

—La iglesia... Será prospera, muchas personas vendrán aquí a casarse o a bautizar a sus hijos... Y... Se... Se hará más grande para que todos puedan entrar—El Madrigal no pudo escuchar a las personas suspirando de alivio—...¿Y...Usted quedará calvo?

— ¿Disculpe?

Y los suspiros se reemplazaron con leves risas.

—Usted... Se quedará calvo.— Confirmó está vez Bruno sosteniendo la tabla de jade antes de que cayera al suelo.

— Uh... Supongo que... Nadie sabe los caminos que toma Dios... Todo está escrito en sus planes.— Titubeó tomando la profecía, en donde podía verse un hombre sin cabello enfrente de una gran iglesia.

A Bruno no le gustaba la cara que ponían las personas cuando le entregaba su visión, pero no tuvo tiempo de pensar en eso, cuando una figura cruzó en frente de él y la curiosidad lo invadió.

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Quiero actualizar por día, pero me enferme a inicio del año y casi no puedo hacer nada, empezamos mal.

🄳🄴🅂🅃🄸🄽🅈 | 🄱🅁🅄🄽🄾 🄼🄰🄳🅁🄸🄶🄰🄻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora