╚» CAPITULO TRES «╝

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『[EL BOSQUE] 』
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ENCANTO ERA UN LUGAR LLENO DE PLANTAS DE TODO TIPO.

Por eso a nadie en el pueblo le faltaban frutas en su hogar, porque siempre habían personas cultivando y vendiendo frutas y verduras.

El bosque era un lugar al cual muy pocas personas iban, porque no era un sitio que podían usar a la hora de sembrar, usando motivos de que la tierra era muy húmeda, o muy seca, que no llegaba el sol, que llegaba demasiado y que eran demasiados animales salvajes que estaban allí.

Años más tarde sería Luisa Madrigal quien se encargaría de ocupar esos terrenos para que el campo de maíz pudiera dar cosecha.

Pero Bruno no estaba en esos años, por lo que el bosque no era más que eso.
Y él estaba demasiado intrigado con el hecho de que una alta figura que no recuerda haber visto nunca cruzara aquel límite no marcado y que nadie pareciera notarlo o importarle.

Invadido por la curiosidad decidió seguirlo. Creer que lo hacía porque él era un Madrigal y debía cuidar del pueblo, en lugar de hacerlo solo porque era un chismoso, le parecía una mejor idea.

Pero cuando llegó a la orilla se quedó quieto, dudando de su decisión.
Por un lado, le preocupaba que un intruso con malas intenciones hubiese logrado entrar al poblado, y por el otro se estaba muriendo por la ansiedad que le provocaba entrar a lo que el creía prohibido.

Así que juntó sus dedos tratando de que la buena suerte llegara a él, y golpeando el tronco de un árbol a su lado, dió un paso al frente.

Caminaba con cautela, evitando hacer demasiado ruido y observando el lugar para evitar perderse al regresar. No encontró rastro de la figura, razón por la que tuvo que agudizar el oído para concentrarse al avanzar.

No supo que tanto había caminado, pero luego de no escuchar nada y darse cuenta de que a sus lados solo habían más y más plantas, Bruno desistió de la idea de encontrar ese extraño.

Iba a darse vuelta y volver, pero una melodía lo hizo quedarse en su lugar.

El alma ya quiere volar y vuela tras una ilusión,y aprendemos que el dolor y la alegría son la esencia permanente de la vida.

Era una voz calmada, un sonido melifluo que se perdía en el frío viento.

El Madrigal no se dió cuenta en que momento empezó a seguir el canto.
Mientras más caminaba, más cerca se oía el río y más se podía distinguir de quién era la voz.

Apenas pudo ver entre la floresta, entonces decidió subir a un árbol cercano.

Y cuando estuvo arriba pudo apreciar a una joven de cabello color carbón, que le caía como cascada por los hombros y espalda, estaba descansando a las orillas del agua, con los pies adentro.

Apenas y divisó la mariposa amarilla que voló frente a sus ojos.

No pudo verle la cara en ese momento, pero pensó que era por mucho la mujer más hermosa que había visto en su vida.

— ¿Tus papás no te enseñaron que es de mala educación observar de esa manera a las personas?

Y Bruno cayó se bruces al suelo.
No se dió cuenta de que había dejado de cantar ni tampoco de que no estaba en su antiguo lugar, si no que estaba de pie a unos cuantos pasos de él.

Se cubrió la cara con las manos, e hizo un patético intento para levantarse sin usarlas, volviendo a resbalarse y cayendo de nuevo.

— Perdón, perdóname. Yo- yo- yo no quería. Lo siento muchísimo, que vergüenza, de verdad.

La muchacha rió y aún así Bruno no tuvo la valentía de mirar su rostro.

Una mala jugada en sus pensamientos lo hicieron dar una orden de que debía salir corriendo de ese lugar.

Y así lo hizo.
Corrió del bosque.
Corrió por las calles del pueblo.
Corrió hasta que llegó a su casa.

—¡Bruno! ¡¿Dónde carajos estabas?! Mira como tienes la cara, ¡Julieta!

De no haber sido porque su madre lo había dicho, no se daría cuenta de que se había lastimado ni tampoco que su poncho se había roto luego de salir del bosque.

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Ñ

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