Capítulo 17.

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La suavidad de la tersa y blanca piel que su tacto experimentaba el placer de vivir era real. El fuerte olor a rosas era intenso debido a la cercanía entre ambas, aroma que llegaba a embriagar luego de ser inhalado un par de veces. Era como si estuvieran en una habitación en blanco, vacía, sin ruido alguno y solo ellas dos.

Al girar su rostro notó que la otra también lo había hecho, sus respiraciones estaban coordinadas al igual que el color de sus mejillas. Sus labios entreabiertos y aquellos orbes azules que se veían un poco más oscuros por la profundidad e intimidad del momento. Cada facción a la cual sus ojos trazaban con lentitud era más preciosa que nunca.

La suavidad de los labios apenas se juntaron era indiscutible, la respiración de ambas profundizada. Ninguna esperaba que ocurriera aquello y la artista lo notó por la sorpresa los primeros segundos en los cuales cerraron aquella distancia tortuosa entre sus rostros. Aquel beso comenzó a tomar forma, intensidad, algo anhelado por ambas, quizás.

Eso quería pensar.

Una vez sus lenguas hicieron contacto la escena se detuvo y lo que sus ojos observaron apenas abrió sus ojos con brusquedad fue el techo de la habitación en la cual ha estado por casi más de un mes descansando. Aquel techo color crema que ha visto cada vez que necesitaba pensar o imaginar algo.

Se sentó sobre la cama aún un poco adormilada y agitada. No estaba sorprendida de que su cerebro le hubiera reprochado lo sucedido aquella vez. Aquel momento donde ambas iban a cruzar una línea que no debía ser cruzada por el bien de ambas. Ymir admitía que sentía algo por la rubia, sentía que la Historia actual, a pesar de cómo se comportó al principio, seguía siendo como la versión que conoció cuando pequeña. Sentía que algo la atraía hacia ella a pesar de todo.

Pero aquello no debía pasar.

Ymir y la princesa no debía pasar.

Lo primero que pasó por su mente apenas estuvo a centímetros de cerrar la distancia fue el recordatorio de que Historia era alguien de la familia real, alguien a quien de seguro le tenían la vida escrita y no debía salirse de ese guión. Sentía que si llegara a suceder algo no sería más que un capricho por parte de la princesa, algo para experimentar y hacer amena su vida dentro del castillo.

Ymir era una artista, una princesa teniendo sentimientos hacia ella era algo demasiado fantasioso y poco conveniente.

Su mente era un caos entre olvidar sus sentimientos o dejarlos fluir y peligrar en que se vuelvan más intensos.

Gruñó para luego estirarse y salir de la cama, sus brazos dolían un poco debido a que tuvo que cargar a la princesa en el camino de vuelta para que llegara a la entrada por donde habían bajado. El camino hacia sus habitaciones fue silencioso y ninguna tuvo el valor suficiente de mirar a la otra una última vez.

No querían admitir lo que había sucedido.

Con un movimiento de cabeza la morena dejó sus pensamientos a un lado mientras lavaba su cara, si no dejaba de repasar una y otra vez aquello no podría hacer su trabajo del día bien debido a que no podría mirar a la princesa sin pensar en el acercamiento peligroso que habían tenido.

Se arregló con tranquilidad y tomó un poco de aire antes de salir, necesitaba estar concentrada para no arruinarlo nuevamente.

Con paciencia y repitiendo en su cabeza el moto de "actúa normal" caminó por los pasillos y escaleras del castillo hasta llegar a la habitación de pintura. Un escalofrío recorrió su cuerpo antes de abrir la puerta, no supo distinguir si era por nervios o por la fría mañana que hacía en aquel momento. El sol apenas estaba saliendo de las nubes matutinas en el cielo y el canto de los pájaros era audible al mismo tiempo que los rayos de luz se colaban entre las nubes. Giró la manilla de la puerta y entró relajada después de tantas respiraciones tranquilizantes, su mirada estaba baja pero no dudó en levantarla al sentir que no estaba sola.

En óleo para la princesa. || YumiHisu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora