Ya son más de las ocho de la noche y se supone que yo ya debía haber salido de la oficina pero había demasiados asuntos por resolver y Adele me pidió que me encargara de eso.Al parecer la mujer con la que Thomas estaba reunido es la esposa de un hombre bastante importante en el gobierno, eso me hizo sentir bastante mal por mi comportamiento en la reunión pero en mi defensa quiero atribuirle toda la culpa a las hormonas del embarazo.
Estoy sentada en la oficina con la espalda apoyada en respaldo de la silla, mirando los papeles que aún no he terminado, buscando la manera de cómo empezar. Quiero irme a casa a acostarme y dormir, pero si dejo esto para después se me van a acumular con los nuevos.
Sigo con la mirada fija en el escritorio pero la repentina falta de luz hace que levante la mirada, hasta la luz de mi oficina se ha apagado y eso solo es señal que debería irme ya, aunque me parece un poco extraño que se haya apagado mi luz.
Recojo mis cosas y dejo el escritorio lo más ordenado que se puede dejar cuando las luces están apagadas, camino hasta la puerta y empiezo a chocarme con todas las cosas que hay en esta planta, entonces decido encender la linterna de mi teléfono.
Llego hasta el ascensor y cuando presiono el botón este no funciona, la luz roja que se supone que debe encenderse al tocar el botón, no funciona.
Es entonces cuando me doy cuenta de que algo anda mal.
Mis piernas empiezan a temblar cuando pienso que una persona puede ser la responsable de esto y yo me encuentro aquí sola sin nadie que pueda ayudarme, la única persona que puede ayudarme está en la primera planta y cabe destacar que mi oficina queda en la duodécima planta donde se encuentra la segunda oficina de Thomas, porque si, este hombre tiene tres oficinas en este edificio.
La idea de pensar en todo lo que puede pasar hasta que yo llegue a la primera planta me asusta porque ahora no solo tengo que velar por mi, si no por mi semillita.
Me dirijo hacia las escaleras de emergencia con todo el cuerpo temblando y temiendo caerme de los nervios, los pasillos están iluminados por una luz roja que identifico como la de emergencia, esto ya no es normal.
Cuando estoy por llamar a alguien para que venga a buscarme, mi teléfono parece estar en mi contra y se apaga sin ni siquiera dejarme enviar un mensaje.
Empiezo a bajar por las escaleras lentamente con miedo de caerme y también para ver si logro conseguir a alguien no deseado.
Cautelosamente bajo hasta la tercera planta donde se encuentra la oficina de Thomas pero no puedo ni siquiera entrar en la planta cuando siento el impacto de mi espalda contra una pared, una mano se posa en mi boca y yo intento desesperadamente deshacerme de la persona que me retiene, mi corazón va a mil por hora y mi única intención es huir pero mis brazos están inmóviles por culpa de la persona.
Empiezo a verlo todo rojo a parte de las luces de emergencia, logro liberar mis brazos y empiezo a golpear desesperadamente a quien sea que tengo al frente.
—¡Amelie!, ¡Amelie, para! Soy yo —reconozco esa voz y no es hasta que me fijo en su rostro que me doy cuenta de que estoy a salvo—. Tranquila, soy yo, ¿Estás bien?
Yo no puedo responder, aún se me hace difícil respirar y lo único que hago es lanzarme hacia sus brazos buscando refugio, Héctor me devuelve el abrazo intentando calmarme.
—¿Qué es lo que pasa Héctor? —pregunto en un susurro.
—Lograron desactivar el sistema de seguridad de todo el edificio y todavía están aquí dentro.
Vuelvo a temblar y él se da cuenta, si siguen aquí es porque están buscando algo.
—Suponemos que vinieron a robar el cargamento que sale mañana, está en el almacén subterráneo, ya tengo hombres vigilando esa zona pero necesito registrar el resto del edificio —yo empiezo a negar con la cabeza al notar sus intenciones, no, me niego—, Amelie, necesito que seas fuerte y que bajes hasta la primera planta, ahí estarán mis hombres con Thomas esperándote.
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Quédate Conmigo (EN EDICIÓN)
Lãng mạnAmelie Richard es una chica que vivió un pasado que la hizo buscar un nuevo comienzo, un lugar donde no conociera a nadie y donde nadie la señalara, alejarse de aquella vergüenza que tanto la atormentaba y aunque ya han pasado cinco años para ella s...