Capítulo 36

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Han pasado tres días en los que todo ha sido bastante duro, al día siguiente del ataque Valeria me llamó por la mañana para avisarme que Héctor ya había salido del quirófano, las cosas se habían complicado bastante y por eso la cirugía había tardado tanto, la bala había rozado dos órganos pero los doctores lograron controlar la situación.

Estoy terminando de arreglarme para salir al hospital cuando suena el timbre, corro y abro la puerta sin ni siquiera preguntar quién podría ser.

Siento como dos manos se posan sobre mi rostro y unos labios se estampan contra los míos, rápidamente siento ese aroma peculiar que me hace identificarlo, debo admitir que lo había extrañado. Había sentido mucho miedo por él porque los policías dijeron que él se encontraba en el edificio durante el ataque.

Deslizo mis manos hasta que quedan por la parte de atrás de su cuello y le devuelvo el beso, es uno lleno de preocupación pero al mismo tiempo muy pasional, pasa sus brazos por mi cintura y me levanta haciendo que envuelva su cadera con mis piernas.

Separa su rostro del mío y me analiza buscando alguna herida.

—Dime que esos hijos de puta no te hicieron nada Amelie, dímelo por favor —ruega y esconde su rostro en el hueco que hay entre mi cuello y mi hombro, deja besos cariñosos sobre esa zona pero yo noto todo su cuerpo en tensión.

—He tenido un encuentro con uno de ellos pero Héctor me ayudó y por eso resultó herido, pero yo estoy bien... —cierro la boca de manera abrupta al darme cuenta de lo que estaba por decir, debería contárselo pero ahora no es el momento, han pasado muchas cosas últimamente y solo quiero esperar a que las cosas se calmen un poco.

—Voy a matarlos —dice y me baja con cuidado como si supiera la situación, cosa que me hace temblar.

—Tranquilo ya pasó —me fijo en su rostro y noto que le cosieron una herida en la ceja, acerco mi mano lentamente y doy una leve caricia sin llegar a lastimarlo—. ¿Cómo pasó? —le pregunto en referencia a su herida.

—Estaba a punto de irme cuando me tope con uno de los ladrones, no te preocupes, deberías haber visto cómo quedó el —dice y tú en su rostro se forma una sonrisa arrogante, de esas que hacen que mis bragas se derritan.

—Tú arrogancia no tiene límites.

—Pero así te gusto —dice y sin dejarme quedarme con Héctor en el hospital.

—¿A dónde vas? —me pregunta mientras me abraza por la espalda y deja un leve beso en mi mejilla.

—Al hospital, hoy me toca quedarme con Héctor para que su madre pueda descansar —me quedo en silencio por un momento meditando si debería hacer la pregunta—. ¿Quieres acompañarme?

—Estaba esperando a que lo dijeras —dice y después salimos del edificio para subirnos en su coche.

El trayecto de mi apartamento hasta el hospital es bastante largo y me pone nerviosa el silencio que se formó dentro del coche, tengo el leve presentimiento de que él sabe sobre mi embarazo y ese pensamiento hace que mis piernas tiemblen.

—¿Ya saben quienes fueron los responsables del robo? —le pregunto buscando un tema de conversación para acabar con ese silencio que estaba por crear en mi una crisis nerviosa.

—Si —dice y sus manos aprietan el volante a tal punto que sus nudillos se vuelven blancos, mandíbula se tensa y sus ojos parecen oscurecerse.

—¿Y bien? ¿Quienes fueron? —pregunto ansiosa por saber.

—Fueron tres —sus manos parecen a punto de quebrarse por la fuerza con la que presiona el volante, yo coloco mi mano sobre su pierna intentando sacarlo de esa imagen que tanto le hace rabiar y parece funcionar porque Thomas se calma, respira profundo y vuelve a hablar—: Ethan Writte, George y James Hoffman.

Quédate Conmigo (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora