Capítulo 38

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Despierto cuando estiro el brazo y siento la cama vacía, no puedo decir que lo imaginé ya que la forma de Thomas sigue plasmada en las sábanas, me levanto y fijo mi vista en la mesa de noche donde se encuentra una nota.

Surgió una emergencia en la empresa, perdona por irme así. Escríbeme.

Thomas Hamilton.

Respiro profundo y me levanto para bajar a desayunar, en el comedor me encuentro con Fernando y Bianca en unas escena bastante romántica por lo que decido ir a la cocina por algo de comer.

Al final termino preparando un jugo de fresa y unos huevos revueltos con pan, la boca se me hace agua y me siento en unas silla para empezar a comer.

En cierto modo me alegro de que Thomas se haya ido porque de no ser así habría tenido que dar muchas explicaciones, cosa para la que no estaba preparada, además no podía presentárselo a Bianca como mi jefe y mucho menos como mi pareja.

Pienso en lo que paso ayer, Verónica parecía realmente molesta, al parecer logré mi objetivo, estoy completamente segura de que me invito porque sabía que no iba a asistir y sé que para ella fue una sorpresa que entrara en la iglesia.

No me preocupa que nos haga una visita ya que debe estar de camino a su luna de miel, pero no me sorprendería que se apareciera por estos lares.

Cuando ya llevo más de medio plato de comida escucho gritos que parecen venir de la entrada. Ruedo los ojos, si no es Verónica, es mi madre.

Decido que nadie va a perturbar mi delicioso desayuno y entonces sigo comiendo de manera calmada, termino de tomar mi jugo mientras escucho los gritos de fondo.

Muy lentamente empiezo a acercarme hasta donde escucho los gritos y entonces me doy cuenta que no solo es una persona la que grita, si no que son tres.

Me encuentro en el enorme recibidor y entonces diviso a Bianca, a mi madre y a Verónica gritando como si fueran a matarse. Camino hasta uno de los sofás que se encuentran en la sala y me siento a esperar que se den cuenta de mi presencia.

Como era de esperarse ninguna se da cuenta si no hasta pasado un buen rato en el que Fernando también se sentó a mi lado mientras estas locas se gritaban entre ellas.

—Amelie... —dice mi mamá y eso hace que Bianca y Verónica se queden en total silencio.

—Mamá —digo y me levanto mientras escucho como la puerta del recibidor vuelve a abrirse dando paso a alguien que llevaba años sin saber de su existencia.

Alexandre Richard, mi padre.

Mi cuerpo empieza a temblar al verlo, mis brazos tienen la necesidad de abrazarlo pero se que él rechazaría mi contacto, sin embargo su mirada no es como la de antes, no está cargada de asco ni de decepción como antes, su mirada está fija en mí y me mira con cariño y me atrevería a decir que con culpa, lo que hace que me confunda mucho más de lo que me confunde su presencia en casa de su madre. Alexandre siempre odió la casa de Bianca desde la muerte de mi abuelo.

Todos nos quedamos en silencio hasta que mi abuela decide hablar:

—Reunión familiar, ¡Que maravilla! —habla con el veneno pintando su voz.

—Es mejor que me vaya —dice Fernando y se levanta de donde estaba sentado pero no llega muy lejos ya que Bianca y yo lo detenemos.

—Tú no vas a ninguna parte —decimos mi abuela y yo al unísono.

Él se queda impactado y vuelve a sentarse en su lugar mientras yo decido lanzarle dagas con la mirada a Verónica.

—¿Qué haces aquí Alexandre? —pregunta Bianca verdaderamente interesada e intrigada.

Quédate Conmigo (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora