Capítulo 23

6.9K 371 96
                                    

     —Yo... los dejaré solos —dijo Amanda, no me fijé en ella, estaba pegado mirando los ojos de Cassandra.

—Dejemos los tragos para otra noche —le dije rápidamente y me acerqué a Cassandra, miró de reojo a Amanda, quien se alejaba de nosotros. Regresó su mirada hacia mí, se me acercó y  me tomó por la corbata para darme un beso. El sabor de sus labios era mi nueva droga, era exquisito, sentí nuevamente paz al tenerla conmigo.

—Te debo una disculpa y una explicación —dijo separándose de mí mirándome a los ojos. Estos se veían realmente cansados y apagados. Asentí, no le quería decir todo lo que había pasado y lo preocupado que estaba por no saber nada de ella, sabía que Cassandra se incomodaría con tanta cercanía de mi parte.

—No te voy a mentir, estaba preocupado — Traté de sonar lo más distante posible y no un desesperado que horas antes estaba tratando de saber de ella por todo el mundo. 

—¿Podemos hablar en algún lugar más cómodo? —preguntó ella mirando al suelo, respirando hondo para luego volver a animarme. No parecía Cassandra, no sentía la misma energía en ella distante, fría y muy reservada, parecía verdaderamente cansada, apagada. Solo asentí. Llevándola hasta mi auto mientras estábamos tomados de la mano. No le quise preguntar nada, era su espacio, su intimidad y no quería agobiarla. Ella me contaría si así lo quería. Hasta hace medio camino el viaje fue completamente silencioso.

— ¿Tienes hambre? — le pregunté. Ella miraba por la ventana, pérdida. Noté un moretón bastante oscuro al término de su cuello con varios rasmillones, entre otros cortes y heridas más pequeñas. Fruncí el ceño y me preocupé mucho más de ella de lo que ya estaba hacía unas horas atrás. Aparté la mirada cuando ella se dio la vuelta a mirarme. Solo esperé que no se hubiera dado cuenta de que noté sus heridas, aunque mi expresión facial cambió a una tensa y preocupada, así que debía relajarme un poco.

—Sí, tengo hambre —me respondió en un tono bajo y desanimado. Me preguntaba con interés profundo; qué le había pasado, no era Cassandra. Suspiré, resignado en no preguntarle algo para no incomodarla. Pedimos comida y llegó justo un poco antes de que subieramos a mi departamento.

Cassandra seguida callada y distante, no conmigo, sino que con la realidad, estaba ida, distraída, y yo estaba en línea de nervios e impaciencia por saber qué le pasaba o que le había pasado... pero claro, en el contexto y condiciones en las que nos encontrábamos no me era ni le es a ella muy cómodo. Servimos la comida y comimos en silencio, yo no tenía tanto apetito pero ella sí, tenía mucha hambre, se había comido todo. Cuando terminó me miró y me tomó la mano. La mire fijamente a los ojos, con cara lo más a neutra posible pero creo que fracasé. Me dedicó una sonrisa tierna. Cassandra estaba muy extraña... pero no me desagradaba  el hecho de que fuera más afectiva, aunque sea con el apretón de mano que me dio y esa sonrisa preciosa, pero triste y decaída.

—Sé que estás preocupado Adrien —no me llamó anciano cómo solía hacerlo, y eso me gustó. Lo dijo en un tono bajo, y tierno, a mi parecer —. Sé que viste mis heridas y te mueres por preguntar.

Me dedico otra sonrisa y apartó la mirada. No quise decirle absolutamente nada más que levantar mi mano libre, mirarla mientras ella miraba hacia otro lado, un punto perdido en la estancia, acariciándole la mejilla. Me devolvió la mirada, en silencio y sin expresión alguna.

—Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo para cualquier cosa, Cassandra.

Nos miramos unos segundos en silencio, no me soltaba la mano.

— ¿Puedo quedarme a dormir? —soltó de repente, soltando un suspiro luego. Parecía cansada, y yo la quería a mi lado toda la noche, o todos los días.

Secreta Adicción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora