Capítulo 12

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—Me mandas la dirección del restaurante por mensaje de texto —dijo mandando algo por su teléfono.

—No tengo tu número —dije mirándola con el ceño fruncido. La notificación de mensaje de texto de mi móvil se hizo presente.

—Ahora sí —me guiñó un ojo —. Nos vemos allá.

Antes de que saliera la tomé por el brazo y la atraje hacia a mí para besarla.

—Puedo pasar a recogerte a tu departamento —dije con voz inocente y desinteresada. Pero quería saber donde vivía.

—No te molestes —depositó un beso lento y provocativo en mi barbilla para salir y cerrar la puerta. Me era imposible saber algo de ella, ya estaba seguro de eso. Me pregunté cómo había conseguido mi número personal. Tenía dos, uno para los negocios y el otro para mí familia y amigos. Tomé mi móvil y vi el mensaje con número desconocido.

No te demores en mandarme la dirección. Xx.

Sonreí como un idiota confundido y agendé su número. Se me vino a la cabeza entonces el por qué se tomaba tantas molestias con la discreción. A mí me daba igual si me veían besándola en la calle. O algo debía mantener oculto y sino no quería que supieran el amorío que tenía conmigo.

Me di una ducha sacando esas malditas inseguridades y preguntas para enfocarme en mi trabajo, que al final del día era lo único que importaba.

Mis labios recorren esa piel tan suave, tan de ella. Mi nariz se va a su cuello para llenarme de aquel aroma...

El recuerdo del día anterior pasa por mi mente y me distrae de mis obligaciones, pero vuelvo a tierra cuando la puerta se abre para dejar a una Amara con la mirada confundida.

—Toqué varias veces pero no me respondió así que entré... —su voz sonó asustada y me pregunté entonces qué había hecho yo para que aquel ser me temiera como lo hacía o quizá era simple respeto.

—No te preocupes Amara —le dije, llevando mi mano a mi barbilla para asimilar lo que me estaba pasando. Cassandra no salía de mi cabeza, de todo mi sistema. Me estaba distrayendo mucho y cada día me llenaba con más preguntas que no tenían respuestas, o más bien, era difícil conseguirlas. Me estaba...obsesionando. Con esa muchachita misteriosa.

—Le traje los documentos con los datos que me
Pidió esta mañana —le hice una seña para que se acercara. Tomé los papeles y les eché vistazo rápido a cada hoja para seguramente que estaba en orden. Y como siempre, así era. Amara hacía bien su trabajo —. Están ordenados como me lo indicó —Asentí con la cabeza echándoles un vistazo a los gráficos de la segunda hoja —. Y su amigo Robert me pidió que le dijera que quiere verlo.

—Dile que pase. Y gracias Amara, puedes retirarte —ella asintió y se retiró en silencio. Dejé los papeles a un lado. Esperé algunos minutos y la puerta se abrió, miré en su dirección y traía una sonrisa de oreja a oreja mientras miraba el suelo —. Tienes cara de felicidad.

—Al fin Amara me ha aceptado un trago —se sentó frente a mí —. Veo que terminaron —lo miré confundido —. Sé que te la tirabas.

—Eso se acabó, no te preocupes —regresé la mirada a la pantalla del computador. No tenía ni la menor idea de cómo Robert se había enterado de tal cosa, ni muchos menos sabía que le gustaba Amara y que ella llevaba tiempo rechazándolo. Aunque sabía que era porque se estaba acostando conmigo. Sí hubiera sabido que a mi amigo le gustaba lo más probable era que me yo me hubiera hecho a un lado. No me gustaba perder amistades por culpa de disputas amorosas.

—Claro, se acabó porque estás con la castañita rebelde. Te trae de una correa amigo —su voz fue de burla. Lo miré enojado puesto que su comentario me había molestado —. De todas las amantes que has tenido, ¿Jamás te has enamorado, Adrien?

Me llevé los dedos a la barbilla pensando.

—Una vez sentí afecto por una —recordé a Angel, una chica de cabello rubio y ojos miel, alta y delgada. Me gustaba porque tenía iniciativa y era divertida —. Pero luego me enteré que se casaría y cortamos.

No me gustaba estar con mujeres comprometidas, no era ese tipo de hombre.

— ¿Qué pasaría si te enteras de que tu querida amante tiene novio? —preguntó interesado. Lo miré a los ojos serio, sin decir ni desmostrar nada. Sentí cierta sensación desagradable y pensamientos negativos al imaginarme a Cassandra en brazos de otro hombre. No me gustaba compartir, ni menos a ella que me gustaba muchísimo —. Por la cara que has puesto...

—No siento nada por Cassandra, pero sabes que no me gusta relacionarme con mujeres comprometidas —sentí que me estaba engañando a mí mismo al decir aquellas palabras y no entendí por qué. No sentía nada por ella, solo era una buena amante, se apegaba a mis reglas y no cruzaba esa línea. Hacía bastante tiempo no tenía verdadero interés por una mujer, y aunque no era desagradable sentirse así, me molestaba que fuera una distracción al pensarla y desearla cada instante.

—Eso lo sé —se llevó la mano a la barbilla. Pareció pensar mientras me miraba —. ¿Sabes que creo yo? —dejó caer la mano al mesón mientras se inclinaba hacia adelante —. Creo que estás sintiendo más por esta mujer de lo que quieres admitir.

Secreta Adicción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora