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Capítulo 24

Por la mañana Cassandra se había ido, sola, como cada vez, seguía siendo un misterio para mí pero me había contado cosas y eso solo me hizo ilusionarme, esperaba no arrepentirme después de haber creado yo esa ilusión, pero sentía que no era solo mi impresión, Cassandra se había abierto a mí al contarme cosas tan básicas de ella, que yo sentía que había una avance en lo que sea que tuviéramos, pero aún así sabía que lo nuestro no significaba lo mismo para ella que para mí. No sabía en qué momento había cambiado tanto mi forma de pensar o mi personalidad, hasta la forma de mirar a las mujeres o a mi entorno en general, todo había cambiado desde que esa castaña había llegado a mi vida.

El sábado en la noche había quedado con Robert en un bar cerca de su casa, estaba muy feliz contándome cómo salieron todas las cosas con Amanda. Él estaba contento pero muy impaciente de tenerla en su cama.

—Una noche en un bar con ella no te asegura un acostón, Rob. Deberían saberlo —. Dije tajante levantando mi vaso para beber, había pedido whisky a las rocas, aunque la verdad no era el de mejor calidad así que hice una cara de desagrado. Me di cuenta que dos chicas, bastante guapas, nos estaban mirando desde la barra del bar, Rob siguió mi mirada y se dio cuenta de ambas chicas, para sonreírles a ambas. Ya sabía lo que venía luego, se acercaría a la barra y les pediría algo pero las dejaría solas, entonces ellas venían detrás, y así conseguía sexo, pero yo no estaba interesado en cubrirle la espalda. Una chica ocupaba mi cabeza, mi cama y otra cosa que no me atrevía a decir, no aún. Me dieron náuseas y un pinchazo de no sabía muy bien qué, si de disgusto o algo de emoción.

—Olvidaré lo que dijiste —dijo, ofendido. Se paró de la silla en dirección a las chicas, yo giré mi cabeza en dirección a la ventana, sin ánimo, mi energía social se estaba agotando, había tenido una semana intensa llena de trabajo, proyectos y cosas que organizar, así que solo quería irme a casa para poder descansar y desconectarse aunque sea un poco del trabajo. Pero para ser honestos, también quería estar tranquilo, que mi mente acallara todas las inseguridades que me estaba susurrando, desde que Cassandra había llegado a mi vida mi mente jamás volvió a estar tranquila. Sabía que me estaba pasando de la raya obsesionándome con lo que había más allá.

Saqué mi teléfono para revisar los correos que debía responderles a los chinos y a los noruegos, tenía muchas cosas por venir para la empresa y no podía descuidar esas cosas tan importantes, aunque era consciente de que era fin de semana, pero la gente rica no descansaba decían por ahí. No tenía ningún mensaje de Cassandra, ella tenía mi número y yo el nuevo número de su nuevo celular. Por alguna extraña razón; no le escribí. Salí de mis pensamientos cuando Robert se sentó frente a mí con una sonrisa pícara. Yo negué con la cabeza soltando un suspiro para luego beber agua y mirar mi reloj. Ya era hora de irme a casa.

—Me voy —le hice saber.

— ¿Qué? —me miró incrédulo -. No son ni las once y media ¿y ya te quieres ir? De acá no salías solo, Adrien —Me miró, casi alarmado, asustado no lo pude reconocer muy bien, pero entendí la inquietud que tenía. Yo solo le sonreí—. Te estás ablandando.

—Solo estoy cansado, fue una semana muy larga.

—Eso nunca fue excusa.

Me despedí de él y mientras caminaba a la salida vi a las chicas de la barra acercarse a él, yo me había perdido por la puerta de salida. No estaba interesado en seguir haciendo todo eso, así que me fui directamente a casa a responder algunos correos y luego ver televisión, Cuando llegué me saqué la ropa, me puse un pijama de dos piezas largo de color azul, muy fresco, así que ajusté el aire acondicionado y me senté en el sofá con el ordenador. Ahí me quedé por lo menos una hora hasta que mi teléfono sonó, me había llegado un mensaje de texto, pensé que era Robert contándome algo pero imaginé después que estaba lo suficientemente ocupado para hablarme a esas horas. Cuando lo tomé me di cuenta de que era un mensaje de Cassandra.