PRÓLOGO

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Dolía. Dolía tantísimo que me costaba respirar. Mi vista se nubló. Mi respiración acelerada era lo único que se podía escuchar en el baño.

Miles de lágrimas caían por mis mejillas. Lágrimas que quemaban, ardían, que dejaban cicatriz.

Tapé mi boca con mi mano, callando así los sollozos que amenazaban con escapar. Ya no hacía ruido, había aprendido a sufrir en silencio.

Mis manos temblorosas se movían inquietas, queriendo aferrarse a cualquier cosa. La cuchilla estaba a tan solo unos milímetros de mi.

– Hannah, te lo suplico, no lo hagas – Jacob lloraba al otro lado de la puerta – Te quiero. No me hagas esto – su voz se quebraba por completo. Me odiaba por hacerle esto.

Mis manos se aferraron a mis costados, arañándolos desesperadamente. Dolía, claro que dolía, pero yo ya no sentía nada de eso.

– Rubita... – su voz era una súplica cargada de dolor y desesperación.

– No tengo elección.

Cantando bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora