HANNAH
Habían pasado unos días y todo parecía ir sorprendentemente bien. Me había concentrado en el instituto durante esa semana. Había intentado prestar atención en clase, llevar los deberes hechos y estudiar para aprobar los exámenes. Las vacaciones de navidad estaban a la vuelta de la esquina y al menos quería darle la satisfacción a mi padre de no ver un boletín lleno de suspensos, o quizás, aquella satisfacción iba más bien dirigida hacia mí.
Las cosas parecían calmadas a mi alrededor. Seguía llorando por las noches y las azules ojeras bajo mis ojos aún no habían desaparecido, pero a veces, encontraba la fuerza suficiente para dejar de llorar, ponerme mis viejas zapatillas y salir a dar una vuelta. El aire fresco rozando mi piel y el silencio de la noche me había reconfortado estos días y una parte de mi se sentía orgullosa de que aquellos sentimientos obsesivos que me condenaban a sufrir, iban disminuyendo.
– Hannah Cooper y Jacob White, vuestro turno – el profesor Philips nos invitó a levantarnos de nuestros asientos para que avanzáramos al frente de la clase.
Jacob y yo habíamos pasado varias madrugadas juntos en la montaña. La mayor parte del tiempo no hablábamos, tan solo escuchábamos música y de vez en cuando tarareábamos la letra de algunas canciones, pero en una de aquellas noches, habíamos preparado nuestro trabajo. El mismo que hoy teníamos que exponer.
Mientras recorría la clase junto a Jacob, sus verdes ojos invadieron mi mente. Aquellos ojos que una madrugada me habían susurrado las frases de un poema y que yo me había permitido memorizar y capturar para mí.
– ¡Silencio por favor! – el profesor calló a los alumnos antes de dirigirse de nuevo a nosotros – Podéis empezar cuando estéis listos.
Durante aquella semana no solo había tenido que prepararme mentalmente para recitarle al chico del que siempre había estado enamorada las frases de un poema que él mismo había elegido, si no que también lo haría enfrente de toda la clase.
Nunca me había gustado llamar la atención. Sentí la gélida mirada de la gente posada sobre mi. Las piernas empezaron a temblarme y mi corazón ya latía acelerado, entonces, mis ojos se cruzaron con esas brillantes esmeraldas que tan bien conocía y me olvidé de todo.
– "Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío."La ronca voz de Jacob me transportó a la montaña. Me llevo a aquellas noches con él y todo mi cuerpo se relajó. Allí, enfrente de toda esa gente, sentí que solo estábamos él y yo. Ya no importaban. Las miradas clavadas en mi espalda ya eran un recuerdo lejano.
Los ojos de Jake no se aparataron de los míos ni un segundo. Brillando. Haciéndome sentir segura en aquel espacio, aunque mis piernas volvían a temblar y había un leve cosquilleo en mi estómago, sabía bien que aquel era otro sentimiento.
Cuando llego mi turno las palabras escaparon de mis labios, arañando mi garganta a la vez que salían. Rasgando mis cuerdas vocales. Porque yo sabía el significado, porque aquello significaba demasiado para nosotros.
– "Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido."Una lágrima rodó por mi rostro y no pude evitar soltar un sollozo, porque esto iba por ella. Por su hermana. Por mi mejor amiga. Por April. Por aquella brillante luz que nos había acompañado aquellas noches mientras lo recitábamos.
Jacob se acercó a mí. Mi pulso acelerado. Las mariposas de mi estómago recobrando la vida de nuevo. Jake alargó su mano hasta rozar mi mejilla, limpiando con gentileza la lágrima que había dejado que escapara. Su tacto hizo que me estremeciera.
Durante unos segundos mas, nos sostuvimos la mirada. Ambos perdidos en los ojos del otro. Nuestras inquietas respiraciones uniéndose en una sola melodía. No había nadie más. En aquel espacio solo estábamos nosotros. Por un segundo, quise besarlo. Quise acercarme a él y tocarlo. Sentir que era real. Percibir que por unos instantes, él podía sentir lo mismo que yo, pero entonces el lejano sonido de los aplausos me devolvió al mundo real y muy a mi pesar aparte los ojos de Jacob, aunque él no hiciera lo mismo.
– Neruda. Buena elección – el profesor Philips nos mandó de nuevo a nuestro asiento y continuó con la clase.
Yo volví a mi sitio intentando recobrar el aliento seguida de Jacob.
– Lo has hecho muy bien – susurró poniendo su mano sobre la mía. El cálido contacto de nuestras pieles rozándose me causó un pequeño escalofrío.
– Tú también.
Cuando llegué a casa papá aún no había llegado así que comí sola. Aún me costaba encontrar el apetito, pero me había prometido a mi misma intentar hacer todas las comidas y hasta ahora lo estaba consiguiendo. Papá me dejaba tuppers en la nevera para que simplemente los calentara en el microondas. Saqué uno con tapa azul que ponía miércoles y una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al leer la nota que había pegada.
Hola princesa,
Espero que tu último día de clases haya ido bien.
Te quiero mucho.Pasé la tarde en mi habitación escuchando música. Desde hacía tiempo se había convertido en una especie de salvavidas para mi. Sobretodo cuando mi mente se negaba a escuchar y me sentía a la deriva sin ancla en un mar bravío.
Escuché un ruido en mi ventana y enseguida supe de quién se trataba.
– ¿Vienes conmigo a la montaña? – la capucha de una sudadera roja cubría su rostro en la oscuridad de la noche mientras me chillaba desde abajo.
– ¿Tengo otra opción?
– No – sonreí.
Poco después estábamos en la colina. Jacob había traído una manta sobre la que sentarnos así que no tarde en acomodarme. Una vez más disfruté de todo lo que me rodeaba. Los árboles, la hierba, las flores, las miles de estrellas, mi punto brillante...
– Hannah ¿eres feliz?
Aquella pregunta me pillo por sorpresa. Tragué saliva y me mordí el labio inferior, nerviosa antes de tomar una fuerte bocanada de aire.
– No lo se ¿tú lo eres?
– A ratos... supongo que algún día llegaré a serlo por completo – clavo su mirada en la mía – Y tú también.
Sonreí deseando que así fuera.
Ambos nos quedamos sumidos en un fino silencio. Nada incómodo. Tan solo un reconfortante silencio como los que eran a su lado. Entonces, perfect empezó a soñar y Jacob se levantó.
– ¿Bailas? – dijo tendiéndome su mano.
Dudé, pero luego la agarre con firmeza. Mientras la música sonaba, Jacob rodeó mi cintura con su brazo posando sus ojos sobre los míos. Temblé ante su roce. Sin apartar la mirada de aquel intenso verde, apoyé mi mano sobre su hombro y como unos críos que no saben lo que hacen, bailamos la notas de aquella canción. Las mariposas en mi estómago revolotearon sin parar mientras mi corazón latía frenéticamente.
Giramos, reímos y saltamos hasta que no pudimos más y caímos rendidos en el frío suelo. Ambos miramos al cielo, fijando la vista en aquel punto brillante. Sin siquiera girarme, pude ver una sonrisa dibujada en el rostro de Jacob. Contagiada, sonreí también y me di cuenta que mis muros parecían haber caído, o quizás, Jake había encontrado una puerta por la que acceder a mi.
De cualquier modo, parecía haber algo de luz en mi vida. Por fin, después de mucho tiempo, tuve ganas de seguir adelante. Sonreír ya no dolía, y todo gracias a Jacob. Todo gracias a aquel chico alto y moreno que siempre había querido en secreto. Comprendí aquello esa oscura noche cuando nuestras manos se rozaron cantando bajo las estrellas.
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Cantando bajo las estrellas
RomanceHannah está rota. Hannah es un alma en pena desde la muerte de su mejor amiga April. Está atrapada en un agujero oscuro y profundo del que no parece haber salida. Jacob, el hermano mayor de April, también sufre su pérdida tapando ese dolor con alcoh...