HANNAH
La fría lluvia matutina me despertó. Solía llover a menudo en la ciudad donde vivía, a mi no me desagradaba. Adoraba el olor cargado y húmedo que quedaba en el aire. Las gélidas gotas de agua deslizaban por mi frente. Me había quedado dormida en aquella colina. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, que ya había empezado a temblar. Mis dientes rechinaban. Comenzaba a tener frío.
Caminé de vuelta a casa con la capucha de la sudadera gris sobre mi cabeza. Mis pies estaban llenos de barro y el agua se había empezado a colar mojando mis calcetines, pero no me molestó. Mi cuerpo aún estaba dolorido y mis piernas pesaban. Estaba segura que no aguantarían todo el camino de regreso sin desplomarme en el suelo.
Miré al cielo varíes veces buscando aquel punto brillante que me había acompañado durante toda la noche, pero aparté la vista desilusionada. No había rastro de él.Cuando llegue a casa mi padre aún estaba dormido y no parecía haberse dado cuenta de mi ausencia, así que me duché, me cambié la ropa mojada y baje a la cocina para desayunar.
Lo intenté, de verdad que lo hice, pero mi estómago estaba cerrado. Solo pensar en comer me daba náuseas. Conseguí beber un vaso de zumo, y cuando lo terminé, me tumbé boca arriba en mi cama. La persiana aún estaba bajada, y no tenía intención de subirla. Puse música y "How To Save A Life" de The Fray resonó en el ambiente. Gracias a April había conocido aquel grupo y no había tardado en convertirse en mi favorito.– ¡Hannah, escucha el grupo nuevo que he encontrado! – April saltaba en mi cama emocionada mientras buscaba en su móvil.
– Sorpréndeme – April y yo solíamos coincidir en cuanto a gustos musicales. En general, coincidíamos en cualquier cosa. A veces parecía que éramos una sola mente.
"How To Save A Life" envolvió todo a nuestro alrededor. Mi mejor amiga y yo nos tumbamos boca arriba en la cama, la una al lado de la otra, disfrutando de la música que salía de su pequeño dispositivo electrónico.
– Son muy buenos – confesé cuando terminó la canción.
– Sabía que te gustarían.
Pasamos el resto de la tarde escuchando al grupo; cantando las canciones que habíamos empezado a aprendernos y disfrutando los pequeños momentos que pasábamos juntas.
Aún tumbada en mi cama, lloré como llevaba haciéndolo desde el accidente. Las lágrimas nublando mi vista. Mis ojos hinchados y enrojecidos empezando a arder.
Recordé a April. Su pelo castaño casi siempre despeinado. Sus expresivos ojos miel y su perfecta sonrisa de lado. Nuestras charlas, nuestras bromas, nuestro abrazos...Imaginé que April seguía a mi lado, que nada había pasado, que todo había sido una horrible pesadilla. Quise creer que April aparecería por mi puerta, que se acercaría con una bolsa de palomitas y una película en la mano. La imaginé contándome chistes malos que solo a ella le hacían gracia, quejándose de las bromas pesadas de su hermano Jacob y fantaseando con el chico que tanto le gustaba. Deseé que apareciera como aquella noche, que me dejara las cosas claras y me diera un abrazo asegurándome que todo estaría bien y... lloré aún más porque sabía que imaginar todo aquello no valía para nada, porque ella ya no estaba aquí, y no volvería.
Unos suaves labios besaron mi frente con suma delicadeza, como si estuviese hecha del material más frágil del mundo.
– Hannah, mi vida. Tenemos que irnos.
Me había quedado dormida. Mi padre, ya vestido de negro, con uno de sus mejores trajes, me esperaba en la puerta. Corrí para vestirme. Lágrimas amenazando con salir. Mis manos temblando al agarrar las prendas de ropa. Ya había vivido esto una vez, pero no por eso se hacía más llevadero, ni dolía menos. Me puse unos pantalones anchos negros y una sudadera holgada del mismo color. Me calcé con mis converse y sin mirarme al espejo para observar mi aspecto, que no me importaba lo más mínimo, salí de casa.
Subirme al coche de mi padre se me hizo muy difícil. No podía evitar imaginarlo todo, revivirlo, recordar que April había muerto. Tras unos minutos de trayecto en silencio, llegamos al lugar que hacía dos años me había destrozado. Llegamos al funeral de quien había sido mi mejor amiga.
– ¡Hannah, cariño! – Alice, la madre de April corrió a mis brazos con lágrimas rodando por sus mejillas. No podía evitar sentirme culpable porque yo estaba viva y April no.
– L-lo siento mu-mucho... – lloré contra su pecho. Su familiar olor me partió el corazón, April también olía así.
– Tranquila mi niña...
Me separé de ella segundos después y ambas, con los ojos rojos e hinchados, nos dirigimos hacia la que ahora sería la tumba de April. Crucé una mirada con el señor White, que asintió con lástima en los ojos. No era un hombre expresivo, pero pude notar con facilidad el dolor que desprendía su mirada por la pérdida de su hija.
Mi cuerpo volvía a estar débil. Mis piernas no podían sostener mi propio peso. Mis rodillas temblaban. Mi pecho subía y bajaba alterado. Las lágrimas rodando frenéticamente por mis mejillas. Lágrimas que iban cayendo como los recuerdos de April en mi mente. Ardía. No podía parar de llorar, todo aquello dolía tantísimo. Mi garganta seca. La fuerte presión en el pecho. Una de mis manos, que pellizcaba a la otra encontrando calma, subió hasta tapar mi boca, intentando callar así los sollozos que amenazaban con escapar.
Levanté la vista aún con los ojos nublados por las lágrimas. Mis párpados pesaban. Me costaba mantener los ojos abiertos. Escocían. Fijé mi vista en el frente y entonces lo vi. Jacob White. El hermano mayor de April. El chico del que había estado enamorada prácticamente toda mi vida.
Vestía completamente de negro. Unas enormes y azuladas ojeras descansaban bajo sus verdes ojos. Era difícil reconocer aquel color puesto que estaban rojos e hinchados. La capucha de su chaqueta descansaba sobre su cabeza, cubriendo su despeinado pelo, aunque pequeños mechones traviesos escapan por los lados. Sus manos en los bolsillos y su semblante frío, duro, neutro.
Caminó lentamente hacia mí para quedarse justo a mi lado. Soltó todo el aire que parecía estar reteniendo y habló:
– Hannah... – un susurró casi inaudible escapó de sus labios. Ni siquiera me miraba. Sus ojos estaban clavados en el ataúd que bajaba para colocarse en el profundo agujero que había en la tierra.
Lo miré y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Su pálido perfil delineado y definido que tan bien conocía. Mi respiración se detuvo en seco. Mis manos empezaron a sudar. La tripa empezó a revolverse mientras mi corazón bombeaba frenético, entonces, miré al frente y todas aquellas emociones se desvanecieron cuando la tapa de la lápida se cerró. Por primera vez, todo aquello cobró sentido. Ahora, todo era real.
Esperé a que la gente se alejara y me senté al lado del mármol que cubría el cuerpo de mi mejor amiga. Acaricié con la yema de los dedos la fría piedra leyendo lo que ahora estaba escrito:
April White
2004 - 2021
"Gracias por iluminarnos a todos con tu sonrisa"Mi corazón se arrugó. Dejé de respirar. April. Mi mejor amiga. La dulce niña que me había tirado arena en el pelo después de quitarle su juguete. La valiente chica que se había enfrentado a unos niños que se habían reído de mi torpe caída. La increíble mujer que me había salvado cuando mi vida dependía de un fino hilo...
– ¿Quien me va a salvar ahora?
Aquella noche volví a la colina. Volví a sentarme en aquel verde césped mientras miraba al firmamento. Volví a poner música y a abrazar mis piernas; a ver el cielo estrellado y a aquella estrella. Justo, en ese momento en el que mis ojos se cruzaron con aquel punto único y brillante, volví a respirar.
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Cantando bajo las estrellas
RomantikHannah está rota. Hannah es un alma en pena desde la muerte de su mejor amiga April. Está atrapada en un agujero oscuro y profundo del que no parece haber salida. Jacob, el hermano mayor de April, también sufre su pérdida tapando ese dolor con alcoh...