Nuevos comienzos

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HANNAH
1 mes después

– ¡April despierta! – chillaba desesperada agarrando su rostro ensangrentado entres mis manos.

El coche había chocado. Miré a mi derecha y encontré mi cuerpo sin vida. Ahogué un pequeño grito. Sentí una fuerte presión en el pecho.

– April ¡Vamos! – volví a centrarme en el frío cuerpo que descansaba sobre mi regazo. Me aferré a él con fuerza. Mi llanto no cesaba. Un pitido ensordecedor inundó el cargado ambiente – N-no me dejes...

Me levanté sobresaltada en mi cama. Estaba sudando. Me llevé una mano al pecho tratando de controlar mi acelerado corazón. No era la primera vez que soñaba algo así, pero aún no me acostumbraba. No había dormido nada aquella noche, de hecho, llevaba sin poder dormir bien desde el accidente. No conseguía conciliar el sueño. Los recuerdos de aquel día me atormentaban por las noches y tenía pesadillas prácticamente todos los días.

Hoy volvía al instituto, y no creía estar preparada para ello. Había ensayado para fingir sonrisas falsas y responder "estoy bien" de una forma que sonara creíble, pero no estaba segura si sería suficiente.

Después de la muerte de April no había tenido fuerzas para levantarme de la cama. Mi cuerpo había estado muy débil y me costaba mantenerme en pie sin que mis piernas temblaran amenazando con fallarme. Había adelgazado bastante, no solía tener apetito. Me sentía como un fantasma, no parecía ser parte del mundo real.
Cada vez que pisaba la calle y veía la vacía casa donde había vivido mi mejor amiga sentía que me ahogaba. La cabeza me daba vueltas y una presión fuerte atacaba mi pecho, así que no tenía otra opción que volver a encerrarme en mi habitación y enterrarme bajo las sábanas. Lloraba prácticamente todos los días. Ya ni recordaba como eran mis ojos sin estar hinchados y enrojecidos. Mi padre estaba preocupado por mi. Mi ánimo estaba siempre por los suelos, y por mucho que tratará de fingir, él se daba cuenta de lo mucho que sufría.

April una vez me había dicho que no me podía condenar a ser infeliz, pero sin ella, no podía no serlo.

Me vestí con una sudadera y un pantalón ancho. La mayoría de mi ropa era holgada, pero debido a mi repentina pérdida de peso, me quedaba todo mucho más grande. Tomé una manzana y salí a la calle. Mi respiración se cortó al ver la casa de enfrente que tantos recuerdos me traía, pero me armé de valor para no volver dentro. No podía vivir encerrada en mi habitación para siempre.

Normalmente tomaba el bus, pero decidí ir andando. Saqué mis auriculares y "Colegas" de Babi me aisló del mundo a mi alrededor creando mi propia burbuja. Una como en la que había estado viviendo todas aquellas semanas. Aún me impresionaba como la música tenía esos poderes.

– Lo siento mucho Hannah – una chica, que ni siquiera conocía, me miró con pena.

Cruzando los pasillos, sentí las miradas de la gente clavadas en mí. Odiaba sentirme observada. Grupos de personas cuchicheaban. Algunos me miraban con lástima, en cambio, otros se acercaban para decirme cosas como "lo siento mucho" o "April era una gran persona".

Durante aquellas semanas me había preparado para esto, pero ahora todo me superaba. Empecé a sudar. Mis manos inquietas pellizcándose. Mi respiración cortada al llegar frente a su taquilla. Todo lleno de fotos, de flores, de cartas, de recuerdos...

April.

Sentí que me ahogaba así que corrí al baño. Lavé mi cara con agua fría. Estaba pálida. Mire mis manos, tenía pequeñas heridas en ellas. Respiré varias veces tomando aire y cerré los ojos tratando de buscar algo de calma.

– ¿Estas bien? – una voz familiar sonó a mis espaldas.

Abrí los ojos como platos cuando reconocí la alta figura reflejada en el espejo.

Cantando bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora