JACOB
Aquel día, April no sólo se llevó sus sonrisas, su luz, su color, también se llevó la vida y la alegría en casa. Ya no entraba el sol por las ventanas. No se escuchaban los pájaros cantar, ni la contagiosa risa de April llenando cada rincón. Ahora, reinaba un pesado silencio cargado de lágrimas y dolor que parecía no terminar nunca.
No soportaba pasar tiempo allí dentro. Mama nunca paraba de llorar y papá pasaba fuera de casa la mayoría del día, volviendo de madrugada con un horrible aspecto y un apestoso olor a alcohol. Todo era tristeza, melancolía, oscuridad... Y yo no podía luchar contra esa negrura; no cuando ya luchaba diariamente con la que habitaba en mi interior.
April se había llevado el color que pintaba mi vida, dejando un triste abanico de grises y negros allá por donde pasaba.
Tras la muerte del abuelo, todo había ido cuesta abajo. La droga y el alcohol se habían abierto paso en mi vida, destruyendo cualquier pizca de esperanza que aún habitara en mi interior. April había sido aquella pequeña luz en mi oscuridad, y aunque ella no lo supiera, había salvado mi vida en varias ocasiones cuando dependía de un fino hilo.
Ahora, había dejado de sentir. Había alejado las emociones de mi vida encerrándolas en un sombrío baúl y tirando la llave al más profundo de los océanos. Me encontraba en un oscuro abismo y no tenía intención de salir de ahí. Ya no me quedaba nada. Tan solo podía ver la vida pasar hasta que, finalmente, un día todo acabara.
– ¿¡Jack donde has estado!? – papá acababa de aparecer por la puerta – Apestas a alcohol de nuevo...
– Alice baja la voz, me das dolor de cabeza... – pelo despeinado, corbata desabrocha, mejillas coloradas y ojos hinchados. Aquel había sido el aspecto diario de mi padre durante las últimas semanas.
– ¿¡Que baje la voz?! ¡Estas borracho otra vez! – miles de lágrimas ya deslizaban por las mejillas de mi madre – ¡Te pasas los días fuera de casa, a saber donde y siempre apareces borracho! ¡Yo también lo estoy pasando mal y te necesito a mi lado, no cerrando cada puto bar de la ciudad!
Papá se tambaleaba por la cocina apretando los puños a los lados.
– Yo también la echo de menos... – la voz de mamá, que ahora era un fino susurro, se rompió por completo.
– ¡¡CÁLLATE JODER!! – chilló dando un fuerte golpe en la mesa. Luego, calló desplomado en el sofá.
– Vamos mamá, te acompaño a la cama – la agarré con cuidado encaminándola hacia su habitación mientras lloraba sobre mi hombro.
La metí en la cama arropándola con delicadeza y dándola un cariñoso beso en la frente.
– Buenas noches mamá – solo escuché sollozos antes de cerrar la puerta. Después, me dirigí a mi habitación. Necesitaba relajarme.
Saqué la caja de metal que guardaba en el primer cajón de mi escritorio y, con la destreza que había ido adquiriendo con el tiempo, desmigué la pequeña bola que siempre lograba tranquilizarme. Salí al tejado. Mi ventana estaba justo encima de él y solía salir y sentarme ahí para tomar el aire y fumar.
Nada de eso era nuevo para mi, de hecho, parecía mi rutina. Aquella noche aparentaba una cualquiera en la que papá llegaba borracho y discutía con mamá. En la que tenía que tranquilizar a mi madre llorando y evitar que, lo que quedaba de mi padre, se atragantara con su propio vomito. En la que terminaba en el tejado fumando para olvidar la vida de mierda que llevaba. Todo parecía normal, hasta que apareció ella.
Entre las sombras de la noche, una pequeña silueta que conocía bien, corría para adentrarse en el bosque. Sin dudarlo un segundo e impulsado por una fuerza que desconocía, la seguí.
Sabía que Hannah estaba sufriendo, que diariamente debatía consigo misma para levantarse de la cama y se esforzaba para que el dolor que reinaba en su interior, no la devorara por completo.
Seguí la figura de la chica de ojos azules hasta que llegó a una montaña. Una pequeña colina donde las estrellas brillaban más que nunca. Entonces, cayó desplomada en el suelo. Quise correr a levantarla, a abrazarla, pero empezó a hablar.
Cada palabra que salía que su boca era un balazo directo a mi corazón. Su voz se desgarraba por completo. Su llanto no cesaba. Su cuerpo temblaba mientras suplicaba que mi hermana volviera, y luego, lloraba con aún más fuerza porque sabía que aquello no ocurriría. Entonces, se calló. Su llanto se volvió más débil y su respiración parecía empezar a calmarse. Fue en ese momento, que di un paso hacia delante, seguido de otro, hasta poco a poco acercarme a ella.
– ¿Que haces aquí sola Hannah? – no contestó. No solía hacerlo.
Sin apartar un segundo mi mirada de ella, me senté a su lado, clavando ahora mi mirada en los brillantes puntos que adornaban el cielo.
Silencio.
– Pensé que lo habías dejado – su voz era un suave susurro. Sabía que se refería a la droga y que probablemente apestase a hierva.
– Lo de April nos ha afectado a todos – Hannah ni quiera me miraba. Su vista estaba clavada en el cielo mientras que con sus brazos, rodeaba su tembloroso cuerpo.
– ¿Vienes a menudo? – me atreví a preguntar.
– ¿Me has seguido? – volví a clavar la mirada en ella. Ya no reconocía a la alegre chica que había vivido frente a mi toda la vida. No quedaba rastro de lo que un día había sido.
Ambos nos quedamos en silencio. Ninguno de los dos emitió palabra. La estrellada noche descansando sobre nuestros hombros y el gélido aire invernal arañando nuestras pieles. Yo no tenía prisa, así que disfruté del silencio y encendí un cigarro.
– Si quieres hablar de April yo... – cerré la boca ante el primer sollozo y mi vista inquieta se fijó en el altavoz que descansaba justo a su lado.
– ¿Puedo poner música? – Traté de cambiar de tema. Hannah simplemente asintió sin desviar la vista de aquel brillante cielo encapotado. Yo saqué mi móvil y lo conecté al pequeño aparato para que "The night we met" inundara el ambiente. No supe porque, pero mis dedos buscaron aquella canción con desesperación, hasta que la letra resonó en el silencio de la noche.
I am not the only traveler
Who has not repaid his debt
I've been searching for a trail to follow again
Take me back to the night we met...Por primera vez tras la muerte de April, Hannah me miró a los ojos y entonces, sonrió. Fue una pequeña sonrisa fugaz. Una tímida mueca entre el rastro salado de las lágrimas. Y durante una milésima de segundo estuvo ahí, iluminando su rostro, dibujada para mi.
Supe entonces, que Hannah luchaba cada día por salir adelante sin ser consciente de que ella misma se frenaba y lo impedía. Porque yo sabía que April había sido la luz de Hannah. El brillante punto en su profunda oscuridad durante los últimos años, y ahora, que ya no la tenía a ella, había caído más profundo que nunca. Hannah había tocado fondo. Aunque ella no lo dijera, sus ojos pedían ayuda a gritos y no sabía por qué, pero me sentía obligado a salvarla.
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Cantando bajo las estrellas
RomanceHannah está rota. Hannah es un alma en pena desde la muerte de su mejor amiga April. Está atrapada en un agujero oscuro y profundo del que no parece haber salida. Jacob, el hermano mayor de April, también sufre su pérdida tapando ese dolor con alcoh...