Él y yo

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HANNAH

Abrí los ojos con la luz del sol. Ya era de día. Había pasado toda la noche en la montaña. La brisa del viento acarició la poca piel que tenía al descubierto. El invierno ya había caído, pero yo no tenía frío. Unos cálidos y fuertes brazos me rodeaban. El familiar y varonil olor de Jacob hizo que se dibujara una tonta sonrisa en mi cara. Siempre había tenido un olor peculiar, aunque hacía ya un tiempo que todo lo que se podía detectar en él era el dichoso olor a hierba.

Mi mente dejó de fantasear cuando Jacob se movió bajo mi cuerpo. Con cuidado, tratando de no despertarle, me incorporé. Su brazo me abrazaba con fuerza, pero logré apartarlo con delicadeza antes de correr lejos de su lado.

Un día, con los ojos hinchados y rojos de tanto llorar, la habitual presión en el pecho y las manos temblorosas, me vi poniéndome una coraza en el corazón para evitar sentir algo más que no fuese aflicción. De algún modo, entendí que la felicidad, la risa y el amor eran cosas que no merecía. Llevaba meses condenándome a la oscuridad, al dolor, y ahora, no podía permitirme sentir. No por él. No por la única persona que podía poner mi mundo patas arriba, incluso cuando eran solo escombros. No por el chico del que había estado enamorada prácticamente toda la vida.

Corrí. Corrí sin mirar atrás. Corrí como llevaba haciendo todas esas semanas, huyendo de todo lo que no me gustaba, de lo que me daba miedo. Había adoptado aquella odiosa costumbre y ahora, solo podía pensar en desaparecer.

Sabía que tenía que ir al instituto, intentar retomar mi vida y centrarme en salir adelante, pero no podía, no cuando todo me recordaba a ella. Durante toda mi vida había hecho todo de la mano de April, y ahora que ella ya no estaba, tenía que aprender a hacer todas aquellas cosas yo sola.

Caminé hasta las afueras del pueblo. Las piernas me pesaban. Todo mi cuerpo estaba muy débil. Giré a la derecha cuando leí Cementerio de Whitebridge y me adentré en aquel lugar. Hacía mucho que no aparecía por allí, pero hoy, había decidido que era el momento de volver.

Atravesé las tristes lápidas decoradas con flores. El cementerio del pueblo no era un lugar muy transitado, así que la mayoría de las flores que había en las tumbas estaban ya secas y marchitas. Caminé hasta llegar al árbol más viejo. El árbol donde me había recostado miles de veces semanas atrás, y me senté junto a él, cruzando las piernas y posando mi vista en la lápida que había frente a mi.

– Hola mamá – un ligero pinchazo viajó a mi corazón al decir de nuevo aquellas palabras – Siento haber tardado tanto en volver.

Mis finos dedos tocaron el frío mármol de la piedra. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y la habitual presión en el pecho se apoderó de mí.

– Había empezado a vivir de nuevo, a respirar, a sentir que mis pies caminaban firmes sobre el suelo, pero entonces, April se fue, y con ella, todas las cosas buenas que había estado sintiendo – las lágrimas viajaron a mi ojos amenazando con escapar – Estoy perdida, porque duele. Duele muchísimo, pero entonces aparece él y ese dolor parece disminuir, los pinchazos son más débiles y la cuerda atada a mi cuello parece aflojarse. Y no puedo dejar que eso pase.

Sequé con rabia la lágrima que había caído por mi mejilla y dibuje pequeños círculos en la piedra que había a mis pies.

– April ya no está y tú tampoco. Os echo de menos, mamá. Ojalá estuvieses aquí...

Esperé que sus brazos me rodearan, que me susurrara al oído que todo estaría bien y besara mi frente, pero sabía que eso no sería posible, porque había muerto hacía dos años. Entonces, las lágrimas que tanto me había esforzado en retener, corrieron desbordadas por mis mejillas.

– Hannah, tienes que vivir la vida... – Mamá estaba sentada a los pies de la cama acariciando mi pelo, que descansaba sobre su regazo.

Había vuelto a casa tras pasar la tarde con April. Sabía que Jacob estaría en casa, asi que me había maquillado y vestido de forma impecable, pero él no se había fijado en mi. Además, había traído una chica que parecía ser su nuevo lio y mi corazón se había roto en mil pedazos. No había llorado delante de April, pero en cuanto había llegado a casa, me había encerrado en mi habitación para dejar que las lágrimas que había retenido se deslizasen sin control por mis mejillas.

– ¿Y qué pasa si no me gusta lo que estoy viviendo? – me levanté para sentarme a su lado y quedarme justo frente a ella, perdiéndome en la habitual calma de sus grises ojos.

– Hannah, la vida te pondrá mil piedras en el camino con las que tropezarás, y tú, deberás decidir si te levantas, sacudes tus manos y sigues a delante, o te quedas tirada en el frío suelo – suspiré.

Por un segundo, desvié la mirada de sus ojos y ella puso su suave mano sobre mi pierna, acariciándola con dulzura.

– Cielo ¿sabes que es lo más triste de no aprovechar la vida? Que con el paso del tiempo, cuando pienses en ello, solo podrás arrepentirte de no haber hecho las cosas que sentías, y entonces, no habrá marcha atrás.

Mamá se levantó, besó mi frente con cariño y se dirigió a la puerta.

– Si nunca te arriesgas a abrir tu corazón, Jacob jamás sabrá lo que sientes y a veces, vale a pena arriesgarse...

Volví a casa tras pasar la mañana hablando con mamá. Aunque ella no respondía, era reconfortante poder contarla como me sentía, porque sabía, que allá donde estuviera, ella me estaba escuchando.

Saqué los cascos de mi bolsillo y puse música. Caminé sin prisa, disfrutando de la soledad. De ese sentimiento que me acompañaba prácticamente siempre y entonces, justo cuando estaba a punto de llegar a mi casa, la canción que Jacob había puesto la noche anterior llenó mis oídos. Un fuerte hormigueo atacó mi estómago y mi respiración se paró en seco cuando reconocí a la persona que estaba sentada en mi porche.

– Hola Hannah. Hoy no has ido a clase – y una vez más, su ronca voz acarició mi piel paralizando el mundo a mi alrededor.

Jacob.

No recordaba cuando me había enamorado de él. No sabía si había sido un día en concreto o el sentimiento siempre había estado ahí, dormido. Me bastaba con tenerlo cerca y dejar que ese afecto creciese lentamente a pesar de permanecer en silencio, guardado en un pequeño baúl, cerrado con llave, que alimentaba soñando despierta.

La primera vez que sus ojos se detuvieron en mí, fue como si el mundo se pararse. Me quedé sin respiración mirándolo mientras él se sentaba a mi lado. Hasta entonces, siempre había sido una más, pero ese día, se fijó en mí.

– ¿Estas aquí sola?

La voz no me salía, así que simplemente asentí mientras bajaba el volumen de la música.

– ¿Que estás escuchando?

– "The night we met"

– ¿Puedo? – entonces Jacob extendió su mano esperando que le cediese uno de mis auriculares. Con timidez, lo hice y pude notar que me sonrojaba cuando sus dedos rozaron los míos.

Escuchamos la canción en silencio. Disfrutándola. Jacob había empezado a tararear la letra y yo de vez en cuando sonreía cuando le miraba de reojo.

Con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho, sentí por primera vez que éramos solo nosotros. No el hermano de April. No la amiga de su hermana pequeña. Él y yo.

Hannah y Jacob. Jacob y Hannah.

Cantando bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora