No me dejes

632 51 33
                                    

HANNAH

– Te quiero muchísimo Hannah ¿lo sabias? – April conducía de madrugada de vuelta a casa. Sus ojos brillaban y sus mejillas estaban coloradas por el alcohol.

– Eso imaginaba – la risa de April era contagiosa y no pude evitar reírme – Vas muy borracha, eh.

– Tú también, ¡mira tus ojos! – otra carcajada escapó de su boca. Yo miré mi reflejo en el espejo retrovisor. April tenía razón, mi mirada delataba al completo mi ebriedad.

– Gracias por esto – confesé con sinceridad a mi mejor amiga – Yo también te quiero mucho.

Hacía dos años mi mundo se había venido abajo. Todo era negro, oscuridad. Nada parecía tener sentido para mí y cosas tan simples como levantarme de la cama, comer o respirar, me resultaban el mayor de los esfuerzos. Me había pasado meses encerrada en mi casa. Meses sin pisar la calle; tan solo rodeada por las cuatro paredes de mi habitación. No podía estar con nadie. No soportaba ver cómo la gente seguía con su vida después de lo ocurrido. Yo no podía. No quería. Aparté a April de mi lado durante mucho tiempo, y, aunque fue difícil para ella, lo entendió y me dejó mi espacio.

Una noche entró en mi habitación. Unas oscuras y azules ojeras adornaban sus ojos. Llevábamos varias semanas sin tener ningún tipo de contacto y me resultó raro tenerla de frente.

– No puedes condenarte a ser infeliz por lo que pasó – April contenía sus lágrimas, sabía que a ella también le dolía.

No respondí. Mi corazón bombeando frenéticamente.

– Hannah, te quiero más que a mi vida y no soporto ver cómo te hundes en un agujero obligándote a ti misma a ser infeliz. Te estas destruyendo – su voz era un hilo suave, un susurro tembloroso.

Una lágrima escapó y rodó por su pálida mejilla. April la secó con rapidez, no quería mostrarse débil delante de mí.  Mi corazón se encogió. Odiaba verla así por mi culpa.

– Sabes que no puedo – sentía como si el aire me faltase. Todo me pareció asfixiante. De repente, mi habitación parecía diminuta –  No soporto ver cómo la gente sigue así...como si nada...

– Eso no es verdad Hannah. Todos la echamos de menos y la recordamos constantemente. A todos nos duele su pérdida. Pero hay que mirar hacia delante – su voz se cortó. Había avanzado hasta sentarse a los pies de mi cama y no apartaba sus ojos hinchados y llorosos de los míos – No porque seas feliz significa que no la quisieses o que la hayas olvidado. Hannah, la vida sigue. No te puedes estancar así, ella no lo hubiera querido.

Esas palabras ardieron en mi pecho. Mi corazón se encogió al recordarla. Aun dolía y sabía que ese dolor nunca desaparecería.

Bajé mi mirada sin poder sostener más la suya. Tenía razón, tenía que seguir con mi vida. No podía pasarme el resto de los días encerrada en mi habitación, llorando y odiándome por sentir algún otro sentimiento que no fuese aflicción, pero había caído tan profundo, que por mucho que buscara, no encontraba la salida.

– No sé cómo... – cada palabra que escapaba de mi labios era un pinchazo directo a mi corazón. Mis lágrimas también amenazaron con salir, pero las contuve. No había hablado con nadie de esto, lo había guardado todo para mí y pesaba tanto que no sabía cómo había logrado mantenerlo dentro de mí durante todo aquel tiempo.

– Yo te ayudaré. Saldremos de esto juntas. Te lo prometo. Por mí, por ti... por ella – Yo asentí con lo que quedaba de mi corazón en un puño y April se abalanzó sobre mis brazos, tranquilizándome con un cálido abrazo, y con ese olor familiar que tanto había echado de menos.
Por primera vez después de tres meses, sentí algo más que no fuese dolor.

April me había ayudado poco a poco a reconstruir mi mundo, y aunque aún no lo había logrado del todo, ya tenía un suelo en el que pisar gracias a ella.

Aquella tarde la había pasado llorando encerrada en mi habitación y April había aparecido en mi casa, con una de esas radiantes sonrisas suyas y una botella de vodka en la mano. Había conseguido convencerme y sacarme arrastras de casa para llevarme a nuestro lugar; una pequeña casita abandonada que habíamos hecho nuestra hacía ya casi cuatro años.

Habíamos bebido como si no tuviésemos fondo, riendo y soltando tonterías que probablemente solo nosotras entendíamos. April y yo no necesitábamos a nadie para pasárnoslo bien, nosotras éramos suficientes. Tuve que reconocerlo, había pasado una de las mejores tardes en mucho tiempo y no pude evitar pensar en la suerte que tenía por tenerla a mi lado.

Se había hecho tarde y volvíamos a casa de madrugada. Todo estaba muy oscuro, pero los faros del coche nos permitían ver la carretera.

Encendí la radio y sonó nuestra canción favorita.

– ¡¡Hannah nuestra canción!! – chilló April saltando emocionada en su asiento.

La música invadió el ambiente y cantamos a pleno pulmón. Entre risas y cantos, me di cuenta, que en ese preciso momento, era muy feliz.

El estribillo. April y yo nos dedicamos una mirada cómplice y cantamos como locas.

Even in a hurricane of frowns
I know that we'll be safe and sound (safe and sound)
We're safe and sound (safe and sound)
We're safe and sound (Hold your ground)
We're safe and sound (safe and sou...

Impacto. Un grito ahogado escapó de nuestras bocas cuando el coche empezó a dar vueltas. Pensé que iba a morir en el acto, y aunque eso no era una cosa que perturbara mi mente, sentí miedo. Ruido. Golpes. Gritos. Oscuridad...

Desperté poco después. Estaba totalmente desubicada. Todo me daba vueltas. Mi cabeza palpitaba. El coche estaba boca abajo, por lo tanto, yo también lo estaba. Mi piel ardía y mi boca detectó el metálico sabor de la sangre. No podía moverme. Mi cuerpo dolorido era en lo único en lo que podía pensar mientras intentaba entender qué había pasado.

– April ¿estás bien? – no podía girarme para verla.

– ¿April? – nada.

Mi estómago se contrajo y una amarga sensación invadió mi cuerpo.

Conseguí girarme para mirar a mi mejor amiga. Su cara estaba roja, cubierta de sangre. No podía identificar sus facciones. Su pelo castaño despeinado tapando su rostro. Mis ojos inquietos se humedecieron, April no parecía respirar.

– ¿¡April?! ¡April despierta! – mis chillidos eran más bien súplicas desesperadas. Miles de lágrimas empezaron a caer por mis mejillas cortadas. Quemaba – ¡April aguanta! La ambulancia vendrá y te curará ¡ya lo verás!

Trataba de convencerme a mí misma, pero el silencio de April era cada vez más asfixiante.

– ¡April despierta! No puedes hacerme esto – mi llanto era devastador – Vamos April. ¡Respóndeme joder!

Mi corazón dolía tanto que estaba segura que explotaría en algún momento. Mi vista estaba nublada. No podía estar pasándome esto.

– Tú no puedes irte también, ¡¡Lo prometiste!! – mi respiración era cada vez más agitada. Mi pecho subía y bajaba – ¡Eres una puta mentirosa! ¡Joder April!

Me costaba respirar. Mi torso oprimido no permitía que llegara aire a mis pulmones. Me iba a desmayar.

– No puedo vivir sin ti... no lo aguantaré...

Un ensordecedor pitido inundó en ambiente.

– No... no me dejes...

Cantando bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora