Es fin de semana y Ginny ha decidido ir otra vez a una discoteca. Esta vez, vamos a ir a una con más clase. Me pongo un vestido dorado y unos tacones negros, me hago rizos en el pelo y me pongo un poco de maquillaje. Justo cuando acabo con esto último, llegan las chicas a mi casa. Vienen a mi casa en taxi, pero hemos quedado en ir a la discoteca con mi coche. Así que cuando salgo, dejo a las chicas calladas, y me miran expectantes.
— ¡Vamos, J.J.! —dice Ginny, impaciente.
Abro el coche mientras pongo los ojos en blanco y cuando estamos todas dentro, me dice Ginny:
— Por cierto, vas espectacular.
Ella también va espectacular con ese vestido rojo. Hermione va de verde y Luna va de azul. Las tres van preciosas.
Bajo las instrucciones de Ginny, (quien ha investigado mediante internet con ayuda de Google Maps), y bajo la del GPS, llegamos a una discoteca con aparcacoches y todo. Le doy la llave al chico y éste se marcha a guardar mi coche en el garage.
— Como me devuelva a mi precioso con un solo raguño, lo castro —suelto.
Desde que tengo el coche (y sobre todo desde que me saqué el carné de conducir) no le he dejado el coche a nadie que no sean mis padres, y ellos lo han sabido cuidar bastante bien.
Entramos en la discoteca y las cuatro nos ponemos a bailar. ¡Hermione no se ha traído ningún libro hoy! Yo creo que algo le pasa, porque la veo muy triste. Tal vez... tal vez no le va bien con Ron. O tal vez está estresada. Por eso mismo, le pago una copa.
— ¡No pienso beberlo! El alcohol es malo para la salud, puede llegar a matar. O lo que es peor, destruir neuronas.
— Como diría Ron: debes ordenar tus prioridades —suelta Ginny, bebiendo de un trago una copa llena de Vodka.
Luna suspira y empieza a beber dos chupitos de golpe. Yo pruebo una copa llena de ron. Uf, qué subida de temperatura de golpe.
Cuando me giro, veo que la copa de Hermione está vacía.
— ¡Muy bien! —la apremio— ¡Así me gusta!
— No —dice Ginny negando con la cabeza—. Lo ha tirado en esa planta de ahí.
Miro a hermione con cara de malas pulgas y ésta mira de la misma forma a Ginny.
— Está bien. Darme un poco de tekila. Siempre he querido probarla —confiesa Hermione.
Eso nos deja a todas con la boca abierta.
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Tengo pis, así que voy a ir al baño... estoy un poco borracha. Lo veo todo así como borroso... Cuando entro, veo a un par de gemelas, que me miran con la misma expresión. Incluso parpadean a la vez. Dios, mis neuronas me dicen que es una única persona a la que yo veo doble.
Entro a uno de los cubículos y me doy cuenta de que hay alguien dentro. Oh... ¿quién eres? No te veo...
Rubio. Alto. Piel blanca. Sólo puede ser...
— ¿Drrraa... co? —pregunto. Estoy demasiado borracha, joder.
— No, no lo soy, nena. Pero seguro que te gusto tanto como ése.
Y me coge. Me estampa contra la pared y me doy un fuerte golpe en la cabeza. La bebida es mala...
Ése chico, sea quien sea, intenta subir mi vestido. Me impongo todo lo que puedo, estirando el vestido hacia abajo. Pero él me tira las manos hacia atrás con fuerza, las retiene en la pared del cubículo y estampa su cuerpo contra el mío. El aliento le huele a alcohol.
De repente, la puerta del cubículo se abre, dejando ver otra cabeza rubia.
— ¿Draa... co? —pregunto mientras mis lágrimas salen de los ojos con rapidez.
— Sí —contesta él. Me alegro tanto de oír su voz.
Y coge al otro rubio por el cuello y lo estampa contra la pared. El otro intenta defenderse y se levanta, pero Draco es más rápido y con un rodillazo hace que el otro se doble. Draco lo aprovecha y mete la cabeza de éste en el váter.
— Vete —me ordena el rubio de ojos grises.
Lo miro por un momento, pero decido que lo mejor es marcharme e ir a buscar a las chicas.
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No les he contado nada de lo sucedido, y como van tan borrachas (Hermione no tanto pero parece que está en su mundo), no se dan cuenta de que he llorado.
La voz de Ginny interrumpe el pensamiento de todas, preguntando lo que era obvio desde un principio:
— ¿Quién... dee vozo... tras... edtá... en mejod eztado?
— Yo —responde Hermione.
— ¿Sabes conducir? —pregunta Luna, con una voz asombrosamente normal.
— Sí, más o menos —dice Hermione tímidamente —. Pero tengo el carné de conducir —añade con una sonrisa no muy convincente.