J.J. P.V.O
Estoy empezando a echar en falta a Draco. Voy a buscarlo. Me tropiezo con los gemelos y les pregunto por él.
— ¿Estaba en el jardín? —le pregunta Fred a George.
— Creo que sí —responde George.
— ¡Está en el jardín! —responden los dos a la vez.
— Gracias, chicos —les digo con una sonrisa.
Salgo al jardín y me encuentro a Ron llorando y sacando algo de la piscina. O mejor dicho, alguien: Draco. Corro y me pongo al lado del pelirrojo y empiezo a tirar del brazo de Draco, quien tiene los ojos cerrados.
Cuando lo sacamos del todo, noto que está muy frío.
— ¡VE A POR AYUDA, IMBÉCIL! —le grito a Ron con toda mi furia acumulada.
Cuando se marcha, me quito la chaqueta de piel y la pongo sobre Draco, apoyo mi cabeza sobre su pecho y me pongo a llorar. Casi no noto su respiración, y el latir de su corazón se apaga por momentos.
— No puedes irte ahora, Draco. No me dejes... Te perdono. Te quiero. Te amo. Siempre. Draco, siempre... —sollozo.
DANIELA P.V.O
¿Por qué habrá entrado Ron a la cocina llorando?
— Señora Bekcett —me extraña que se dirija a mí.
— ¿Sí? ¿Por qué lloras? —pregunto mientras seco un plato.
— Eso no importa. Llama a una ambulancia ya mismo.
Dejo caer el plato, que se rompe y llama la atención de todos los invitados. Alguien para la música.
— ¿Ha pasado algo? —pregunto, estoy muy preocupada.
— ¡POR FAVOR, QUE ALGUIEN LLAME A UNA AMBULANCIA! —insiste Ron.
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J.J. P.V O
Ya están aquí, ya están aquí... Frotó el cuerpo de Draco rápidamente, intentando que eso sirva de algo. Pero lo dudo. De pronto, alguien me coge por los hombros y me dejo llevar. A partir de aquí, todo lo veo borroso.
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Me despierto en una cama de hospital, lo sé por cómo huele y por el color: blanco. Al principio no me acuerdo de nada, y por eso permanezco feliz, pero eso es un breve instante, porque enseguida me acuerdo de todo y chillo como una loca.
— ¡Draco! ¡Quiero ver a Draco!
Intento levantarme de la cama, pero Ginny me frena poniéndome las manos en los hombros y haciendo que me tumbe de nuevo.
— Está bien, tranquila.
Miro para todos lados. Están Ginny, sus padres, los míos, Harry, Luna, Neville, Hermione, y él... Me levanto de la cama con tanta rapidez que nadie puede pararme. Me dirijo directamente a él: a Ron. Le lanzo un puñetazo con tanta furia que lo tiro al suelo, le miro con asco y después empiezo a llorar. Salgo de la habitación sin hacer caso a lo que me dicen y deambulo por los pasillos del hospital, con la mano dolorida.
Menos mal que nadie me ha seguido, porque no me hubiese venido bien.
Y entonces lo veo, en una habitación, acompañado solo por su madre, se encuentra Draco, conectado a un montón de máquinas.
Sin pensármelo dos veces, me acerco a la señora Malfoy y le cojo la mano. Ella me sonríe y después me abraza.
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— Conque tengo un nieto, ¿eh? —pregunta de pronto. Yo asiento mientras miro a Draco—. Tranquila —me dice ella—, se va a poner bien. Ha cogido una buena hipotermia. Pero es fuerte.
Sonrío, pero no puedo evitar echarme a llorar.
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La señora Malfoy me ha dejado sola y ha cerrado la puerta tras ella. Me acerco a la cama de Draco y le cojo la mano. Lo miro por unos breves instantes hasta que creo que lo mejor es volver a mi habitación, cuando su mano atrapa la mía con fuerza.
— ¿J.J.? —pregunta aún sin abrir los ojos.
— La misma —digo, y eso le hace sonreír.
— ¿Sabes... que ya te podemos... —le cuesta un poco hablar— llamar... la señora Malfoy? —pregunta él, abriendo los ojos.
Sus ojos, de plata líquida, encuentran enseguida los míos.
— Bueno, señorita —replico entre risas.
El ríe, pero después calla un por breve instante.
— Te escuché en la piscina, ¿sabes? —dice, sonriendo.
— No mentí, Draco. Te perdono. Y te amo. Siempre.