Cuando llego a casa por la noche (me he tenido que quedar un poco más en Hogwarts para el castigo de Louis y Will, los macarras) voy corriendo a Draco. Salto a sus brazos y él me coge, se ríe y me besa.
— ¿Por qué tan contenta? —me pregunta Draco mientras me deja sobre la encimera de la cocina.
— ¡Tengo la dirección del orfanato! —le digo entusiasmada y saco el papel del bolsillo.
Se lo entrego y él lo mira.
— Te acompañaré —me dice sin más—. Esto es importante para ti.
— Pero, Draco... —replico—. ¡Te verán!
— Te he estado mintiendo, J.J.
Me quedo mirándole a los ojos, seria.
— ¿Cómo dices? —pregunto.
— Nunca me han estado buscando. Nunca han sabido de mí. Nunca he corrido peligro.
Creo que me falta el aire. Acumulo fuerzas y le suelto un bofetón a Draco.
Éste se queja y cuando se gira hacia mí, sonríe.
— Me lo merezco —admite.
Yo también sonrió. Sé que no vale la pena enfadarme con él, de momento, porque si se va, lo voy a echar de menos.
— ¿Y en qué me has mentido, señor Malfoy? —pregunto, con un tono de voz imitando a McGonagall.
— No he estado huyendo por ser ex-mortífago. Al principio reconozco que sí, pero luego comprendí que me escondía de mí mismo. Intentaba recapacitar por todo lo que había hecho, y quería madurar para cuando tú me vieras de nuevo. Solo me reconocieron una vez, pero era otro mortífago. Aunque salí corriendo por si acaso.
— Y entonces, hace unos meses atrás, ¿por qué te fuistes?
Él coge un poco de aire.
— No estaba preparado. No hasta que tú aceptaras casarte conmigo.
Intento asimilar todo esto. Después de unos minutos, sólo se me ocurre decir una cosa.
— Te quiero.
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— ¿Entonces por qué te enfadaste con Jasper? —pregunto. Estamos en la cama, yo tengo apoyada la cabeza en su dorso, ahora desnudo.
— Tenía que fingir —dice él encogiéndose de hombros.
— Vamos, Draco, ¡no me mientas! —replico entre risas.
— Vale, en gran parte porque me puse celoso —confiesa.
Draco nos tapa con la manta y con la cabeza apoyada encima de él, me acabo durmiendo.