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Soraru acompañó a Mafumafu en todos sus estudios, mirando de lejos con ojos asustados todas las máquinas que usaron para ver en su interior, por más que le decían que todo eso era como una radiografía más moderna, las palabras de los médicos no lo ponían más tranquilo.
Eso hacía que estuviera mucho más encima de Mafumafu cada vez que terminaba algún estudio, tomando su muñeca para caminar junto a él, abrazándolo cada vez que salía y dejando un brazo sobre los hombros del chico cuando los doctores le explicaban la situación.
Todo salía bien, según ellos, todo estaba correcto, aunque Soraru notaba los ánimos de Mafumafu bajar por esas palabras, y sabía lo que el chico pensaba.
"Todo está bien, pero sigo siendo mudo. Sigo sin poder hablar. Nada está bien".
Casi siempre quedaba con esos ánimos varias horas, hasta que Soraru lograba hacerlo sentir mejor.
Como Mafumafu era mudo, solían hacerle estudios en sus oídos por si llegaba a desarrollar sordera, cosa que no estaba directamente relacionada pero era algo que querían tomar por precaución.
Y Soraru notaba a Mafumafu tener miedo al respecto, por lo que le había recordado que cualquier cosa que pasara, él se quedaría a su lado.
Mafumafu sólo había sonreído, una sonrisa que no lo convenció del todo.
La madre de Mafumafu estaba feliz de que Soraru apoyara y cuidara tanto a su hijo, y siempre los miraba con una sonrisa.
—Soraru —llamó la señora antes de una cena, haciendo que Soraru se detuviera en su camino a la mesa, le hizo una seña para que lo acompañara, yendo hasta la cocina para hablar con él en privado—. Gracias por cuidar a Mafu.
Soraru sonrió, asintiendo; eran palabras que había escuchado varias veces.
—Soraru... ¿Sabes que mi hijo te quiere muchísimo, no?
—Yo también lo quiero.
—Sí, Soraru, eso lo sé —dijo—. Pero no sé si Mafu te quiere más de lo que te imaginas, más de lo que te demuestra.
Soraru frunció el ceño.
—Él es un chico muy cerrado, no sé si te cuenta muchas cosas, aunque seguro sabes más que yo, es más abierto hacia ti.
Soraru asintió, Mafumafu le había dicho cosas que solo le confiaba a él.
—Sólo pido que no rompas su corazón. — dijo la señora, y el azabache se ofendió un poco.