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En el viaje a casa, la señora dijo que le harían unos estudios de la garganta y el cerebro, cosa que le pareció rara y preocupante a Soraru.
Eran mejores amigos, conocían todo del otro, pero nunca hablaron de la mudez del chico, era un tema que evadían y Soraru no sabía nada del mismo.
Mafumafu seguía distante, pero volvió a sonreír cuando llegó a casa de sus tíos, saludando a una mujer de vestimenta extravagante y a un hombre que parecía bastante mayor que su esposa.
La mujer se presentó ante Soraru como Majiko, y pidió que no la trate formal porque la hacía sentir vieja.
La mujer resultó ser muy parlanchina, y algo en su personalidad le hacía recordar a Hashiyan.
—Entonces, Soraru. —dijo la mujer en cierto punto de la casa. — ¿Cómo conociste a Mafu?
—Escuela, somos compañeros de clases. —respondió.
—Soraru es muy bueno con Mafu. —la madre de Mafumafu tenía una sonrisa. — Siempre le regala cuadernos para que pueda hablar.
Mafumafu pareció avergonzarse, bajo la cabeza, concentrado en masticar.
Soraru lo notó, pero considerando que estaba distante de él, decidió no hacer nada.
—¿No habla con señas?— Majiko abrió los ojos ampliamente, pasó su mirada de la madre del peliblanco a Soraru, ambos negaron. — ¿Nunca aprendiste?
—No es necesario hablar con señas para comunicarme con Mafumafu. — dijo Soraru un poco molesto. — Si él quiere hablar de algo, lo escribe. Si yo quiero decir algo, él me escucha. E incluso si no decimos nada, nos entendemos.
Majiko asintió.
—Te comprendo, Soraru, pero lo que digo... En todo lo que conoces a Mafumafu, ¿No sabes nada del lenguaje de señas?
Soraru negó.
La tía pareció decir algo, pero Mafumafu hizo una seña y la mujer cerró su boca, dejando el tema.
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