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—¡Estoy viendo doble!— gritó Eve al ver a los hermanos.
En sus años de amistad, apenas había visto a Soraruko unas cuantas veces, y el mayor tiempo que habían estado hablando había sido unos diez minutos en el cumpleaños de su amigo.
El castaño venía trayendo a Sou, quién estaba con el ceño fruncido y un ligero mohín.
Si había algo que Sou más odiara, era que lo llevaran, él podía andar solo.
El chico en la silla estaba tan molesto que ni siquiera saludó a los demás, se quedó de brazos cruzados y mirando al suelo.
—¿Ya buscaron nuestra cabaña?— preguntó Eve.
—Los estábamos esperando. — dijo Soraru, tomó su bolso, levantándose del banco donde estaban acomodados.
—Ahora ya se agarraron las mejores. — se quejó Eve, haciendo un puchero.
—Deja de quejarte, recién llegas. — le dijo Soraru, se volteó para mirar a Mafumafu, quién se levantó rápidamente y cargó con esfuerzo su bolso.
—Mafu. — Sou hizo que los pasos del chico mudo se detuvieran.
El castaño palmeó su regazo.
—Pon tu bolso aquí. — dijo, notó que Mafumafu iba a negarse con sólo una mirada. — No te preocupes, no las siento.
Mafumafu ladeó su cabeza, haciendo una mueca, preguntando si en serio hacía esos chistes tan feos.
Sou soltó una risa.
—Cómo quieras. — murmuró finalmente, comenzó a tirar de sus ruedas, avanzando hasta su lado para acompañarlo en su caminar hasta la cabaña.
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