Hora cero

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Estaba ahí sentado. Como todos los días por la mañana hacía ya 11 meses. Así comenzaba mi día, observando frívolamente la ciudad con un cigarrillo entre mis manos. 7 a.m. 8 a.m. a veces incluso las 9 a.m. Seguido desayunaba. Lo que fuera, al abrir el pórtico del que alguna vez consideré mi hogar, lo único en lo que pensaba era en ese preciso momento... ese maldito momento. Cogía lo primero que tenía contacto con mis dedos, estos, ahora más toscos y llenos de pequeñas y grandes cicatrices. Cada una de ellas contando una anécdota en particular. Pero sin ningún interesado que las escuchase.

Salía y subía al tejado más alto del lugar. Donde aún yacían los restos de lo que alguna vez fue un puesto de vigilancia. Dentro de la frontera, del único lugar "seguro" que conocía.

El mismo evento se rebobinaba y retumbaba en mi cabeza. Sólo podía pensar en ese maldito momento. Pero ya era tarde para estar lleno de ira o frustración, el escepticismo era lo último que me quedaba, pues, para un ser que perdió todo... lo único que queda es la ignominia.

Bajaba y comenzaba con la rutina diaria, añadir combustible al generador, bombear agua del pozo, dar un chequeo a los sistemas de comunicaciones, construir defensas, afilar estacas del suelo, saquear algún otro hogar del sitio. Prepararme física y mentalmente para el momento que mi suerte dictara fecha de caducidad y tuviera el mismo destino que mucha de la gente que conocí. Terminar en una tumba de escombros y muerte por doquier.

Pero que va. No voy a abrumarte con todo esto aún. Vayamos al comienzo, el día cero, el día que todo comenzó.

Un miércoles. Me levanté como todos los días para ir a clases, todo iría bien, vería a compañeros, amigos, seguramente me metería en un lío y me safaría del mismo antes del almuerzo... Convencería (de nuevo) al consejo de no llamar a mis padres. Charlaría un rato con Rachel, defendería a Spencer de que lo introdujeran en el escusado, Saldría a por un helado con Violett y olvidaría el objetivo principal de mi estadía en el cole... Estudiar... "Chico problema" decían mis profesores, "niño prodigio", decían mis notas. Simplemente yo, pensaba...

A mitad de la explicación de la Miss Eliza acerca de los campos de concentración de Hitler decidí salir al baño, el edificio del Instituto Liberty era largo y tenía una cualidad extraña, había 3 plantas de estudio, la planta baja, que era donde se encontraban los baños y las oficinas, la segunda planta, que era donde se encontraba los salones y el sótano, donde se localizaban los equipos artísticos y los materiales de los equipos deportivos. Bajé las escaleras y comencé a escuchar muchos disturbios fuera de la escuela. Lentamente y con cautela me acerqué a la puerta principal, había un caos inmenso, sirenas de ambulancias, patrullas, gente corriendo. Una patrulla salió de la parte derecha de la avenida y se estrelló justo delante de la puerta en un árbol, de este auto se bajó un oficial, estaba sangrando del brazo... parecía... era una mordida.

Sin dar crédito a lo que ocurría en ese momento vi en primer plano cómo del asiento del copiloto un hombre caucásico de unos 32 años bajaba a trompicones, tenía sangre en la boca, sus ojos parecían perdidos, gruñia y caminaba de una manera torpe. En cuanto me observó, comenzó a avanzar de una manera moderada hacia mí. Yo por mi parte, salí corriendo en dirección a la puerta sin pensarlo 2 veces. Traté de cerrar las 3 persianas de metal que nos darían un poco de ventaja y espacio. No sabía que ocurría, solo sabía que entre más alejado de eso estuviera... Estaría a salvo.

Con lo que no conté fue con una pequeña demora, un tropezón al cerrar la segunda persiana me hizo perder tiempo, al volver la vista al panorama todo se nublo, el hombre se me abalanzó con gruñidos y me lanzaba mordidas, lo único que podía hacer era evitar que su boca consiguiera su objetivo. Pero el hombre era fuerte, pesado. Comenzaba a vencer mis brazos, cuando sentí que iba a morir. Fue interesante ¿Sabes? Es, como si el tiempo se ralentizara.

Cerré los ojos por un segundo, jamás había sentido algo similar, la sensación del temor e incertidumbre a la muerte. No quería ver mi sangre regada por el suelo o al tipo convirtiéndome en un desayuno tipo buffet, en ese momento sentí un movimiento brusco de parte del hombre, a la par que sentía un líquido viscoso goteando y manchando mi rostro al igual que mi camisa. Lo eché al costado izquierdo y vi a Spencer con un garrote en la mano

Entre la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora