Cap. 49

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49. DR. KENT.

Un par de horas después llegó Dorian con un diagnóstico. Wen había perdido mucha sangre, obviamente su bebé no había sobrevivido y su vida todavía corría peligro a pesar de que lograron ayudar un poco en UCI... aún necesitaban sangre para Wen.

—Pueden usar mi sangre —sugerí.

Dorian negó con la cabeza uniendo sus manos al frente del escritorio mientras se inclinaba ligeramente hacia mi. —No es tan sencillo.

—¿Por qué no? Soy su hermana.

—Lo sé... pero... anoche bebiste y probablemente tu sangre no esté de todo limpia.

Cerré los ojos y dejé caer la cabeza en las manos.

—¿Pueden tomar una muestra de mi sangre? —preguntó Katy.

Dorian asintió. —Si es compatible está bien.

—¿Ya se la pidieron a mis padres?

Dorian desvió la mirada. —Supongo.

—¿Qué esperamos? —gruñó Katy.

Dorian asintió y le pidió a Katy que lo siguiera.

Durante quince largos minutos estuve maldiciendo internamente por la noche anterior, si me hubiera quedado en casa como Katy había sugerido Wen ya estaría recibiendo mi sangre.

Poco tiempo después vi a Dorian y a Katy caminar hacia mi.

—¿Qué...?

Dorian negó con la cabeza.

—¿Qué hay de mis padres?

—Al parecer el padre tiene problemas de colesterol y su madre menopausia —explicó uno de los médicos.

—¿Qué? ¿Eso le dijeron? El capitán no puede tener problemas de colesterol, es un requisito... y mi mamá no está en la menopausia, se lo aseguro.

—Pues es lo que dijeron.

—Disculpe —me llamó un médico joven tocando mi hombro— ¿Usted es Lucinda Webber?

—Si.

—¿Puedo hablar con usted?

—Claro.

Lo seguí hacia el pasillo del hospital hasta detenernos en la puerta de un consultorio.

—Soy el doctor. Kent.

—Hola.

—Tengo una idea.

—¿Sobre qué?

—Sobre Wen.

—¿Sobre Wen?

Asintió. —Podemos utilizar tu sangre para ayudarle.

—¿Cómo?

—Si obligamos a tu organismo a desintoxicarse.

Lo miré y asentí. —Ahora en español.

—Podemos colocar una intravenosa con solución salina o suero fisiológico para obligar a tus riñones a eliminar el exceso de liquido, lo cual eliminaría también los cuerpos cetónicos.

—Ah ya, claro —respondí sarcástica.

—Vamos a meterte agua por las venas y vas a hacer litros de pipí y con ello todo el alcohol que tienes en el cuerpo.

Gracias.

¿A caso había sido tan difícil?

Rodó los ojos. —Hay otro problema.

Reina del Desastre (LR #1) *DISPONIBLE EN LIBRERÍAS*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora